El Undergrasa. Narrativa breve de Escalona 

León, Guanajuato

Literatura

El Undergrasa. Narrativa breve de Escalona

Por Enrique Escalona   21/07/17

Con un gran sentido del humor y una enorme capacidad narrativa, el escritor Enrique Escalona nos comparte un peculiar cuento titulado ‘El Undergrasa’, una divertida historia sobre grupos musicales que jamás alcanzaron el estrellato, pero que de haberlos encontrado en un bar como el que aquí nos describe, difícilmente podríamos olvidarlos. Escalona resultó ganador del Premio Nacional de Literatura para Jóvenes FeNaL-Norma 2017 por ‘Fuimos una banda de rock’

 

 

El Undergrasa

En una megalópolis de millones de habitantes, corrientes musicales nacen y mueren sin que lleguen a conocerse fuera de un estrecho círculo de iniciados. Esta es una de esas historias del rock que nunca salió del subterráneo.

El Undergrasa se encontraba al norte de la ciudad de México, entre el rastro de Ferrería, un tiradero clandestino y el desagüe del río Sin Remedio; región de límites ambiguos conocida como “El triángulo de la peste”. El lugar que nos ocupa nació como una lonchería, donde los parroquianos bebían cerveza y los más atrevidos pedían algo de comer. El dueño era el visionario empresario Andy Guajardo, quien tuvo la idea animar el lugar con el talento local. Su primer descubrimiento fueron los Marcelos, un grupo de mimos callejeros. Su show consistía en hacer la mímica de un concierto completo de los Ramones, dando lugar a un original happening silencioso, donde cada quien imaginaba la música.

Las presentaciones (y la cerveza fría “a precio de camión”), atrajeron a curiosos. Andy Guajardo bautizó al local como el Undergrasa, pues en el segundo piso había una planta procesadora de sebo. El siguiente lanzamiento consistió en una fusión musical: el Quebra-punk, creado por Yiyi y los zorrillos sinaloenses. Yiyi era un punk de 190 kilos y un frontman de apariencia salvaje, famoso por cantar en calzones, responder a los insultos del público, dar cabezazos a los envases vacíos que le lanzaban y quedar ensangrentado desde la segunda canción. Sus acompañantes no eran menos intimidantes: una tambora de vaqueros con sacos de piel de víbora y botas picudas. Yiyi fue acusado por un juez de incitar a la violencia con mensajes ocultos en sus canciones, pero logró demostrar que letras como “Rómpanse la madre”, eran completamente literales y no tenían nada de subliminal. Cada presentación de esta banda fue única, pues nunca pudieron recordar cómo tocar la misma canción dos veces. Un director quiso hacerles un documental, pero lo echaron a patadas cuando les dijo que eran nihilistas e iconoclastas, adjetivos que les sonaron a insultos.

El siguiente éxito del lugar fue Esmegma, banda fundada por un bajista y un baterista totalmente tatuados y llenos de perforaciones, quienes realizaron un casting para encontrar al mejor guitarrista de la zona. El día de la selección sólo asistieron dos personas: un guitarrista de la estudiantina de la iglesia y don Chamín, un viejo alcohólico que podía interpretar todo el repertorio de los Panchos en 10 minutos, tocando a una velocidad trepidante. Debido a que el guitarrista de la estudiantina pedía incluir algunos cantos religiosos en el repertorio, y don Chamín sólo exigía una caguama fría entre cada canción, los metaleros se inclinaron por éste último. Así nació una combinación de speed metal, con dobles bombos a toda velocidad, riffs telúricos y profundos slaps de bajo, acompañados por los virtuosos solos de requinto de don Chamín. Había nacido el Death-Trío.

Tras un estudio de marketing, Andy Guajardo decidió que hacía falta presencia femenina y música dark. Un día se enteró de la existencia de las Versátiles, grupo formado por la hija de un doctor forense, la hija del velador del panteón y una empleada del rastro. Ellas planeaban tocar en bodas y fiestas, pero Andy las convenció de llamarse Versatilis y de tocar una versión ultra lenta de “Queremos pastel”. La tonada y la letra se extendieron tanto, que el resultado fueron treinta minutos de lamentos espeluznantes, que muchos juzgaron como misas blasfemas en latín.

Para estos momentos, el Undergrasa alcanzó su máxima refinación. Aparecieron lujos como los sillones de la Coca-Cola inflables, la colección más grande de calendarios de carnicerías y el famoso “Pasillo de la fama”, una colección de banderines, fotos y trofeos del equipo de futbol local: el Sporting Azcapotzalco Real Sociedad.

La diversidad sexual también tuvo cabida en el Undergrasa, gracias a los Tulas Traes, grupo de Glam rock originario de Tula, Hidalgo. Un reportero de la revista Rolling Stone, que llegó al lugar por error, escribió que la banda “recordaba a los New York Dolls en sus peores años”. El panorama electrónico despuntó con Koblenz, formado por integrantes que eligieron sus nombres artísticos: Martín Gorostiza, empleado de un café internet, se convirtió en Martín Gore; Nicolás el tornero, fue Nik Turner y un excéntrico operador de máquinas, llamado Brayan Enoch, subía al escenario con estolas y pelucas bajo el nombre de Brian Eno. Su concepto musical involucraba ruidos creados con taladros, compresoras y láminas cortadas con motosierra. Andy los vetó cuando llegó el recibo de la luz tres veces más caro.

En el Ska el grupo revelación estuvo formado por Escamilla, Escalante y Escandón, excelentes trompetistas, quienes se conocieron en la Escuela Superior de Comercio y Administración (ESCA). Otro grupo de verdad alternativo fue The Tupperwares, formado por niños. Sus instrumentos eran parte del catálogo de la famosa marca de refractarios. Todavía se recuerda su versión de “In-A-Gadda-Da-Vida”, con un largo solo de baterías de cocina, topers y un pianosaurio. Su carrera terminó cuando sus madres se dieron cuenta de que faltaban cosas en su cocina. El Surf nunca pudo desarrollarse en el Undergrasa, pues nunca hubo agua en el baño, ni mucho menos olas.

El último concierto del lugar, de acuerdo a una vieja propaganda, fue:

Los Goyos (Fusión de cantos gregorianos con ritmos guapachosos)

Musgo & Heno (Villancicos clásicos de sensual inspiración lounge)

Quelites Boyz (Combinación de trova de protesta y Hip Hop)

Edgar, Alan y los Pos (poesía musical, denominada tambora-beatnik)

Si alguien tiene una grabación de alguno de los míticos conciertos del Undergrasa, por favor comuníquese conmigo.

 

Enrique Escalona (Ciudad de México, 1975). Es egresado de la UAM Xochimilco en Comunicación Social. Ha sido guionista de televisión, colaborador y fotógrafo para revistas de viaje. Obtuvo mención en el XX Premio FILIJ de Cuento para Niños y Jóvenes. Tiene publicada la novela infantil 'La nariz de los Guadarrama' con Edebé y un cuento en la antología de ciencia ficción '4 esquinas del universo. Rosseta' con la UNAM. 

*El presente texto es un ‘spin-off’ acerca de Andy Guajardo, un personaje secundario de ‘Fuimos una banda de rock’, novela ganadora del Premio Nacional de Literatura para Jóvenes FeNaL-Norma 2017.

 

 


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