La Ciudad: bienvenidos a San Juan de Abajo

Envueltos por el sonido del hip-hop y rodeados de grafitis, el Proyecto Ruelas de este año nos llevó hasta San Juan de Abajo, una localidad que se encuentra cruzando las vías del tren, donde muy pocos voltean la mirada. ‘La Ciudad’ a cargo de Sara Pinedo, es un proyecto de integración que busca generar identidad entre los habitantes de la zona y dar a conocer la labor artística que se cocina en esta colonia marginada.

Unos cuantos curiosos viajamos la tarde del sábado 1 de octubre en busca de ‘La Ciudad’. El camino hacia San Juan de Abajo nos preparó de a poco para lo que encontraríamos. Una vereda cubierta de flores silvestres y basura de todo tipo se abría paso ante nuestros ojos y más adelante (después de sortear algunas dificultades a causa del lodo y las piedras) unos amables guías de turista subieron al camión: tres chicos de entre 6 y 8 años de edad quienes nos explicaron cómo llegar, hasta encontrarnos frente a un muro con una enorme pinta que dictaba. ‘La Ciudad’, seguida del grito entusiasta de uno de los niños: “¡llegamos a San Juan de Abajo!”.

Poco a poco nos adentramos en una colonia invadida por perros callejeros que se amontonaban alrededor de los contenedores de basura rebosantes. A la izquierda y derecha se extendían las casas con techo de lámina y paredes de lona y cartón, apenas sostenidas por endebles palos de madera. Sobre el piso sin pavimento se formaban enormes charcos de lodo y apenas unas calles iluminadas nos indicaban el camino; comenzaba a oscurecer.

“Manos en alto, manos en alto, bienvenidos todos a San Juan de Abajo” esta fue la estrofa con la que la que Soner y su ‘crew’ recibieron a todos los 'turistas' que nunca antes habían cruzado las vías del tren. “Preparen sus tenis que les espera mucho lodo”, nos advirtieron y señalaron que aquí en San Juan de Abajo “ni los policías llegan”.

Un numeroso grupo de niños se convirtió, no sólo en protagonista del proyecto liderado por Sara Pinedo y Colectivo Alebrije, sino también en guía y narrador de su propia historia.

Fue así que por espacio de dos horas, niños y niñas que rondaban entre los 4 y los 10 años de edad, nos compartieron fragmentos su vida en la colonia y nos incluyeron en sus juegos: una lotería humana donde ‘La Bota’, ‘La Pera’ o ‘El Cántaro’, fueron sustituidos con elementos de su cotidianidad como: ‘La Sangre’, ‘El Churro’ o ‘La Placa’. También nos mostraron una de sus guaridas: una estructura en obra negra donde algunas pandillas se reúnen para escribir sus canciones, hacer pintas y fumar mota. Desde el techo de esta estructura que más bien parecía una "casa del terror", el hip-hop sonó de nuevo mientras jugábamos a “colgar los tenis”, es decir, aventar un par de zapatos viejos a un cable.

La tercera dinámica sucedió en plena calle: un enfrentamiento de caicos donde fue imposible vencer a los locales. Finalmente nos esperaba una prueba de puntería usando resorteras de plástico, y en donde una vez más, los locales lucieron sus habilidades pulidas por largas horas de práctica.

Los chicos mayores habían dejado de lado los juegos infantiles para contar su historia y la de su barrio a través del graffiti y el rap. Estas manifestaciones artísticas están todo el tiempo presentes en 'La Ciudad', donde los participantes se distinguían del resto de las personas al portar unos guantes blancos y una playera negra con el logo del proyecto. 

Los coloridos grafitis se alzan en las bardas más altas de San Juan de Abajo para contar historias; algunas sobre el tren, las vías, ladrones, drogas, las ‘clikas’ y la muerte. 

Un grupo de policías llegó casi al final de la actividad mientras unos cuantos chicos terminaban una nueva pinta en un gran muro. Esta sorpresiva aparición inspiró algunas nuevas estrofas que pasaron a formar parte del soundtrack de una colonia olvidada “donde ni la tira llega”. 

El Proyecto Ruelas del Festival Internacional Cervantino arrancó en el año 2013, durante el FIC 42 con el objetivo de acercar el teatro a las comunidades marginadas. ‘La Ciudad’ de Sara Pinedo va más allá y logra focalizar a los habitantes de esta zona en aquellos elementos que les proveen de identidad, con miras a mejorar su realidad, y a la par envuelve a los visitantes en la vida de: ‘los de abajo’ como un recordatorio de que habitamos en la misma ciudad, apenas separados por las vías del tren.