Ver para comer 

León, Guanajuato

Cine y Escénicas

Ver para comer

Por Diego Enríquez Macías   19/11/20

Sobre una tabla de madera, en un plano a detalle, vemos unas manos rebanando un diente de ajo finísima y delicadamente con una navaja de afeitar. “En prisión, la cena era siempre un gran evento” nos relata en off Henry Hill, el protagonista de la historia. La imagen corta a Paulie, el tosco y corpulento jefe mafioso, ahora en prisión, igual de poderoso que fuera de ella, temido y respetado, aunque lo suficientemente delicado, sensible, como para amar la cocina, respetarla y honrarla con la paciencia necesaria como para hacer rebanadas casi transparentes de un solo diente de ajo. Cortamos y vemos a los demás mafiosos, a los otros wiseguys preparando el resto de la cena, discutiendo no sobre casas de juego, asesinatos o cosas de mafiosos, sino por cuánta cebolla debe ir en la salsa. De fondo, suena Beyond The Sea, interpretada por el también italoamericano Bobby Darin.

 

Martin Scorsese hace girar Goodfellas (1990) a través de la cocina. Todo se arregla bebiendo cerveza y asando salchichas en un patio, comiendo pasta hecha por la Mamma (es la propia madre de Scorsese interpretando el papel) en una breve parada técnica mientras se disponen a desaparecer a otro mafioso que yace en la cajuela del auto. Todo en la vida, gira en torno a la comida. Comer es mucho más que satisfacer una necesidad fisiológica. Es una forma de trascendencia e identidad cultural. 

 

Alrededor de una mesa, de sus aromas, sus sabores, sus formas, se estrechan relaciones, se intima, se ríe. Cocinar es una declaratoria de amor. Nuestra existencia gira en torno a comer. De la vida a la muerte, como en la historia inmortalizada por Roberto Gavaldón en 1960, de aquel humilde campesino que visitado por los entes del bien y del mal cuando huye al bosque para poder comer un guajolote entero sin tener que compartirlo con su familia, encontrándose en su travesía onírica a la indigestión y a la Muerte ataviada de un zarape negro. En la emblemática Acorazado Potemkin (Einseistein, 1925) es la comida podrida la que impulsa a la tripulación del acorazado a amotinarse contra los oficiales. Más allá de la carga simbólica, la falta de comida es el hecho tangible que impulsa a la trama. Ser despojados del alimento, del goce que implica comer, más allá de la necesidad nutricional, han llevado al cine a visiones sobre un futuro distópico.

En Cuando el destino nos alcance (Flesicher, 1973) la comida real es un privilegio de las clases dominantes y las corporaciones producen comida sintética para el resto de la población, unas galletas llamadas Soylent Green, horribles y nada apetecibles bloques de color verde cenizo cuya materia prima, resulta ser cuerpos humanos de personas que voluntariamente decidieron la eutanasia como el método para dejar de sufrir el caótico mundo posapocalíptico privado del goce gastronómico. 

 

La directora Nora Ephron nos narra a través de Julie & Julia (2009) la trascendencia cultural de la comida en la pantalla, y cómo los medios audiovisuales han acercado a nuestras miradas las concepciones gastronómicas de diversas culturas, contándonos cómo Julia Child en los 60’s, a través de la televisión, acercó al público la gastronomía francesa y la elevó al plano de lo realizable en las cocinas de cada hogar. 

 

David Gelb a través de una visión documental eleva a poesía casi onírica la historia de la búsqueda de la perfección minimalista de la comida japonesa en Jiro dreams of sushi (2011), para luego trasladar esas visiones documentales desde lo cinematográfico, a toda pantalla en la revolucionaria de la cultura popular serie de Netflix Chef’s table, en la que perpetúa las nuevas visiones gastronómicas y la gran revelación que supone la belleza gastronómica para las nuevas generaciones, descubriendo nuevamente a través de nuestras propias vivencias, memorias de platillos en la mesa de la abuela y las ansias del descubrimiento y la experimentación culinaria, cómo nuestra narrativa girará siempre alrededor del poderoso discurso de un buen plato.

 

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 122: bit.ly/Alternativas122


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