La insostenible etiqueta del arte 

León, Guanajuato

Cine y Escénicas

La insostenible etiqueta del arte

Por Diego Enríquez Macías   10/02/21

“Aunque los numerosos y repugnantes tenderos del cine se apropiaron del rótulo Séptimo Arte, que mejoró inmediatamente el sentido de su industria y de su comercio, no aceptaron la responsabilidad impuesta por la palabra: Arte”.

Riciotto Canudo, 1923

Cine de arte. El término en sí mismo es una etiqueta que puede sonar un tanto confusa. ¿Cuál es cine de arte y cuál no lo es? Y como tal, las etiquetas tienden a ser aglutinadoras, a plasmarse encima de un gran cúmulo de piezas tan distintas entre sí, que de entrada, no pudieran ni debieran guardarse en la misma cajita etiquetada con un nombre tan ambiguo. Y esa etiqueta, muchas veces asusta, llama a los prejuicios grabados con cincel en el imaginario colectivo y hacen que las miradas volteen hacia otros lados. 

De alguna manera se ha instaurado que el llamado cine de arte es algo incomprensible, aburrido, para ciertos públicos de estirados, esnobs e intragables sujetos. Y muchos se toman muy en serio ese papel, buscando de alguna forma perpetuar el uso de la etiqueta; y así, grandes públicos no se atreven jamás a abrir esa cajita pequeña en que lo han arrinconado, olvidando que todas y cada una de las películas de la historia de la humanidad entran en una caja aglutinadora aún más grande: el cine. Solo existe uno. 

Pero dentro de ese cine sí existen muchas maneras de clasificarlo, sobre todo desde su concepción, es decir, desde el planteamiento del porqué y para qué fue creada tal o cual película; es donde podemos encontrar un gran cisma, si no dentro del cine, sí dentro del consumo cinematográfico y sus audiencias.

Lo artístico versus lo comercial. 

El cine para el consumo masivo, aquel de las grandes franquicias contra el que Scorsese despotricaba a fines de 2019, existe con fines de entretenimiento, de resultar negocios lucrativos dentro de una engrasada industria millonaria en torno a la realización cinematográfica, ese implacable poder hegemónico contra el que la Nueva Ola Francesa se ‘levantó en armas’ a fines de los años 50. 

El valor económico versus el valor expresivo. Películas de grandísimos presupuestos que han maravillado a generaciones enteras frente a la pantalla de la sala cinematográfica. Y no existe nada malo de, como espectador, disfrutar de una película de súper héroes o de coches tuneados girando en las calles de Tokio, lo malo radica en que esas películas tienen el poder de acaparar porcentajes casi totales en las salas cinematográficas alrededor del mundo y hacen que para grandísimos porcentajes de la audiencia otras formas de cine sean prácticamente inexistentes. 

¿Y cuál es, entonces, ese cine de la etiqueta ‘de arte’? En mi opinión, aquel que nace para fines mucho más allá de los comerciales, el que nace buscando en la imagen en movimiento y el sonido, formas sutiles para narrar, para enamorar audiencias que descubren su vida en el espejo que muchas veces es la gran pantalla iluminada por el haz de luz del proyector cinematográfico. Aquellos que vivimos para ver como la humanidad se describe a sí misma y se reinventa en el aún existente celuloide.

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 125


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