La ‘ensordecedora’ máquina de las imágenes 

León, Guanajuato

Cine y Escénicas

La ‘ensordecedora’ máquina de las imágenes

Por Diego Enríquez Macías   06/02/20

Tal vez el hecho de que el cine fuera mudo en sus inicios, fue el factor decisivo para su rápida expansión a lo largo y ancho del mundo: sin diálogos, las barreras lingüísticas no existían, y por tanto, las películas dependían tanto de las capacidades histriónicas, como de las habilidades de quien ideaba las puestas en escena. 

Se apagan las luces del salón y un haz que viene del fondo ilumina un gran telón dispuesto a manera de pantalla. En ella se proyecta, de manera lógica, un fragmento del pasado. Aunque lo que el atónito público tenía delante de sus narices era el futuro. Y no era la imagen lo que dejara sin palabras a la audiencia: era el hecho de que éstas se movieran sobre la inerte pantalla blanca. 

Se abría un portón de una gran bodega, y tras ello, decenas de obreros salían de la fábrica instalada en su interior. Aquel 28 de diciembre, en el número 14 del Boulevard des Capucines, en París, faltaban unos cuantos días para que terminara el año de 1895, marcado en la historia como el día en que la humanidad vio la luz del cine por vez primera. 

Los hermanos Louis y Auguste Lumière pasaron a la historia como los creadores del cinematógrafo, un dispositivo tecnológico que permitía la entrada de luz (Lumière, en francés, curiosamente) a una película con una emulsión fotosensible en la que se plasmaba la imagen frente al aparato. Nada que no hiciera ya la fotografía que existía desde las primeras décadas del siglo XIX, pero este nuevo invento tenía la particularidad de que la película se movía de una bobina a otra pasando detrás de una pieza que hacía intermitente el paso de la luz, plasmando en la tira de celuloide una serie de imágenes fijas en secuencia, que al momento de ser proyectadas en la misma velocidad, daba la ilusión del movimiento.

Aunque este nuevo medio, del que los propios inventores no sospechaban el impacto que tendría en el futuro de la humanidad, aún era un medio de un espectro visual. Las obras de las primeras décadas de cine fueron técnicamente mudas porque no existían los medios tecnológicos que hicieran posible que el sonido corriera en sincronía con la imagen, aunque la comprensión de la necesidad narrativa del sonido surgió desde las primeras formas narrativas cinematográficas. El hecho de que las películas no tuvieran sonido incorporado no significaba que sus nuevas y crecientes audiencias fueran sordas. Algunos autores incluso señalan que el sonido del proyector era tan fuerte que necesitaban algo que lo atenuara. Con ello surge el primer acercamiento a dotar de voz al espectro sonoro del entonces nuevo medio ya audiovisual: la música cinematográfica. 

Los propios Lumière, en su afán de hacer más atractivo su nuevo invento y su promoción para la venta a gran escala, comenzaron a dirigir sus primeras puestas en escena que iban acompañadas de partituras que no sólo llenaban la sala de proyección con un sonido, sino que la música acentuaba el efecto de la narración mostrada. 

Fueron los primeros cineastas los que en los primeros años de existencia del nuevo medio dieron enormes saltos con la experimentación técnica de la cámara y sobre todo, la de cortar y montar lo rodado con ella, convirtiéndolo verdaderamente en ese gran fenómeno narrativo que sigue dejándonos atónitos al apagarse las luces de la sala.

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 114


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