25 años de leer León: un viaje al origen 

León, Guanajuato

Literatura

25 años de leer León: un viaje al origen

Por Juancarlos Porras / Ilustración: Paty Vera   29/04/14

Mientras en la Ciudad de México se inauguraba en noviembre de 1981, en un ambiente de auténtica fiesta, la I Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, con actividades acompañadas de un centenar de expositores de 109 países; en León un incipiente Teatro Doblado, recién restaurado, abría sus puertas a la población.

 

En el medio cultural citadino se hablaba ya de la instalación firme y precisa de una Casa de Cultura junto con la apropiación de un edificio para resguardar el Archivo Histórico de la Ciudad (1948).

La institución cultural pionera del Bajío, el Círculo Leonés Mutualista, que tenía una notable biblioteca, coincidió a finales de 1982 en su labor a favor de la promoción al libro y el fomento a la lectura con la instalación de otro recinto: la Biblioteca Pública Regional ‘Ignacio García Téllez’, quien resumía las convicciones intelectuales de los leoneses desde 1824, cuando la ciudad obtuvo para sus habitantes el primer Gabinete Público de Lectura.

Es en esta década de los ochenta donde se asoma una notabilísima expresión cultural e histórica, que si bien tiene cierta liga con el monasterio del ensueño porque uno de sus fundadores perteneció al mismo, es decir, a la Sociedad Artística y Literaria ‘La Trapa’ (1924), llegó para estrechar los vínculos de la investigación entre la población, sus artistas e intelectuales y los lectores: el Colegio del Bajío.

Pero no perdamos de vista a los libreros locales, protagonistas en buena medida de la fiesta de los libros. Desde aquella lejana librería que fuera de Rafael Villalobos en el otrora Portal de Soto (hoy Portal Guerrero), pasando por la imprenta ‘El Lápiz Rojo’ de Jesús Rodríguez en la antigua calle de Pachechos (hoy 5 de Mayo) para llegar a la ‘Librería Minerva’ de Trino Anaya en la calle de 20 de Enero.

A éste último librero León le debe que los (posibles) lectores se tropezaran con los libros. Y luego de dicho encuentro se ejerciera lo que, en 1978, Richard Bamberger prodigaba: “(…) un mundo mejor, será, sin duda, el que tenga más y mejores libros para más y mejores lectores (…) El derecho a leer quiere decir también derecho a desarrollar cada uno sus propias capacidades intelectuales y espirituales en general, derecho a aprender y a hacer progresos (…) El buen lector es un buen aprendedor, un buen autoinstructor…”.

Con este recaudo perspicaz y a la vez práctico, por los aprendizajes y proyectos varios que se conocen, es como surge, por los ‘aprendedores’ necesarios del Consejo para la Cultura de León, la Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil de León (1990). En alianza con el Conaculta (a través de la Dirección General de Publicaciones y la Dirección general de Bibliotecas) fincan lo que en algún momento surgió hacia el siglo XV, cuando se consolidaron los negocios cada vez más activos entre los editores, impresores y libreros que participaban en las ferias mercantiles de Europa.

Pero vayamos al epicentro ferial que nos convoca. Nuestra feria de libros se dispone primero hacia los niños porque los organizadores no podían “ocultar los sueños, las imágenes y toda esa creatividad que se ha desarrollado (…) [porque] mientras permanezca esa sonrisa en tu rostro al pensar en la maestra del taller o al recordar los espectáculos, entonces la feria estará ahí, invitándote a leer”. Luego llega la cita para los jóvenes donde no sólo se les invita a reconocer el software educativo (1994), porque “dicen que en uno solo de los discos que se introduce a la computadora cabe toda la información de 250 libros”; sino también ver a Fucktotum (antes Factotum) y a otros grupos de rock.

Recordemos que se trata de regar nuestra imaginación con los libros. O bien, luego, disfrutar alguna de las seis razones para asistir a la VI Feria del Libro (1995). La tercera es significativa ya que anuncia la apertura de la planta alta del Centro de Convenciones para dar cabida a la 1ª Expo Libro Universitario con foros, encuentros, conferencias, cine, video y talleres. Cito también la sexta: “Durante 10 días (del 28 de abril al 7 de mayo) tendrás la oportunidad de disfrutar más de 10 exposiciones y de toda una fiesta alrededor de la lectura y su creación”.

Para ese entonces la feria de manera consecutiva se dividirá en los próximos cuatro años en cuatro secciones. A saber: Libros infantiles, Sección de música, Expolibro universitario y Sección de saldos y descontinuados.

Es cierto que hay un antes y un después entre lo que fue el Consejo para la Cultura de León y lo que ahora es el Instituto Cultural de León. Pero esta es otra historia. Pero si debo señalar que en 1997 se tuvo el punto más álgido de la Feria en todos los sentidos. (Diez años más tarde, en 2007, volvió a subir puntos por el I Encuentro Nacional de Escritores y Promotores de Lectura coordinado por el Club de lectura ‘Las Aureolas’).

La XI Feria (2000), donde por vez primera apareció la imagen oficial de un mapache (fauna de la región) de nombre ‘Gio’ y que preguntaba pizpiretamente: “Dime, ¿cuánto lees?”, consolidaba cierta imagen oficial, además de la oferta de libros, talleres, conferencias,  exposiciones y espectáculos de la última fiesta desarrollada en CONEXPO. Vendría después ‘Gio’ con el destacado compositor Alberto Lozano a hacer las delicias del público infantil.

El siguiente año la fiesta de los libros estrenó el recinto del Poliforum León pero conservó un distinto nombre: Feria Nacional del Libro Infantil, Juvenil y Universitario. Hay que mencionar que el desafío fue mayor por la extensión de la sala. Por vez primera se tuvo un ‘País Invitado de Honor’: Israel. Quien trajo una modesta pero grandilocuente muestra de libros y cultura en general.

La XIV Feria (2003) proponía a los asistentes otro juego de palabras en su lema: “Del grito al verso, un universo”. Ahora en el Poliforum se dividía en salas con nombres de escritores homenajeados. Pero permaneció el sonado Patio de los Cuentos como seña de identidad primaria. Los restantes momentos en la nueva sede se aprovecharon para reconstituir la feria e inscribirla en uno de los tres rubros que propone el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC): Internacionales, Nacionales-locales y Especializadas.

Las nuevas generaciones conocen la Feria como FeNaL. Apocope que la distingue entre el sentir y el compartir de los lectores. Pero para muchos leoneses sigue siendo la Feria del Libro de León. Si don Timoteo Lozano viviera, seguro desde su pertenencia a la Sociedad Literaria ‘Juan de Dios Peza’ pronunciaría, a partir del ejercicio de la lecto-escritura con estricta honestidad histórica, que la fiesta de libros, atrás citada, es una expresión leonesa donde un pregón literario largamente modulado dibuja una ciudad en constante movimiento y que gusta de construir el cambio con palabras hechas porque son el más perfecto de los sonidos humanos. Y la literatura a su vez es la forma más perfecta de la palabra.

 

 

 


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