Ritos y supersticiones en el Guanajuato colonial 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Ritos y supersticiones en el Guanajuato colonial

Por Alejandro Martínez de la Rosa/ Foto: Benjamín Arredondo   18/10/16

Desde pactos con el demonio hasta la aparición de ídolos con manos y pies de gato; magia y demás prácticas de simiente prehispánica y estrecha relación con un catolicismo popular, Alejandro Martínez de la Rosa nos comparte algunos sucesos del Guanajuato Colonial, relatos de prácticas idolátricas que nos dan una idea de los ritos y supersticiones de las culturas originarias de este país

 

Los sucesos fueron escritos por fray Juan González Cordero en su lucha contra la idolatría y la superstición. El documento original fue encontrado por el historiador Thomas Calvo, en la Ciudad de México, en 2002. Del autor de los relatos, se sabe su intensa actividad misional entre 1636 y 1667. Se trata de un criollo, nacido probablemente en el pueblo otomí de Huichapan, hoy perteneciente al estado de Hidalgo, entre 1612 y 1613, pero que pasó su vida en las inmediaciones de lo que hoy es territorio de los estados de Guanajuato y Querétaro, como lo demuestran sus relatos:

De la Villa de San Miguel, llegó ante el fraile un indio “con grande desconsuelo y casi desesperado”, porque un mulato, que dijo ser de Guadalajara, le hizo hacer pacto con el demonio para alcanzar “todo cuanto pudiera desear en esta vida”. Para mostrarle su poder, el mulato lo llevó a una tienda que se encontraba cerrada y la abrió de un empellón. Adentro estaba un español dueño de la tienda, pero no se inmutó a pesar de que el mulato pasaba frente a él con lo que robaba. El mulato le dijo que tenía esa virtud gracias a una figura que tenía pintada en la espalda, y que se la pintaría a él; para ello lo mandó a unas peñas río abajo de San Miguel.

Estando allí, el indio oyó una voz que le dijo en su lengua que bajara más; como no pudo hacerlo, se levantó, y entonces apareció “un gran culebrón de diferentes colores”. Al mentar el nombre de Jesús, desapareció la culebra, pero quedó aturdido y desatinado, “con muchos impulsos de echarse de la peña abajo”, hasta que lo encontró un indio leñador al día siguiente, por lo cual el fraile lo reconvino por pretender “pintarse el demonio en las espaldas”.

Años más tarde, en el pueblo de Xichú, el fraile se enteró cómo “en un pradito”, tenían los viejos enterrado un ídolo “labrado de piedra verde, con las orejas mui largas, pies y manos de gato”, por lo que éstos hacían algunas ceremonias y barrían el lugar. Como el fraile no pudo encontrarlo para quemarlo, “sembramos de basuras y otras cosas inmundas” dicho lugar como señal de aborrecimiento.

Otro caso tuvo lugar en San Juan de la Vega, donde el fraile se dio cuenta de que a una india difunta la habían vestido con tres ropas “una sobre otra”, todas nuevas. Ya en la casa de la difunta, encontró que los indios estaban en una ceremonia, con gallinas cocidas y gallos de la tierra, pan, tamales y brebajes que acostumbran, todos puestos en el lugar donde la difunta había fallecido, y a la cabecera habían puesto un Santo Cristo pequeño, “para disimulo de su maldad”.

Como castigo, alcanzó a amarrar a nueve indios, entre ellos el viudo, y mandó a otros llevarse las ofrendas “para el dios que llaman de la tierra”. Al regresar a la casa, vio una caja grande cerrada con llave; pidió a una hija de la difunta que la abriera, pero dijo que no era suya; entonces, la abrió el fraile con un escoplo, encontrando una petaquilla con tapa de encaje, en la cual estaba la figura de la difunta hecha de masa de maíz, con vestidos nuevos y, por ojos, tenía dos granos de maíz. En el fondo de la petaquilla había hilos de color en ovillos, lana cardada, algodón, chile, maíz de todos géneros, sal, peine, y demás instrumentos que usan las mujeres para tejer. Al otro día, todo lo quemó el fraile durante la misa. Después de esto, y bajo amenazas, los indios lo llevaron a un cerro donde sacó alrededor de cuarenta y tres entierros ofrecidos al dios que creían, habitaba allí.

Con estos relatos será suficiente para dar una idea de las prácticas rituales, mortuorias y demás supersticiones de los indios en tiempos de la Colonia, en poblaciones del actual Guanajuato. Como vemos, tales prácticas tenían una simiente prehispánica ya en estrecha relación con un catolicismo popular, no sabemos si adoptado por la fuerza o ya como síntesis de sus creencias religiosas. Es una gran fortuna contar en nuestros días con algunos datos de estas prácticas, que hoy tienen un gran valor como testimonio de las culturas originarias de este país.

 

 

 


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