El arte de la información en épocas de confusión 

León, Guanajuato

Ciencia, Educación y Tecnología

El arte de la información en épocas de confusión

Por Vania Jaramillo   11/06/20

Estar bien o mal informados; lo que sea, pero las personas quieren estarlo. La información es un puente, una herramienta para conocer, advertir, continuar y, en estos tiempos, para prevenir.

Actualmente estamos tan enfrascados en la inmediatez y un ejemplo de ello es nuestro scroll en el celular, que hace que en unos minutos tengamos cientos de datos; por supuesto, no todos procesados, y menos si decidimos cambiar de ventana a una red social en donde cada publicación nos asegura que lo que se dice es 100 por ciento real. ¿Por qué? Porque lo dice el que lo publica, porque es su opinión, por sus fuentes (de donde sea que hayan salido), dicen que así es.

Ya decía Umberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”. (La Stampa. Junio, 2015).

Pero no todo son las redes sociales, aunque creamos que así lo es. Todo tiene una repercusión como creer, por ejemplo, que el coronavirus es falso y que las naciones, que no se han puesto de acuerdo para temas cruciales como la economía, lo hagan ahora para propagar un pánico global. Ahí radica el poder de estar informando y el alcance real de conocer a dónde acudir para liberar las dudas, acrecentarlas o mitigarlas.

La información y quienes vivimos de eso, debemos adoptarlo y ‘tatuarnos’ que se trata de un ser- vicio público y que debe, por tanto, estar bien hecho. De ahí parte que el lector, el ciudadano o a quien no le gusta leer, regrese (aunque quizá no todos se hayan ido) al medio de comunicación para saber qué sucede o cómo actuar ante lo que acontece.

Vamos, la contingencia en su día (ya perdí la cuenta) nos ha reafirmado que la información es poder, claro, al alcance de cada quién.

Sucedió en Estados Unidos con unos senadores —por supuesto privilegiados— que obtuvieron datos antes de que la crisis por la pandemia se agudizara. De acuerdo con el centro de investigaciones de ProPublica, el senador Richar Burr vendió en febrero acciones por un valor de entre 628 mil a un millón 700 mil dólares. No fue el único, otros cuatro senadores hicieron lo propio.

Ante esto, el Fondo Legal para la Democracia Estadounidense (ADLEF) pidió una investigación de ética ante el comportamiento “extraño” de Burr.

Del otro lado está aquel habitante en una comunidad rural (y ya ni siquiera hay que caer en este prototipo, ubiquémonos en una de las colonias más alejadas en cualquier municipio) en donde quizá la televisión o las redes sociales son el medio formal que tienen para mantenerse informados, sin olvidar las cadenas de WhatsApp y todos esos hilos falsos.

Incluso dejemos a un lado la tecnología, la información de boca en boca viaja rápido y es más fácil creerlo. Así exactamente así, deben viajar las noticias, rápido, pero verídicas y objetivas.

El debate ha evolucionado alrededor de los medios de comunicación: si la prensa escrita va a desaparecer, si los medios digitales están más sumidos en conseguir un clickbait que en informar de verdad.

Los lectores tienen miles de plataformas de dónde escoger, si perderse en una nota informativa con cientos de números sobre pacientes contagiados o distraer su mente en un video que cause gracia.

Quizá es la contingencia la que nos ha puesto a la altura de entender las dos partes: si estamos informados, sabremos de qué forma seguir adelante —aunque no vendiendo las acciones millonarias como el senador estadounidense— pero quizá con algo de más valía como cuidar a nuestra familia, enterarnos cómo apoyar la economía local. Y no solo en esta pandemia sino en las muchas que enfrentamos diariamente: la desigualdad, la discriminación, la pobreza.

La tarea va en dos vertientes: como periodistas en nuestros medios a obligarnos a hacer un buen periodismo, como decía Alex Grijelmo que ese servicio público de verdad le sirva a la ciudadanía. Y la otra, que pidamos un ‘chance’ a la ciudadanía apretando ese botón de compartir, pero con consciencia.

No hay opción, informarnos para saber dónde estamos y si podemos continuar y cómo podemos hacerlo. Ya hemos demostrado que una ciudadanía informada puede hacer la diferencia en una pandemia, ojalá podamos acabar con la otra: la desinformación.

Vania Jaramillo Sánchez. Licenciada en Periodismo Digital, reportera desde hace ocho años en prensa escrita y plataformas digitales. Estudiante del Diplomado de Periodismo de Investigación por el CIDE. D @VaniaJaramilloS

Referencias

GIANLUCA NICOLETTI. (2015). Umberto Eco: Con i social parola a legioni di imbecilli. Mayo, 2019, de La Stampa. Sitio web: https://www.lastampa.it/cultura/2015/06/11/news/umberto-eco-con-i-social-parola-a-legioni-di-imbecilli-1.35250428?refresh_ce

 

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 118: http://bit.ly/Alternativas118


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