Kitsch: ¿fealdad en el arte para las masas? 

León, Guanajuato

Arte y Tendencias

Kitsch: ¿fealdad en el arte para las masas?

Por Silvia Palacios   28/02/19

Pretensión, imitación, cursi, vulgar y arte para las masas, son algunas de las palabras que más se usan para definir el kitsch, acaso considerado el ‘patito feo’ del arte.

Los cánones de belleza acapararon las expresiones artísticas desde la época de los griegos, quienes se afanaron en representar la perfección del cuerpo humano bajo un ideal platónico. Constituyeron la medida de siete cabezas equivalentes al tamaño del cuerpo humano y se dedicaron a perfeccionar la técnica para recrear a detalle cada pliegue del cuerpo.

Así, el canon de belleza predominó por cientos de años hasta que aparecieron las vanguardias y el posmodernismo, en los cuales se buscó romper los estándares de la estética y se cuestionó qué tanto importa la belleza en las obras de arte. Poco a poco se fueron quebrando los parámetros establecidos, dando más relevancia a los sentimientos, a través del expresionismo, entre otros estilos.

Fue en el siglo XX que surgió el movimiento kitsch, cuestionado desde su origen por considerarse un estilo vulgar, cursi y una copia.

Bajo un origen peyorativo que significaba “basura cultural”, Múnich fue la ciudad que lo vio nacer entre los años 1960 y 1970. Se refería a las piezas de arte adquiridas por los nuevos ricos de la ciudad que pretendían ser de la alta burguesía, pero no podían costear obras “originales”.  

Es en la pequeña burguesía donde se ve más claramente el afán de copiar, afán que va extendiéndose social y geográficamente con mucha mayor rapidez en el siglo XX, con el concurso de museos y galerías de arte, tiendas, radio y TV, revistas y periódicos. Ya los obreros y campesinos quieren decorar sus casas y sus cuerpos con formas originalmente burguesas, transmitidas a través de las pequeñas burguesías y de los medios de masificación de ropa y zapatos, gestos, vocabularios y maquillajes, libros, papel tapiz y paladares, música, automóviles y tours. El buen gusto coquetea con el último grito de la moda (Ariés y Duby, 1991).1

Colores estridentes, retratos de lo popular y reproducción e intervención de obras de arte de otros movimientos, son parte de las características del kitsch, donde destacan artistas como Pierre et Gilles, Susan Sontag, David LaChapelle y Jeff Koons.

México también tiene sus representantes y uno de ellos es el pintor Jesús Enrique Emilio Helguera, cuyas obras resultan ser más populares que el mismo artista. Helguera trabajó por años para una empresa cigarrera donde pintaba obras que caían en lo tradicional y lo ‘cursi’. En éstas aparecía la damisela despidiendo o recibiendo al charro de sus amores, la mujer con su cántaro o la admiración de toda una familia hacia la imagen religiosa que está en el hogar.

De acuerdo con varios estudios de este movimiento realizados en Latinoamérica, la fiesta de XV años también entraría en lo kitsch; ese evento popular lleno de adornos hechos en serie, los recuerditos que terminarán en la alacena de la casa del invitado y la imitación de joyas con brillantes, son algunos de los elementos que lo ligan a dicho movimiento. Siguiendo ese tenor, podría considerarse que México es uno de los ‘paraísos’ del kitsch.

La premisa de que una obra de arte es única y bella, la desvalorización del kitsch, y el estilo en sí, han derivado en que más que reconocerse como un movimiento artístico, termine como una serie de productos, no necesariamente bellos, que se pueden adquirir en cualquier tienda.  

Pero, aunque ha sido refutado desde su nacimiento, el kitsch ha sobrevivido hasta convertirse en un movimiento artístico que, sin mayor ruido, podría decirse que predomina en nuestros días ¿o no es acaso que en un mundo capitalista impera lo hecho para las masas?


 

1.  Hernández H., Marisela, Hernández A., María Elisa, El buen y el mal gusto, aquí entre nosotros. Revista de Ciencias Sociales (Ve) [en línea] 2004, X (enero-abril). Disponible en:http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28010103.


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