Cementerio de proyectos abandonados 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Cementerio de proyectos abandonados

Por Lola Horner   29/09/14

Todos los hemos visto: son estas personas que prometen bajar veinte kilos, correr un maratón y dejar de fumar cada año nuevo, los que se proponen un deseo imposible por cada uva, boletas llenas de dieces en la escuela. Se compran el kit completo de ejercicios para regocijo de las tiendas de deporte: mallas, calcetines y ligas del pelo a juego. 

 

Comienzan a escribir la novela de su vida, pintan la mitad del comedor de rosa mexicano, forran todos sus cuadernos (y los de sus hijos) según el feng shui.

Incluso hemos sido esas personas: las que se sueñan distintas, mejores, inalcanzables. Las mejores ideas nos parecen posibles y conseguibles teniendo el tiempo por delante.

¿Qué nos pasa entonces, cuando los días empiezan a correr y todo parece inalcanzable de nuevo? ¿Qué ocurre cuando los proyectos se van quedando exhaustos, desteñidos o nuevecitos al lado de la acera? ¿Cuándo la rutina atropella los deseos y las uvas se marchitan hasta el año que viene?

Podríamos aventurar un lamento del empesador. Podríamos decir que es difícil, que necesitamos más que buena voluntad y mucha disciplina, que hacen falta planeación y medidas drásticas.

Yo creo, sin embargo, que preferimos cobijarnos entre las mejores ideas de nosotros mismos para no enfrentar realidades incompletas.

¿Por qué cuesta tan poco emocionarse y tanto terminar? Mejor una gran idea no realizada que un resultado mediocre. Siempre tendrá, así, el lustre de los regalos no abiertos.

Podemos seguir pensando: “Cuando yo quiera…” y rellenar el silencio con la idea brillante a juego, el mal hábito a vencer, el proyecto tantas veces postergado. Y así nos blindamos contra el fracaso fracasando, contra las expectativas irrealizables demostrándonos a nosotros mismos, antes que a nadie, que sólo podría haber sido lo que no es.

En el cementerio de nuestros proyectos abandonados, entre hojas de calendario arrancadas y listas de deseos, laten los cadáveres de ideas fresquitas relegadas a su suerte, de otras versiones de nosotros mismos, del inconformista que nos enamora cada tanto, antes de adormecernos con la rutina. Mejor la cabeza repleta de ideas que el escritorio rebosante de proyectos cuchos.

Satisfechos con nuestros sueños incompletos, seguimos dejando para mañana lo que no quisimos hacer hoy. Y así nos va.

 

 


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