Las sonatas de Beethoven de 1801 

León, Guanajuato

Música

Las sonatas de Beethoven de 1801

Por Liz Espinosa Terán   29/09/14

Interpretar una sonata para piano de Ludwig van Beethoven es un reto técnico, en especial algunas como la No. 29 ‘Hammerklavier’ o la No. 32, última del ciclo. Pero tocar 29 de las 32 sonatas en 6 conciertos presentados en solo 4 días es una hazaña titánica para cualquier pianista. Rudolf Buchbinder, intérprete austriaco, toma el reto en el 42 FIC.

 

Entre 1794 y 1799 Beethoven compuso sus primeras 13 sonatas para piano solo. Alrededor del año 1801 compuso 7; otras 6 más entre 1803 y 1810; y un último grupo de 6 sonatas tardías entre 1814 y 1822. Si componer una sola pieza es tarea que requiere un tiempo y energía importante, componer 7 en solo un año, además de música para ballet, Die Geschöpfe des Prometheus; el quinteto de cuerdas Op. 29; un par de cuartetos vocales; el cuarteto de cuerdas en Fa y el inicio de su 2ª sinfonía nos puede dar una idea clara de la enorme cantidad de trabajo que sostuvo este genio creador en un año.

La curiosidad me llevó a buscar porqué habrá compuesto las sonatas No. 12 a 18 en un solo año, en qué circunstancia de vida y si ésta circunstancia habrá tenido algo que ver con su febril actividad creativa para el piano.

Después de un clavado a sus cartas y biografías encontré que Beethoven tenía entonces 30 años de edad, hacía casi 10 que había llegado a vivir a Viena y había hecho buenas migas con la aristocracia local, a tal grado que en 1800 el príncipe Karl Alois Lichnowsky le había otorgado una renta anual de 600 florines. Gozaba de reconocimiento social y artístico.

Daba clases de piano a varias damas de la alta sociedad y a alumnos de alto rendimiento como Karl Czerny, quien posteriormente creó todo un método de técnica pianística.

En la época en que Beethoven vivió en Viena había unos 300 pianistas que competían entre sí y se ganaban la vida enseñando a más de 6000 estudiantes de piano en la ciudad. En Junio de ese fructífero año escribió a Franz Gerhard Wegeler, su amigo íntimo y biógrafo: “Mis composiciones producen mucho, y puedo decir que tengo más encargos de los que puedo cumplir. Por cada obra, si me interesa, tengo seis o siete editores, incluso más aún: no se discute conmigo, yo fijo un precio y se me paga”. En estas condiciones componer sonatas para piano, el instrumento preferido del siglo XIX, habrá sido una buena estrategia financiera.

Ese otoño estuvo enamorado de una condesita italiana más coqueta que comprometida: Giulietta Guicciardi. A ella le dedicó la famosa Sonata No. 14 ‘Claro de Luna’. Él prácticamente le doblaba la edad. Era su maestro de piano, se sentía correspondido de una manera que nunca llegó a ser, tanto que escribió en noviembre a Wegeler: “Es la primera vez que creo que el matrimonio me  puede hacer feliz; por desgracia, ella no es de mi clase social, y ahora, a decir verdad, no podría casarme; debo realizar una dura labor”. ¿Una dura labor para salvar los impedimentos sociales y conseguir una posición que le permitiera desposar a una aristócrata?

De mayor impacto en la vida de Beethoven, dicen algunos biógrafos, fue la relación íntima que tuvo con una condesa casada, Josefina Brunsvik, ‘Pepi’ para los cuates, de quien se especula fue la famosa “amada inmortal” y hasta madre de una hija ilegítima del compositor, nadie lo sabe con certeza. Lo que es seguro es que las Sonatas de 1801 fueron leídas y juzgadas primero por ‘Pepi’ y luego por los editores, sobre ellas se conserva una carta a su hermana Teresa en donde dice respecto de la No. 16 ‘La Coja’ y No. 17 ‘La Tempestad’: “Estas obras reducen a la nada todo lo que ha sido escrito anteriormente”. Un juicio que años después compartirían los estudiosos sobre el repertorio de Beethoven quienes sitúan estas piezas, específicamente a partir de la Sonata No. 15 ‘La Pastoral’, dentro de su segundo periodo estilístico, en el cuál se liberó de ciertos cánones clásicos y encontró una voz más personal, situada en el estilo del romanticismo temprano del cuál se convertiría en ícono.

No todo fue miel sobre hojas de papel pautado. 1801 fue un año marcado por la enfermedad y la creciente sordera: “Desde hace 3 años mi oído está cada vez más débil. Esto debe venir de mi enfermedad intestinal, que ya padecía antes, pero que ha empeorado mucho, pues estoy continuamente molesto por las diarreas y, por consiguiente, muy débil” escribió en una carta. Ni los aceites de almendra, ni los tés, ni los baños templados en el Danubio que le recetaron pudieron detener el deterioro y él se aisló cada vez más refugiándose en su trabajo.

¿El trabajo bien reconocido y pagado, la inspiración amorosa o la necesidad de ganar terreno a la sordera a través de la composición, cuál sería la razón para que produjera en 1801 sonatas a destajo? A falta de certeza nos conformaremos de buena gana con gozar de sus obras y tomar la oportunidad de disfrutarlas en los próximos conciertos en Guanajuato, en el marco del Festival Cervantino.

 

 

 


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