La intimidad como atractivo turístico 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

La intimidad como atractivo turístico

Por Tania Pérez I Foto: Timothy Buck, unsplash.com   17/01/19

Cuando se cumple la expectativa que plantea Airbnb, “No vayas allí, vive allí”, el viaje se vuelve una experiencia única.

La casa era tan amplia que había espacio para que los perros, dos cockers spaniels, permanecieran libres pero lejos de mí, la única huésped de la noche. Me recibió una mujer mayor de 40 años que me hablaba con extrañeza y de ‘usté’, me guió hasta la alcoba que alquilé a través de Airbnb, era mi primera vez.

La cama estaba al centro del cuarto, era un colchón matrimonial sobre el piso de madera perfectamente pulido. A los costados, pegados a la pared, dos estantes llenos de películas y libros sobre cine. En un escritorio, una lámpara y fotografías, en todas se repetía un joven sonriente. Él era en realidad el dueño del cuarto.  

El baño de la habitación estaba convertido en clóset, así que debía salir, bajar un par de escalones y recorrer un pasillo para llegar a uno. Éste era casi tan amplio como la alcoba. Tenía una tina vintage y a un costado de ella, unos vitrales como de musas romanas jugando con agua.

En el desayuno del día siguiente conocí a mi anfitriona, una chica que rondaba los 30 años. Me contó entre café y fruta -la comida incluida en la reservación- que sus padres les dejaron como herencia esa casa en Ciudad de México y que decidió rentar el espacio para conseguir un dinerito extra cuando su hermano menor dejó el país para estudiar cine. Habló también sobre su carrera, abogada especializada en derechos de autor, de su nana -la persona que me recibió-, la muerte de sus padres, y de las amenidades de la colonia, que incluía recomendaciones culinarias de día y de noche, lugares de interés, así como una guía de transporte público en las cercanías de la casa y de los lugares que le comenté iba a visitar.

Por más que se esfuercen, que tengan guías turísticas y te sonrían cada que entres y salgas, un hotel jamás ofrecerá estas enriquecedoras experiencias que, si bien no descubrió o inventó Airbnb desde su fundación en 2008, popularizó y volvió confiable esta forma de viajar (que aún no está del todo regulada por la ley y la principal crítica es la omisión del pago de impuestos por parte de los arrendatarios) que te permite conocer el quid de la vida cultural de un lugar: los hogares de sus habitantes, porque te mete, literal, hasta la cocina.

Al hospedarte con una familia, una pareja, un grupo de amigos o un anfitrión que vive solo o sola, es posible reconocerlos en sus rutinas donde se reflejan las verdaderas costumbres de la sociedad actual, pues los conocemos en la intimidad, en el mejor de los sentidos: si tienen o no imágenes religiosas en el hogar; si hay librero y si sí, con qué tipo de libros; si la tele va en la alcoba, el comedor, la sala o no va en ninguna parte de la casa; si suelen pasar tiempo en el hogar, si son ‘workaholic’ o fiesteros y hasta con qué se enfiestan.

Este tipo de vivencias pueden amplificarse si el usuario está dispuesto a pagar, además del hospedaje, una ‘experiencia’, pues la misma aplicación ofrece actividades con un guía de turistas no certificado; son recorridos, visitas, clases, actividades artísticas o catas ofrecidas por el propio superhost o por personas locales que conocen mejor y más a fondo la colonia o la ciudad.

Entre los servicios extras a contratar puedes encontrar conciertos íntimos con artistas locales en lugares exclusivos, clases de cocina típica con chefs o cocineras tradicionales, Dress Up in Drag que incluye caracterización inspirada en la época del Cine de Oro mexicano y la fiesta, así como actividades aparentemente básicas pero con un toque especial, como caminatas fotográficas donde el contratista es la estrella, Running tours por sitios históricos con todo y su explicación en inglés o español, Street tours con el objetivo de conocer murales históricos de grandes pintores pero también los mejores grafitis de la zona, o recorridos en mercados o barrios ‘pesados’.

Entre las más de 90 mil opciones de hospedaje que actualmente se ofrecen en México a través de Airbnb (aunque algunos son en realidad cadenas de hoteles dadas de alta con prestanombres, con “nuevas” opciones de hospedajes), muchas se concentran en famosas zonas turísticas del país como Cancún o el centro de la Ciudad de México, esto genera una actividad económica millonaria que por consecuencia, cambia las colonias o áreas donde por cuadra o manzana hay gran variedad de alojamientos, pues ésta se gentrifica y provoca que los negocios establecidos cambien y lleguen otros, que las vialidades y espacios públicos se modifiquen y hasta que la plusvalía suba y los habitantes ‘de toda la vida’ deban cambiar su residencia.

En pocas palabras, este tipo de dinámica provoca incluso que la vida cultural de un lugar mute por la revalorización de los elementos tangibles o intangibles que conforman el atractivo turístico visitado, y esta metamorfosis de la zona puede ser buena o mala, dependiendo del respeto que los anfitriones y viajeros muestren a la vida cultural ‘natural’ del lugar.    

Texto publicado originalmente en Revista Cultural Alternativas 101. La intimidad como atractivo turístico. 


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