Glotones y ortoréxicos, la doble cara del exceso de la información alimentaria 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Glotones y ortoréxicos, la doble cara del exceso de la información alimentaria

Por María Luisa Vargas San José   10/02/21

Según Anthelme de Brillat-Savarin, autor del primer tratado de gastronomía (Fisiología del gusto, 1825), aquel francés que vio pasar por su mesa el cambio del siglo de las exuberancias versallescas a la mesura y elegancia de la época neoclásica, definía: “la gastronomía es la preferencia apasionada, racional y habitual de cuantos lisonjean el gusto. Enemiga de los excesos; todo hombre que tiene indigestión o borrachera, corre peligro de que lo borren de la lista de los expertos”. (Savarin. 2014. 145).

Esta enemistad con los excesos en la comida hace eco a la idea helénica de que la moderación y la salud del cuerpo dependen de lo que se ingiere, “que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento”, decía la higiene griega de Hipócrates hace más de 20 siglos, y no estaba nada equivocada.

La elegancia clásica en los hábitos alimenticios desentona con el miedo al vacío de esas barrocas montañas de carne, queso, costillas de cerdo a la barbecue, tocino, lechuga, jitomate, pepinillos, huevo frito y más queso derretido, que a duras penas pueden ser contenidas entre dos pedazos de pan; o con esos alucinantes helados triples con brownies, crema chantilly, chispas y jarabe de chocolate, pedacitos de nuez y un par de cerezas en almíbar, y también con aquellos batidos espectaculares de cinco o seis bandas de diferentes colores y texturas construidas a partir de la cuidadosa yuxtaposición de múltiples jarabes, espumas, licores y melcochas. Pitanzas gigantescas todas ellas, que provocan la euforia de miles de comensales que buscan la información ―a través de programas televisivos, blogs, páginas de Internet, buscadores milagrosos, revistas de viajes, etc.― de la dirección de restaurantes dedicados a la manufactura de tales excesos, nada griegos y muy romanos.  

La gula es, siempre ha sido, el pecado más delicioso, la lujuria del paladar, el doble pecado capital… que puede llevarnos a la apoplejía, por lo menos. 

Entre tener hambre y tener ganas de comer existe, sin duda, una engañosa, autocomplaciente, delgada y tenue línea. 

Navegando entre el placer, la obsesión, el vicio y la enfermedad de comer en demasía se mueve el complejo mundo interior del glotón de corazón que recibe millones de imágenes deliciosas que bombardean su salud, espíritu y templanza… exceso de información típica de nuestros tiempos. 

Exceso de información nutrimental que también genera ansiedad, mucha ansiedad y un tipo opuesto de obsesión por la comida: el salutismo, también conocido como ortorexia. Un trastorno alimenticio en el cual las personas experimentan una necesidad obsesiva y exasperada por distinguir y consumir en su dieta exclusivamente los alimentos correctos y adecuados y evitar a toda costa los alimentos peligrosos, prohibidos, insanos, para así lograr vivir eternamente saludables. 

Así, el pescado contiene mercurio, la vaca loca ha convertido la carne en algo imposible de consumir, igual que la gripe aviar ha hecho con el pollo, los embutidos son una fuente terrible de sal y grasa que tapona las arterias, los azúcares producen diabetes, la mantequilla aumenta el colesterol, las verduras están llenas de pesticidas y lo demás es transgénico. “Los ortoréxicos están absoluta y fanáticamente convencidos de tener razón, contemplan con suficiencia (a veces con desprecio) a los normales o ignorantes comilones, seres inferiores porque no son capaces de tener autocontrol: llevan sus convicciones al extremo. Piensan en la comida demasiado a menudo y durante demasiado tiempo. Es verdad que los extremismos son una enfermedad”. (Rossi, 2011.100-101).

Los extremos, los excesos, la hiperinformación, la angustia y el vacío de una época indescifrable que ha perdido la sabiduría del justo medio.

Bibliografía

Brillat-Savarin, J.A. Fisiología del gusto. 2014. España. Ed. Obelisco. 145

Rossi, Paolo. 2011. Comer. Necesidad, deseo, obsesión. México. Fondo de Cultura Económica. 100-101

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 125

 


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