El propósito de 'Las buenas intenciones'

Carlos Ashida, curador de larga trayectoria, fue el artífice de la exposición ‘Las buenas intenciones’, ahora en la Galería Jesús Gallardo. En esta colección diversa e inclasificable, se muestra la obra de artistas cuya intención no era el arte. Ver las obras es descubrir a los autores y sus vidas. Ashida nos cuenta el génesis de una idea, entre lo bello y lo sublime.

“Hoy día las cosas han adquirido otra dimensión. Los valores artísticos están mediados por el comercio. Esto da una sensación amenazante a la naturaleza del arte. Por ello quise mostrar algo ajeno a ello. Son diez artistas que no responden a la figura actual de un artista. Son autodidactas. Se enfrentaron a la creación sin una pretensión artística”.

Así explica Carlos Ashida la intención de ‘Las buenas intenciones’. Sentado en un sillón de la dirección de la Galería Jesús Gallardo, con paraguas envainado y portafolios en mano, listo para salir a Guadalajara, el arquitecto y curador explica la justificación de la muestra. Pausadamente, como calibrando el peso de cada palabra antes de soltarla, hace referencias a la historia del arte.

“En un momento en donde el arte está en medio de una polémica de cuáles son los parámetros para valorar, me parece pertinente citar una fuente histórica de la vanguardia, la cual surge cuando los principios de la academia son cuestionados. La vanguardia viene de lo marginal. En ese sentido se ve en el siglo XX cuando intervienen otras formas de producción artística”.

Quizás la vanguardia puede venir de los lugares más inesperados, quizás incluso de las manos y mentes de creadores que no sospechaban siquiera el impulso artístico en sí mismos y quienes más bien crearon como un proceso de dignificación y apropiación de sus labores vitales. “Es por cuestión innata, por el impulso humano de embellecer. Introducen elementos que por su originalidad y destreza alcanzan una condición artística muy válida”.

Ashida no eligió las obras por azar. Puede que la obra lo haya elegido a él. A lo largo de un periodo muy amplio de su vida, el curador estuvo en contacto con algunos de los artistas. Uno de los primeros fue Vicente Rueda. “Para mí fue un descubrimiento muy emocionante”, comenta. Otro artista de gran relevancia para la exposición es Chucho Reyes “Hombre que supo desprenderse de convencionalismos y prejuicios y tuvo la capacidad de encontrar la belleza en donde otras miradas pasan por alto. Supo conservar la pureza en su mirada y llegar a las cosas con inocencia. A él le debemos mucho de la revaloración de lo popular”.

Estos dos artistas funcionaron como los dos grandes pilares alrededor de los cuales Ashida creó la arquitectura de una exposición que trasciende las etiquetas y logra escapar de una mera muestra de arte para volverse algo más. Jaulas de formas, figuras y entramados de ensoñación, grabados espectaculares, dibujos a pluma de crucifixiones en papelitos que jamás esperaron ser enmarcados, letreros de tiendas que apelan al verso, guacales multicolores y más orbitan en este espacio de significados revalorados. “Decidí hacerlo sin caer en denominaciones. Es un universo. Una realidad paralela”.

‘Las buenas intenciones’ se convierte en un concepto curioso que ofrece muchas líneas para la reflexión. ¿Se puede crear arte involuntariamente? ¿Qué papel juegan los museos en la valoración y validación del arte?… ¿Qué es arte? Sin ser una respuesta a las interrogantes, pero sí un acercamiento, el curador declara “Los autores comparten una compulsión estética. No impulsada por escuelas. No participan en circuitos de difusión, incluso muchas de las historias son meramente trágicas. Cito a Kant cuando habla de lo bello y lo sublime. Bello como una experiencia directa. Una atracción visual. Sublime como otras experiencias que implican situaciones que se trascienden y a través de la voluntad se convierten en algo bueno”.

Sublimación es esto que emprendieron diez artistas que no se sabían tales. Creadores que sólo tuvieron ‘buenas intenciones’.