Navegar en la ‘maderería’ de la red 

León, Guanajuato

Ciencia, Educación y Tecnología

Navegar en la ‘maderería’ de la red

Por Luis Castañeda   10/02/21

Cada día miles de datos nos llegan a la palma de la mano, al monitor más cercano, pero eso no significa que sean confiables; por ello, es responsabilidad del usuario realizar un ejercicio de consciencia sobre lo que se consume en la red llamada Internet. 

Mi padre es carpintero de toda la vida, desde pequeño tuve la fortuna de empaparme del oficio y, sin duda, uno de los recuerdos que atesoro con mayor nostalgia es acompañar a mi papá a comprar el material necesario para construir muebles.

Religiosamente acudía por la mañana, justo cuando la maderería abría sus puertas y había poca gente alrededor. El silencio permitía al maestro carpintero concentrarse y enfocarse sin gritos, distracciones ni prisas.

Las madererías siempre tenían la misma pinta. Eran espacios amplios, con enormes y variadas pilas de madera: materiales nacionales, extranjeros, de primera, segunda y tercera calidad, madera de pino, de cedro, caobas o novedosos terminados que día con día aparecían en el mercado.

Las opciones eran muchas y la selección adecuada jugaba un papel determinante en la construcción del mueble. Si mi padre no elegía adecuadamente, el trabajo no tendría la calidad solicitada por el cliente.

Comprar el material se convertía en un metódico proceso de análisis, donde había que observar con detenimiento cada uno de los tablones, explorar sus vetas, poner atención en los nudos y las imperfecciones. Siempre me cautivó verlo elegir madera, pues la observación y selección eran clave para que el negocio fuera próspero.

Es muy probable que si yo hubiera sido carpintero pediría esa misma madera por Internet. A mí el camino me llevó por otro lado y a diferencia de mi padre, cambié los tablones y los clavos por plataformas digitales, sin embargo, el tiempo me ha permitido aplicar algunas de esas enseñanzas en mi trabajo diario.

El panorama digital se parece a esas enormes madererías que nos ofrecen grandes pilas de información y donde apenas encendemos un dispositivo, los usuarios tenemos la facilidad de acceder a innumerables variedades de contenido.

Internet y sus plataformas ampliaron la variedad de opciones en nuestra maderería, este proceso ha permitido que el acceso al conocimiento sea universal y que con un par de clics sepamos qué está pasando del otro lado del mundo, pero también comienza a provocar dolores de cabeza que hoy nos toca resolver.

Nosotros, al igual que el carpintero, tenemos distintas alternativas frente a nuestros ojos que muchas veces resultan ser más de las que necesitamos, por eso se vuelve complicado elegir cuál de ellas es útil y valiosa. El exceso de contenidos se convirtió en sobreinformación y desinformación.

Con pasmosa facilidad llegan a nuestras manos datos aislados y sin contexto que leímos en redes sociales, en cadenas de Whatsapp o que alguien nos contó porque leyó en un hilo de Twitter. Los titulares impactantes son los reyes del Internet y el modelo de negocio comercializa los clics, monetiza las lecturas y la permanencia del usuario genera ganancias.

Las aplicaciones resultan adictivas, pues su programación busca fidelizar al usuario. Los algoritmos crean burbujas que muestran contenidos afines a nuestros gustos e intereses, limitando el nivel de información.

En medio de todo el caos, me gusta pensar que ahora me toca ser el carpintero que tiene que ir a la maderería a elegir el material que necesita, recurriendo al método que durante tantos años observé.

La primera enseñanza que aplico es la de ir temprano a elegir, pues el ruido distrae y no permite a nuestra mente enfocarse. Destinar solo un par de horas al día para consumir contenidos de manera pausada resulta una práctica eficiente para filtrar y seleccionar información. Supongo que por algo nuestros abuelos leían el periódico apenas se levantaban.

Siempre es bueno echarle un ojo a otros tablones, pues quizá existan nuevos materiales con mejor calidad o características que no habíamos visto. En la vida real eso se traduce a contrastar la información y no quedarnos solo con el titular y la fotografía de un artículo.

Las consultas a Google son una gran herramienta para no quedarse en un solo canal y saber quién más está hablando del tema, si fuentes confiables han retomado o desmentido el dato y para conocer otros enfoques.

Vale la pena cambiarle la jugada al algoritmo de las redes sociales e indagar más allá de lo que creemos o con lo que empatizamos. El pensamiento crítico y plural es un gran aliado que amplía nuestra visión pero que además abre la posibilidad a que el algoritmo nos muestre información nueva y valiosa.

Al igual que para el carpintero, el ejercicio de observación resulta fundamental. Nosotros debemos traducir los nudos, las vetas y las imperfecciones en titulares, fechas y contextos de la información.

Debemos observar si el sitio web donde leemos luce como un portal formal o es más bien un blog improvisado. Si cita otros autores o tiene vínculos a otras fuentes informativas. Si la fecha es actual o estamos leyendo un artículo atemporal. Si alrededor de este hay post serios o son otros artículos sin relación ni relevancia. Si el sitio tiene publicidad antagónica al personaje o tema que se aborda.

Estoy seguro que, si todos los usuarios realizáramos un ejercicio similar, podríamos ser más eficientes y puntuales al consumir información, pues cuando los contenidos se crean tan rápido y se vuelven tan efímeros, vale la pena retomar esos métodos antiguos que alguna vez construyeron cosas que duraban toda la vida.

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 125


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