Narrativa breve: Aguaje para prolongar la sed 

León, Guanajuato

Literatura

Narrativa breve: Aguaje para prolongar la sed

Por Margarita Isabel Vázquez Castillo   22/12/20

I

La narrativa de mi infancia

es agua,

es calor

y son mis abuelos.

Estoy mojada.

Soy un pez

o una tortuga

que solo sabe llorar.

Abuelo tenía la nariz grande

y las orejas aún más,

de niña me daban miedo.

Abuelo se levantaba

temprano a rezar

y a escuchar la radio,

comía a sus horas

por eso jamás engordó,

eso decía la gente.

Familia culpa mi débil sistema nervioso

a que abuela y abuelo me dieran café

desde niña,

a veces creo que tienen razón

pero ellos chopeaban las galletas

con el café,

y yo los imitaba

porque abuelo, abuela y yo

fuimos una tribu:

pingüinos sudorosos.

Abuelo siempre quería salir.

Tomábamos carretera.

El paisaje siempre el mismo:

fuerza vendaval,

ceiba desnuda,

fruto tropical,

más agua que tierra.

Cuando abuelo

regresaba de la calle

yo corría a llevarle

sus chanclas de plástico

que siempre estaban

detrás de la puerta,

esperando por él.

Todos nuestros recuerdos

están ligados a la infancia:

Abuelo ya tenía canas cuando yo nací.

Abuelo siempre fue abuelo

y yo siempre fui nieta.

II

Cuando abuelo murió yo estaba lejos.

Crecí y me alejé,

me alejé lo más que puede

y cuando esa distancia se acortó

me alejé aún más.

Era jueves,

yo solo supe llorar

y gritar en un idioma

que nadie entendía.

Como el Usumacinta,

me desbordé.

A una nunca le dicen que

un día los abuelos morirán:

los abuelos no murieron,

solo abuelo.

Abuela no llora, duerme todo el día.

Abuela no está sola

pero abuelo ya no está

y eso, después de tantos años

es como estar sola.

III

Me da miedo volver a casa,

no la he visto

desde la ausencia

de abuelo.

Percatarme de que la silla

donde solo él se sentaba

está vacía, porque abuelo

siempre se sentaba en la misma silla

como para darle un orden a la vida.

Me da miedo volver a casa

a la que no era suya ni mía

pero fue la última donde abuelo

vivió,

y ver la ausencia real,

el hueco en el sillón

donde esperaba

la llegada

de la comida.

Mirarme el espejo,

escuchar su voz

difuminarse en mi memoria,

o ver sus chanclas de plástico,

huérfanas,

como yo.

Margarita Isabel Vázquez Castillo (Tabasco, 1996). Estudia gestión cultural y es parte de ¡Por favor, lea mujeres!, círculo de lectura enfocado en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas.


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