Ícaro se quemó las plantas 

León, Guanajuato

Literatura

Ícaro se quemó las plantas

Por Nydia Pando / Foto: Isabel Hermosillo | Alternativas   24/11/15

"But you can’t make homes out
of human beings. Someone should have
already told you that".


For women who are 'difficult' to love: Warsan Shire

 

Subirse al camión y sentir que tiemblan las piernas, seguras de que ése no es su sitio. Que no era ahí adonde querían avanzar. Pero ahora estaban ahí y temblaban. Que van de fuga. Subirte al tren y caminar hacia otro vagón sin hallar solución, porque en ninguno eres bienvenido. Avanzar por las calles sintiendo que vas en reversa, por más que levantes los pies del suelo. Migración hacen las aves porque quién podría soportar este lugar, que es cualquier parte de la que escapan pero ignoran que no hay salida, sólo hay exilio. Migrar dicen las aves y nos dejan idealizar el andar porque, olvidamos, caminamos con los pies y las alas las perdimos a causa de Ícaro, que no supo migrar con la enseñanza de sus ancestros. Que quiso más: Ícaro quiso más y yo también. Por eso huí. Porque creí que habría más. Menospreciamos la sabiduría de nuestros ancestros. Avanzamos hundidos en los huecos de otros suelos que no olvidan la huella que ellos dejaron para salvarnos la vida. Giramos más. Nos hacen girar. Qué más da: subimos para hundirnos y caminar hacia otro vagón para dar la vuelta  a casa; avanzamos por las calles suplicando ir en reversa, pero no importa si levantas los pies del suelo, no emprenderás jamás el vuelo; Ítaca no volverá. Los cantos kléfticos quedaron atrás. Nadie quiere salvarte: esto es sálvese quien pueda y el engaño es pensar que si dejamos a otros atrás, nosotros podremos.

*

No sé cómo llegué a este lugar. Desperté con los ojos hinchados y la cabeza hirviendo de dolor, sobre todo en un costado. El costado izquierdo, como de costumbre. Miré mi cuerpo y estaba extendido horizontalmente. Mi brazo derecho estaba conectado a un aparato que no lograba nombrar pero me atrapaba y justo en ese momento, cuando me sentí atrapada, busqué algún reloj para saber si había perdido mi posibilidad de tomar el último tren o no. Se escuchaban murmullos alrededor pero yo no estaba segura de querer llamar a alguien para que me explicara cómo había llegado ahí.

*

No tenía mis maletas pero mi mochila estaba en una silla que yo no alcanzaba, junto a mi teléfono, mi pasaporte y mi cartera. Por un momento me asusté de creer que podrían haberme robado (¿quiénes?), pero luego recordé que no tenía una sola moneda en el bolso; que la migrante era yo. Quizá me quedaban quince pesos mexicanos que a nadie le servirían para nada. Ni siquiera para comer alcanzan quince pesos aquí, pensé. Luego, nomás de pensar en comida, volvieron las náuseas. Miré mi mano izquierda para saber si ésa también estaba imposibilitada y, en su lugar, me encontré con una mano llena de piquetes de algún animal extraño; llena de mordidas incomprensibles. Qué me había pasado. Por qué no me quedé. Por qué menosprecié mi tierra, por qué mi tierra me dejó caer.

*

No sé cómo llegué a este lugar, le dije a la enfermera cuando entró. A ver, mi niña, vamos a ver; primero tienes que calmarte, insistió. Le pedí que me dijera qué hora era y ella sólo me miró. Tengo que irme, le ordené. Los pájaros hablan de migración para ir a un mejor lugar y todavía no se me ocurre otro, pero debo irme porque si me quedo se me va a pegar la piel a esta cama de hospital. Tú no vas a ir a ninguna parte todavía, respondió sonriendo.

*

Las vueltas siempre marean. Los pájaros viajan en grupos. Nadie avanza conmigo. El último tren pasa los baches de forma violenta y me agarro de un tubo para no caer. Me desconecté del tubo en el hospital y voy sosteniendo mi pierna porque mi pie sangra por más que la enfermera lo cubrió. Los pasos que damos lo son todo. He enfermado de forma violenta. Cuánta brutalidad.

Los cuerpos, también de forma violenta, se me acercan y me acarician produciéndome náuseas que me regresan a la cama de hospital. A dónde van los pájaros en grupo y por qué no me llevan a mí. Buscamos escapar de los lugares porque creemos que en alguno de ellos podremos desistir.

*

No viajo, migro. Migrar es un verbo intransitivo, qué paradoja. Migrar es dejar [a una persona, un lugar] para llegar a otro y quedarse ahí definitivamente. Definitivamente un carajo. Por qué mi tierra me dejó caer. Me duelen las plantas de los pies, arden como si hubiera caminado sobre piedras de fuego. Todo me parece extraño. Los pasos lo son todo y yo no alcanzo a caminar para llegar a cualquier lugar que no sea aquí.

*

Busqué por todas partes un rostro que me recordara a ti. Buscaba pestañas específicas que cubrieran la mirada del sol abrasador. No encontré a nadie. No pude encontrar a nadie.  Corrí por una calle mientras el sol ardía enrojecido; bajo el corazón roto de la ciudad, inundado y resbaladizo. No encontré a nadie, maldita sea. Mentí todo lo que pude.

*

Me quedé sin zapatos y no alcancé a bajarme donde debía. Bajé en otra parte. Tuve que esperar el próximo tren, que todavía no llega. Tú tampoco vas a llegar, ¿verdad? Las aves migran y nos dicen que es fácil cuando puedes volar. Con los pies ennegrecidos, los ojos rojos y las pestañas quemadas, huelo a cabello achicharrado. No soporto el calor. No sé volver a casa. Migrar es dejar. Migrar es abandonar. Migrar es escapar y sólo hay exilio. Migrar es mírame todo lo que quieras, despréciame todo lo que quieras porque nada sabes de la renuncia. Nada sabes del destierro. Por qué mi tierra me desamparó. Sentada en una banca llena de heces de palomas, miro trituradas las alas de un pájaro entre las vías del tren. Tonto, le dije porque sé que me escuchaba, eso es lo que le pasa a los que viajamos a pie.

 

 

 

 

 


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