Pócimas mágicas (Segunda parte) 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Pócimas mágicas (Segunda parte)

Por María Luisa Vargas San José   01/12/17

En octubre platicábamos acerca de toda la magia que nos rodea, aquella que se nos vende en las farmacias, y esa otra que, desde tiempos de Maricastaña subsiste en la alacena herbolaria de las mil infusiones que nos preparan las abuelas, magia buena, pues… pero ¿y la magia mala, la negra y peligrosa magia?

 

Las brujas “de a deveras” hoy en día son respetables y temidas, como en sus mejores tiempos, antes de la gran persecución que sufrieron en la Europa, cuando hubo  entre los siglos XV y XVIII medio millón de personas encontradas culpables de brujería y quemadas en la hoguera. Sus crímenes fueron básicamente dos: primero, tener pacto con el diablo y con ello obtener y ejercer el poder de matar la vaca y los pollos del vecino, secar las siembras y desatar plagas y pestes a discreción; y segundo, hacer largos viajes por el aire, montadas en escobas voladoras, hacia lugares ignotos en los cuales poder celebrar aquelarres espantosos y orgiásticos sin invitar a ningún muggle. (Humanos sin magia, según la definición de la experta en magia moderna J.K. Rowling)

Lo más probables es que la enorme mayoría de estas personas solo fueran chivos expiatorios víctimas de las necesidades políticas del poder civil y eclesiástico y también, por qué no, de la envidia, la codicia, la avaricia y la perversidad de sus vecinos que, en efecto dominó, acabaron acusándose unos a otros, en una horripilante cadena de muerte, sucumbiendo a la maldad humana en tan terrorífica cantidad que a esa época Marvin Harris (antropólogo investigador de la aparente irracionalidad de los estilos de vida de la formaciones culturales), ha llamado la gran locura de las brujas.

Pero entonces, como ahora también había verdadera brujos, chamanes, hombres de conocimientos, hechiceros que dominaban las artes de la transformación de la percepción mediante cócteles alucinógenos que hoy en día tienen una perfecta explicación química, pero cuyos efectos psicodélicos son verdaderos viajes mágicos capaces de alterar la realidad que apreciamos de maneras insospechadas. Tal es el caso del ungüento verde “… compuesto de hierbas frías y soporíferas en grado sumo, que son la cicuta, la hierba mora, el beleño y la raíz de mandrágora…” (Harris, 2011.237) que Michel Harner, profesor de la New School for Social Research de Nueva York ha encontrado que la atropina es el alcaloide contenido por estas hierbas silvestres de tenebrosos bosques europeos, (entre las cuales también se encuentra la belladona que usamos para aliviar los dolores musculares), y que es absorbible a través de la piel. Un grupo de Gröttingen, Alemania ha hecho experimentos con estos mejunjes y los osados sujetos que se untaron la poción relatan haber caído en sueños de veinticuatro horas en los que soñaron con “viajes excitantes, danzas frenéticas y otras aventuras misteriosas de este tipo relacionadas con orgías medievales […] y de la sensación loca de que mis pies se volvían más ligeros, se dilataban y se desprendían de mi cuerpo… al mismo tiempo experimenté una sensación embriagadora de volar”.

¿Que no volaban las brujas? Aquellas que aplicaron estas plantas en los bastones de escobas en contacto con sus zonas más sensibles, experimentaron la sensación de cabalgar sobre un corcel encantado y fueron viajeras frecuentes.

Tan famosas ellas, las brujas… tan misteriosas, tan subyugantes que hasta el gran Shakespeare no pudo resistirse a sus encantos y las inmortalizó en su Macbeth , en donde aparece su conjuro poderoso:

MACBETH ACTO IV PRIMERA ESCENA:

Una caverna.                                                     
En medio, un caldero hirviente

Truenos
Entran las tres brujas.

BRUJA PRIMERA
Tres veces maulló el gato atigrado.

BRUJA SEGUNDA
Tres y una más gimió el erizo.

BRUJA TERCERA
Llegó el momento, nos anuncia la arpía.

BRUJA PRIMERA
Bailemos en torno al caldero y alimentémoslo con entrañas envenenadas. Tú, sapo, que durante treinta y un días y otras tantas noches has sudado veneno bajo fría piedra, serás el primero que cuezas en el caldero encantado.

BRUJA SEGUNDA
-Hiervan y cósanse en la cazuela, rueda de víbora, ojo de lagartija, pie de rana, piel de murciélago, lengua de perro, estiércol de sierpe, aguijón de culebra, pierna de lagarto y ala de mochuelo; cósanse y hiervan como si fuesen filtro infernal, para darnos un poderoso hechizo.

LAS TRES
Redoblemos el trabajo y el afán, y arderá el fuego y hervirá el caldero.

BRUJA TERCERA
Hiérvanse, escama de dragón, diente de lobo, betún de brujas, vejiga de tiburón, raíz de cicuta de noche arrancada, hígado de judío blasfemo, hiel de cabra, hojas de abeto plateadas a la luz de la luna que se oculta, nariz de turco, labio de tártaro, dedo de criatura estrangulada al nacer y arrojada al foso por una mujerzuela; todo esto, mezclado con entrañas de tigre, son los ingredientes de nuestra cazuela.

LAS TRES
Redoblemos el trabajo y el afán, y arderá el fuego y hervirá el caldero.

BRUJA SEGUNDA
Enfriémoslo con sangre de mono, y estará el hechizo completo y dispuesto.

Para saber más:

Harris, Marvin (2011) Vacas, cerdos, guerras y brujas, Madrid. Alianza Editorial.

Shakespeare, William, Macbeth -acto cuarto primera escena-.

 Brigitte Bulard-Cordeau (2008), Cocina, mis secretos de bruja, Chile. Editorial Océano.

 

 


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