¿Reconstruir el cuerpo? Modificaciones corporales 

León, Guanajuato

Ciencia, Educación y Tecnología

¿Reconstruir el cuerpo? Modificaciones corporales

Por Yessica Ivet Cienfuegos Martínez   15/07/16

A pesar de ser una actividad común en la actualidad, las personas que portan algún tatuaje o modificación corporal aún son presa de prejuicios alimentados por la desinformación. Hay quienes tratan de armar el perfil psicológico de estas personas, sin embargo, saber si una persona es “buena o mala” a partir de este tipo de prácticas es equivalente a detectar a un ladrón entre la multitud.

 

El tatuaje, de acuerdo con la Real Academia Española de la Lengua, es el acto de grabar dibujos sobre la piel, empleando colorantes bajo la epidermis a través de punzadas o picaduras. Pero ¿qué significados tiene? ¿Qué tipo de personas deciden hacerle esto a su cuerpo? ¿Acaso tienen un trastorno para atentar contra su naturaleza?

Las respuestas a estas preguntas son múltiples, pero casi siempre tendientes a reforzar nuestros estereotipos respecto a que éstos sólo pueden o deben ser portados por un tipo específico de personas. Podemos encontrar, por ejemplo, afirmaciones respecto a que quienes tenemos perforaciones (además de las típicas y esperadas en el lóbulo de la oreja para las mujeres) y tatuajes somos un claro ejemplo de la pérdida de valores en la sociedad, como lo afirmó una funcionaria guanajuatense hace ya algún tiempo [1] o bien, que existe una relación entre los tatuajes, el consumo de alcohol, el trastorno antisocial y la promiscuidad sexual [2]. Sin embargo, en los escasos estudios sobre los perfiles psicológicos de las personas tatuadas, no se presentan evidencias que sustenten que sus hallazgos están basados en algo más que ideas preconcebidas y discriminatorias sobre quiénes son las personas tatuadas o perforadas.

Se habla, incluso, de los tatuajes o perforaciones como una forma única de modificación o alteración corporal, como si éste fuese el único medio a través del cual las personas decidimos cambiar nuestra naturaleza. Pensamos que éstos(as), los(as) tatuados(as) y perforados(as), son personas con alguna carencia, o algún trastorno que los hace atentar contra su autoimagen, contra el sentido y significado natural de su cuerpo; pero olvidamos otras alteraciones más comunes y que seguramente hemos hecho más de una vez a lo largo de nuestra vida como rasurarnos la barba, las axilas, las piernas, las cejas, maquillarnos, perfumarnos, cortarnos o pintarnos el cabello, usar hombreras para parecer que nuestras espaldas son más anchas; buscamos parecer más delgados(as), más altos(as), más blancas(os)… ¿será que todas(os) quienes hemos realizado estas actividades tenemos algún trastorno?

El embarazo es otra forma de modificación corporal común en nuestra cultura, pero nos parecería absurdo preguntarnos sobre el perfil psicológico de esas mujeres que alteran su cuerpo de manera interna y externa por un periodo prolongado; no dudamos de su autoestima y, menos aún, asumimos que las mujeres embarazadas sean parte de una secta o pandilla. Es decir, la modificación corporal es una constante; incluso parte de nuestras rutinas están centradas en la modificación y desnaturalización del cuerpo (por ejemplo, quitarnos el vello), solo que algunas de estas alteraciones son más aceptadas en nuestra sociedad; algunas, incluso, exigidas.

Los tatuajes, una forma más de alteración corporal[3], son vistos como propios de un sector particular de la población: un sector marginalizado y vulnerabilizado que, al mismo tiempo, se le teme. Solemos pensar que un cuerpo tatuado es el cuerpo de una persona con bajos recursos económicos, con escaso nivel educativo y social, con altos niveles de violencia y bajos de tolerancia a la frustración; su cuerpo nos habla de peligro, de pobreza, de tener que estar atentos a sus movimientos para que no “haga de las suyas”. En pocas palabras, su cuerpo nos habla de nuestros prejuicios.

El cuerpo, ese espacio que tiene como frontera exterior la piel, es un espacio y un medio de comunicación; nuestras cicatrices, arrugas, complexión, nuestras marcas dan cuenta de quienes somos, de nuestros hábitos y de nuestras experiencias. Nos interpretamos y aprendemos a interpretar a otros por sus características físicas. Aprendemos que cuerpos distintos merecen tratos distintos;  así el sexo, el tono de piel o la complexión de las personas nos comunican algo y respondemos de formas específicas, según lo consideramos adecuado. ¿Qué pasaría si hubiéramos aprendido que no todas las personas con vulva (mujeres) se comportan de la misma forma? ¿Qué ser negro no implica ser delincuente? ¿Qué ser hombre no implica ser agresivo? ¿Qué pasaría si conociéramos, al menos un poco, la diversidad de personas que portan tatuajes, sus motivos, sus creencias? ¿Miraríamos igual a un migrante que se tatúa para tener presente su origen, sus creencias, su fe, que a un joven que lo hace porque tatuarse es “cool”?

Los tatuajes son una expresión social y cultural que no es privativa de un grupo particular[4][1], los perfiles y las motivaciones son diversas; ninguna mejor que la otra. La variedad de personas tatuadas incluye desde los terribles profesionistas hasta las personas que no han podido o querido terminar una licenciatura; desde quienes se tatúan en la clandestinidad del barrio hasta quienes lo hacen en el estudio más elegante y costoso del mundo; desde quienes lo hacen para parecer diferentes al resto, hasta aquellos que lo hacen para demostrar que son parte de un grupo. Más allá de los perfiles, la tinta dentro de la piel es más que solo tinta, quienes se tatúan evidencian lo inmaterial, lo intangible: una experiencia, su pasado, su ideología, su fe, la moda, los impulsos juveniles o la reflexión de la madurez (o a la inversa), sus resistencias y rebeldías, el amor, una escena significativa de su vida, su platillo o frase favorita, las ganas de sobrevivir en un medio hostil, o simplemente la posibilidad de afirmarse dueños(as) de su cuerpo. De este modo, los perfiles psicológicos de la gente tatuada - si es que éstos existen - dependerán más de los símbolos tatuados, de los significados, de las razones, de la geografía y del contexto sociocultural en el que existen, y no de la mera acción de tatuarse; así “[e]l sujeto tatuado podría ser considerado un documento icónico de sí mismo, de su identidad y de su historia.” [5]

 

 

[1] García, C. (14 de julio de 2010).  Tatuajes y perforaciones, por “pérdida de valores”. Periódico La Jornada, p.32

[2] Méndez J.; Sastre, N.; Serrano, H.; Condes, M.; Arrollo, V. (1998). Correlación clínica entre portadores de tatuajes y trastornos de la personalidad en sujetos aspirantes a ingresar a cuerpos de seguridad pública. Revista Médica del Hospital General de Mexico, 61 (3), 135-140.

[3] González, E. (‎2015). Cuerpos performados, cuerpos producidos: una reflexión teórica en perspectiva fenomenológica. Temas Antropológicos, Revista Científica de Investigaciones Regionales, 37 (1), 141-155.

[4] Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (2015). El uso de tatuajes no debe ser motivo de discriminación: Conapred [Boletín de prensa].Recuperado de http://www.conapred.org.mx/index.php?contenido=boletin&id=759&id_opcion=103&op=213

[5] Chomnalez, V. (‎2013). Las derivas de la comunicación: el cuerpo como texto. Revista de Comunicación Vivat Academia, XV (122), 80-91. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5034821.pdf (pag. 88).

 


  


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