Sangre helada 

León, Guanajuato

Literatura

Sangre helada

Por Edgar A. Aguirre Vega   20/05/21

Esta es una historia de horror, lo es; pero también de humor, de esperanza, de compasión. Igual te llega a sacudir la añoranza de un antiguo amor, la inocencia de la niñez o la barbarie de la que es capaz el ser humano.

El México prehispánico es un periodo histórico que sigue enorgulleciendo a todo aquel que se hace llamar mexicano; el esplendor de sus culturas es admirado por el mundo a través de sus pirámides, asentamientos, vestimentas, alimentos, organización, su arte por supuesto, y hasta sus armas y tradiciones más sanguinarias (que forman parte innegable de su desarrollo). 

¿Alguna vez has pensado qué pasaría si los sacrificios humanos regresaran para ser parte del esplendor del México actual?

Francisco Haghenbeck mezcló diversos pasados de nuestro país con fantasías para responder esta pregunta; así nació Sangre helada, una novela ―con dioses y nazis― que nos enfrenta a realidades y miedos humanos, como lo hace siempre el horror.

Este viaje comienza con un pequeño vistazo a la conquista, ese momento decisivo en que las culturas indígenas se transformaron, modificando con ello también un mundo que no era terrenal, que existía en sus historias pero también en sus acciones, el mundo de sus dioses; seres todopoderosos que coexistían con la humanidad ―como una gran familia―, quienes dependían de las creencias de los pueblos para mantenerse vivos. A partir de entonces, esta tierra y todo lo que en ella se encontraba dejaba de pertenecerles.

Los acontecimientos de Sangre helada se desarrollan en los años 40, enmarcados en la contienda bélica más grande de la historia, la Segunda Guerra Mundial. Estos fueron inspirados en una participación poco comentada de México respecto a dicho suceso: el campo de concentración o centro de migración para prisioneros del Eje, en Perote, Veracruz, tal como lo menciona su autor. “...se trata de una verdad: en México ser alemán, japonés o italiano fue delito entre 1942 y 1945”. La historia de Haghenbeck, su historia real, tiene relación con este relato, pues el pasado de su familia se entrelaza con esta comunidad germana afectada en México.

Los protagonistas de la novela, además de sufrir el horror de la guerra y de sus propios demonios al estar enclaustrados en la fortaleza de San Carlos de Perote, deben enfrentarse al resurgimiento de Xipe Tótec, Nuestro Señor Desollado, una deidad que vuelve por el fervor y sacrificio humano, un gigante que requiere del miedo para seguir viviendo. La fantasía, por ahora, es que éste vuelve a la vida; pero, las referencias del ser supremo son cien por ciento reales. Escritos, esculturas e imágenes en templos prehispánicos dan fe de su antigua ‘existencia’. 

El descubrimiento del primer templo dedicado directamente al culto del dios mexica, en Tehuacán, Puebla, creó un especial interés y formó parte importante del desarrollo de la historia en cuestión. El lector (si lo quieren ver como advertencia) podrá conocer y seguramente estremecerse ante la descripción detallada de los cruentos rituales en su honor, esos que, como ya sabemos, fueron reales.

Gracias a su estructura y a la inclusión tan acertada de personajes, acciones y consecuencias ―reales o no―, resulta difícil, en muchos momentos, discernir entre la realidad y la ficción. La historia real se vuelve aún más interesante y cercana, casi propia, y la fantasía parece no estar para nada alejada de la realidad, no por lo menos de su crueldad y brutalidad. 

Al final, tal como Haghenbeck aseveró sobre la que sería su última publicación, Sangre helada, esta narración oscura, “es una historia donde no se sabe qué es más terrible, si la parte fantástica o la histórica”.

 

Sangre helada

F. G. Haghenbeck

Océano

252 páginas

$275.00

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 128


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