Dualidad helénica: La filosofía y la literatura en los griegos clásicos

A lo largo de los siglos de la tradición intelectual occidental, la filosofía ha recurrido con frecuencia a la literatura y viceversa. Si bien la literatura es más antigua que la filosofía (los poemas homéricos y hesiódicos precedieron a los diálogos platónicos y a los tratados aristotélicos, p. ej.), también la primera se ha nutrido prolijamente de las ideas filosóficas para sus ficciones, para la praxis de la creación literaria per se. 

Algunos de los primeros textos filosóficos fueron escritos en verso, recordemos los poemas de Parménides y Empédocles. Filosofía y poesía formaban una simbiosis para los presocráticos. Y nadie puede negar que en Homero y en Hesíodo ya estaban esbozados los grandes problemas filosóficos. Con el paso del tiempo filosofía y literatura tomaron derroteros distintos. El caso de los fragmentos de Heráclito es ejemplar, su libro principal se perdió para la posteridad, únicamente se salvaron algunos fragmentos; ni mito ni poesía: el pensamiento heracliteano se vertió en deslumbrantes e imperecederos aforismos. 

La racionalidad filosófica surgió como crítica del mito y de la religión, y la literatura misma a través de sus géneros emergió de la mitología, es una rama imaginativa emanada de la sacralidad de la cosmogonía mítica. La filosofía al nacer tiene clarísimo que no desea crear imágenes, sino ideas, desea trascender el mundo de las apariencias para adentrarse al reino del ser. No quiere la doxa, sino la episteme; no la póiesis, sino el logos: la alétheia desnuda. 

Se han escrito ensayos esclarecedores sobre el influjo y/o repulsión entre la literatura y la filosofía en la antigüedad helénica; pienso en el brillante libro de la pensadora española María Zambrano (Filosofía y poesía, 1996), donde interpreta acertadamente la escisión entre póiesis y logos en los albores del pensamiento griego, nos dice que algunos contados mortales han logrado fusionar en su persona ambas facetas del espíritu humano, pero la norma es que son antípodas; o se es poeta o se es filósofo. División que algunas excepcionales ocasiones ha desparecido y generado obras de arte imperecederas. Platón expulsó de su república utópica a los poetas, pero él mismo había sido uno de ellos y ¿quién será tan insensible como para negar la belleza que resplandece en las obras platónicas?

No hay que confundir, sin embargo, que la finalidad tanto de la filosofía como de la literatura es distinta, persiguen objetivos muchas veces opuestos. Y el filósofo no está obligado a escribir estéticamente, con estilo literario sus pensamientos; ni el literato está obligado a desarrollar ideas o planteamientos epistémicos u ontológicos en sus novelas, dramas o poemas. 

La creación literaria y el pensamiento filosófico estaban unidos simbióticamente en la antigüedad clásica pre-aristotélica, pues Platón aún echó mano de recursos propios de la literatura, como son sus diálogos ficticios con personajes imaginarios (aunque inspirados en personas reales como Sócrates), aunque no por ello falsos, sino todo lo contrario, Platón buscó toda su vida la verdad. Los Diálogos además de ser una de las obras inmortales de la filosofía por su hondura de pensamiento y por su sistematicidad metafísica, entre tantas otras virtudes intelectuales; también es uno de los clásicos eternos de la literatura, debido a su belleza expositiva y a la plasticidad evocativa donde se fusionan todos los géneros literarios; paradigma de las bodas entre la creación y el pensamiento. 

Francisco González (León, 1978). Publicó recientemente el libro Del devenir (El Canto del Ahuehuete, 2019), el cual fue presentado en Fenal 30.   

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 110: http://bit.ly/Alternativas110