Filoctetes o la ebriedad del castigo

Ingresando prácticamente a un ritual dionisiaco, con vino y desinhibición; la obra ‘Filoctetes’ bajo la dirección de Israel Araujo genera un abanico impresionante de emociones a partir del lienzo en blanco que conforman los personajes, la harina, la leche y la luz. Un montaje que brilla por la construcción de Filoctetes por David Eudave y Ulises por Jorge Roldán.

Filoctetes, proyecto de Israel Araujo, realizado con el apoyo de las ‘Becas ICL 2014’; aquí se cuenta, como el mismo director señala “un espectáculo griego muy romano”. este montaje fue estrenado ante un nutrido público en el Teatro María Grever el miércoles 2 de julio.

Como en un acercamiento a los rituales dionisiacos para expiar nuestras culpas a través de la personificación e interpretación del otro, y donde el vino es un agente de catarsis; Filoctetes se presenta como un espacio de expiación, amor, muerte y olvido.

A partir del concepto escénico creado por Araujo, donde el blanco prevalece como un lienzo a la espera de ser intervenido por el artista: los gritos y la ‘bacanal’ conforman la base del montaje. Nos encontramos con el Filoctetes abandonado en la Isla de Lemnos, durante una expedición a Troya.

10 años después, Ulises, su amigo que lo abandono por una mordida que le mató el espíritu, regresa a buscarlo, pues Filoctetes tiene en su poder el arco y las flechas mágicas de Hércules. Ulises y su ejército buscan convencerlo de darles esa poderosa arma para conseguir la séptima hoguera en Troya y por fin conquistar la ciudad.

Pero diez años en el exilio y el dolor de su herida no han sido gratis para Filoctetes, tampoco lo han sido los años de batallas sangrientas de Ulises: más que una década, parece haber pasado una eternidad para este encuentro; lleno de riñas, declaraciones, peticiones de asesinato y de sexo, y daños en la negociación, alimentan esta historia. El vino, el elixir da cuenta de ello.

David Eudave interpretando a Filoctetes y Jorge Roldán en el papel de Ulises son contundentes en su actuación. Con un control corporal preciso, su proyección impone en cada vocablo pronunciado y su contacto estremece sin importar qué tipo de secuencia se trate. La construcción de los personajes genera en el espectador la incertidumbre necesaria para fijarse hasta en el menor movimiento del cuerpo o en el más insignificante sonido.

Con ellos, un grupo de jóvenes actores y otros más experimentados que interpretan al ejército de Ulises y a Neoptolomeo (hijo de Aquiles); conforman un complemento bien llevado en este idilio-duelo entre los 'no dioses'.

La mano de Araujo, que se manifiesta a partir de los espectros que se plantean como personajes, hace de este texto un verdadero encuentro con la cultura griega; en específico, con la mitología. Los temas universales como la soledad, la educación, el amor, el dolor, las preferencias sexuales y la discriminación, se encuentran manifiestas en cada diálogo y trazo, y por ello, el acercamiento con el público es notorio. Un verdadero ejemplo, de lo que puede lograr el teatro. Estremecernos.

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