Poeta con piel de cocodrilo

Poseedor de una de las plumas más talentosas que ha dado la poesía mexicana, sus textos conjugan el amor, la soledad y la protesta política, así como la sutileza verbal, el humor y la enérgica expresión coloquial.

Oriundo de Silao, Guanajuato, Efraín Huerta Romo, nació un 18 de junio de 1914 en plena Revolución Mexicana la cual tuvo un impacto importante en su crecimiento. Y aunque fue oficialmente registrado como Efrén, desde sus primeras publicaciones en la primaria en León, Guanajuato, firmó como Efraín Huerta, por influencia de sus hermanos mayores quienes le decían que Efraín era mucho más eufónico que Efrén.

Siendo adolescente decide cambiarse el nombre legalmente y se traslada a la Ciudad de México para estudiar la preparatoria y, posteriormente, seguir la carrera de leyes en la UNAM, aunque solo cursa dos años, ya que continúa escribiendo poesía intercalando las materias de derecho, y cuando se publicó en 1935 su libro “Absoluto amor”, dejó la escuela para dedicarse de lleno a la escritura.

Escribió profusamente sobre el tema del amor, percibiéndose en sus versos una ternura desolada no exenta de rebeldía. Uno de sus mejores poemas es, sin duda, “El Tajín” (1963), en el cual con gran lirismo y exacta eficacia en el uso de sus recursos verbales, recrea la grandeza de una antigua cultura mexicana.

Además del amor, su poesía conjuga la soledad y la protesta política, así como la sutileza verbal, el humor y la enérgica expresión coloquial. Entre sus libros fundamentales están “Los hombres del alba” (1944), “La rosa primitiva” (1950), “Circuito interior” (1977). Y entre sus textos emblemáticos varios de ellos versan sobre la caótica vida urbana, y acerca de la injusticia social y la violencia de los mecanismos del poder.

Efraín Huerta se casó en dos ocasiones, primero en 1941 con Mireya Bravo, destacada feminista, a la cual conoció una década antes; su eterno amigo Octavio Paz fue el padrino de bodas. Y en 1957 con Thelma Nava, una destacada poeta con la que conoció gran parte del país.

En su última fase de producción, Huerta desarrolló una nueva tendencia: los “poemínimos”; los cuales son pequeños versos juguetones, donde se exploran tópicos con humor, ironía, cinismo y sarcasmo.

En 1973, Huerta fue diagnosticado con cáncer de laringe; fue operado y le removieron el órgano pero lo dejó sin voz, haciendo necesario que tomara rehabilitación foniátrica para aprender a hablar de nuevo. Murió el 3 de febrero de 1982 en la Ciudad de México a causa de una insuficiencia renal, y fue sepultado en el panteón Xochitepec.