45 segundos 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

45 segundos

Por Víctor Manuel Reyes Espino   07/08/19

 

Cuarenta y cinco segundos es el tiempo que calculo entre la atención que mi interlocutor presta a nuestro encuentro y la desesperada intención de revisar su pantalla portátil, un ejercicio ocioso, lo sé, pero me permite poner atención y observar, entre otras cosas, la relación existente entre el aparato y la propia corporeidad. Me doy cuenta que el aparato se ubica la mayor parte del tiempo en dos puntos clave del portador: las manos o bien un bolsillo cercano al corazón. Curioso suceso dado que históricamente en la configuración de nuestro lenguaje corporal, las manos ocupan un lugar clave en la determinación de la confianza interpersonal, y ni qué decir del corazón el pecho, para ser más exacto— lugar reservado para lo íntimo, lo entrañable. Significativos lugares en los que ordinariamente vinculamos nuestras pantallas en nuestra cultura actual, los relacionados con la confianza y la intimidad.

Nos encontramos la era de las pantallas, una época que deja atrás el paradigma clásico de los mass media y nos coloca en un momento donde la portabilidad, la hipersegmentación de contenidos, la saturación informativa, la interconexión global individualizada, el imperio de la virtualización y la sofisticación del espectáculo han moldeado narrativas y rediseñado las formas de interacción y apropiación del mundo, creando y reconstituyendo imaginarios, reconfigurando las estructuras económicas, políticas, educativas y culturales de nuestro tiempo. Esta época, intuida e inicialmente caracterizada por los trabajos de Lipovetsky1 y continuada por otros como Castells2 o Igarza3, nos sugiere repensar nociones como el de ciudadanía wifi, el post urbanismo, la economía big data y la hibridación socio algorítmica, en suma con todo aquello que implique una reorganización en la percepción/gestión de nuestro espacio-tiempo.

Pero ¿qué es lo que buscamos en este pequeño brocal pantalla-mano, en el que nos asomamos frenéticamente en lapsos continuos e intermitentes? ¿Información, imágenes, cotidianidad, interconexión? Tal vez, aunque siguiendo las intuiciones de Z. Bauman4, probablemente lo que buscamos en este inmenso y profundo pozo informativo cuyo brocal es la pequeña pantalla que portamos, refiera más a lo determinado por la dinámica de la liquidez y el imperio del ahora. Es decir, lo que importa es lo inmediato, el instante, donde la novedad fugaz es la moneda de pago para la inclusión, lucha encarnizada por ser in y no out, (en este parloteo posmoderno donde las fronteras lingüísticas se diluyen en constantes hibridaciones). 

Estar dentro exige ser lo nuevo, lo rápidamente cambiante, lo poseído; mientras que el quedar fuera es habitar la periferia de lo permanente, lo continuo y lo otorgado. Así, no mirar el brocal por unos instantes, hace que nos asalte la angustia ante la posibilidad de ser excluidos por no estar al tanto de todo aquello que pudiera estar fluyendo en nuestro microuniverso socio reticular durante esos 45 segundos que este otro, ser presente, concreto y permanente que se encuentra frente a mí, me hace perder.

No sé si el problema radica en la irrupción de las pantallas en nuestra vida (intuyo que no), lo que sí creo es que dicha irrupción nos está llevando a una reconfiguración en las formas y sus consecuentes fondos a partir de los cuales los ejes sobre los que estructuramos nuestras experiencias vitales como son el espacio y el tiempo toman un nuevo sentido. Es evidente que estamos en una época de transición paradigmática cuya incertidumbre natural nos lleva a lo que Byung-Chul Han5 refiere como a la sociedad del cansancio, donde la euforia por la novedad y la adicción hacia el cambio termina por desarrollar un agotamiento crónico, enfrascados en una carrera frenética hacia el sin sentido y donde la posibilidad de detenerse y gozar de vez en cuando con lo permanente no es opción.

Seguramente alguna mente inquieta y apelando a los cuestionamientos propios de nuestra época se preguntará si el autor de este trabajo no usará pantalla en su cotidianidad; satisfago su curiosidad: sí uso, aunque sigo prefiriendo compartir mi tiempo y detenerme un poco con el otro que está frente a mí, concreto y acontecido, sobre todo si es acompañado con una aromatizada taza de café.

Referencias.

(1)    Lipovetsky G, Serroy J. La pantalla global: Cultura mediática y cine en la era hipermoderna. Barcelona: Argumentos Anagrama; 2009.

(2)    Castells M. La sociedad red. Volumen 1. España: Ed. Alianza; 2005.

(3)    Igarza R. Burbujas de ocio. Nuevas formas de consumo cultural. Buenos Aires: La Crujía, 2009.

(4)    Bauman Z. Modernidad Liquida. México: Fondo de Cultura Económica, 2003.

(5)    Byung-Chul H. La sociedad del cansancio. España: Herder 2012.

 

Víctor Manuel Reyes Espino. Obtuvo el grado de Licenciado en Comunicación, Universidad Iberoamericana, México; el grado de Maestro en Educación por la Universidad De La Salle Bajío, México. Es docente en la Licenciatura de Artes Digitales en el Departamento de Arte y Empresa en la División de Ingenierías Campus Salamanca de la Universidad de Guanajuato.

 


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