La fascinación de mirar 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

La fascinación de mirar

Por María Luisa Vargas San José   09/10/20

En este siglo, que aún siento nuevo, pasan cosas impensables, inesperadas y contradictorias que con el encierro se han vuelto más escandalosas, y tengo la impresión de que todas ellas suceden dentro de nuestras pantallas con mayor intensidad que fuera de ellas. La cultura alimentaria no es la excepción; el boom gastronómico que hoy se hace presente en las redes sociales, los videos tutoriales, en podcast y blogs, programas de televisión y de radio, llena el aire de nuestros tiempos con ondas electromagnéticas cargadas de sensualidades culinarias. 

Justo en el momento en el que, inmersos en estas sociedades hiperactivas, tenemos menos tiempo que nunca para dedicarnos a la doméstica tarea de cocinar y de comer en paz, hablamos más de cocina, vamos a restaurantes en los que podemos observar directamente al chef dentro de cocinas con grandes ventanales con vista panorámica al público o en nuestra propia mesa, compramos más libros y revistas de cocina, vemos  grandes cantidades de videos tutoriales y programas televisivos dedicados a este noble quehacer de transformación y placer. ¿Por qué? ¿En dónde reside la magia que nos mantiene, desde hace años, fascinados a millones de espectadores? ¿Por qué (a los que nos gusta) nos gusta tanto ver cocinar a otro?

Como sospecho que muchos de nosotros en estos lentos meses de introspección hogareña hemos estado dedicados a comer y a veces a cocinar, me atreví a solicitar la gentil ayuda de quienes encontraron y contestaron esta pregunta que lancé al espacio a principios de agosto de este año del Señor de 2020:

¿Por qué (a los que nos gusta) nos gusta tanto ver cocinar en la televisión?

Tres días después habían llegado 96 comentarios que mostraron tres líneas temáticas principales: A) La didáctica, B) La estimulación creativa, C) La generación de sentimientos.

Así que buena parte de los participantes de esta pequeñísima muestra, acudimos a los tutoriales en video y a los programas de televisión buscando: 

A) Aprender. Conocer nuevas técnicas, nuevos utensilios y procedimientos, observar de primera mano la consistencia y la textura, los colores, el punto exacto y el emplatado. La imagen afianza la explicación, entendemos mejor el procedimiento pues la memoria visual es poderosa y nos anima a experimentar, ver cocinar en vivo es disponer de una guía más personal que la que podemos encontrar en un texto, además dentro del curso de los programas los cocineros suelen dar excelentes consejos que raramente vemos en otros medios. Con la observación de una gran variedad de platillos que provienen de cualquier parte del mundo se amplía nuestra cultura, la conciencia de nuestra propia identidad culinaria y la de otros pueblos del mundo. 

B) A partir de la imagen en la pantalla se dispara nuestra imaginación, se despiertan nuestros sentidos al observar nuevos platillos que nunca se nos hubieran ocurrido. En los programas y tutoriales, cocinar parece tan fácil y tan apetitoso que nos sentimos animados a intentar, a experimentar la cocina con la confianza de poder conseguir nuestros objetivos; además de que se puede pausar y regresar las veces que sean necesarias. Ver cocinar nos inspira a comer mejor, a esforzarnos por preparar y sofisticar nuestra comida. Es fascinante ver cómo se va materializando un pensamiento lleno de olores, sabores, sensaciones y recuerdos, nos anima ver que sí se pueden preparar recetas más complejas de lo que usualmente uno prepara en casa, a probar sabores distintos que no conocemos, nos abre la mente a ideas nuevas. Y una respuesta que me gustó muchísimo y que les comparto tal cual:

“Yo como glotón profesional disfruto (y a veces sufro por no poder oler o probar) la posibilidad de ver y conocer platillos e ingredientes que, ya sea por cuestiones geográficas o culturales, nunca he conocido. Creo que esto mismo es un delicioso reto a la imaginación culinaria, te obliga construir sabores y olores desconocidos en tu cabeza, es como empezar a tejer, entre lo que ves y lo que recuerdas porque ya conoces, una suerte de mapa olfativo y del sabor; además de que a mí, en lo personal, me abre la curiosidad para en mi próxima visita (tristemente virtual, por cierto) al mercado, buscar o tener los ojos más abiertos para escoger e incorporar a mis compras nuevos y deliciosos ingredientes”.

C) El proceso de la transformación tiene un gran poder emocional, como lo muestran estos comentarios que rescato para ustedes: 

 “Los programas de cocina me tranquilizan. Cero contenidos violentos. Los cocineros comparten amorosamente sus experiencias culinarias. Me encanta ver cocinar porque me inspiro, me siento acompañada y aprendo viendo! (sic)... me emociona ver a los cocineros y cocineras, sientes como si fueras a sentarte en su mesa y algunos hasta te invitan! (sic)”.

“Me imagino que cocinar es como una coreografía, cada cosa pasa en su tiempo y forma, igual que si pintaras cada color y textura... y terminas con un platillo tan hermosamente montado! (sic)” 

“Realmente me relaja, me abstrae de la realidad, disfruto saber de los ingredientes, los colores, las texturas, la cultura implícita, la habilidad de manejarlos e ¡imagino el sabor!”

“No lo estaré viendo en vivo ni oliendo los aromas, pero me encanta ver desde cómo van picando, cómo van mezclando, ver cada paso de la receta, hasta ver los colores y apariencia de las verduras y de cada alimento en general. Es una delicia ver todo el proceso y más el resultado ya emplatadito. La cocina-comida tiene también cierta "estética". Incluso hay un fenómeno de fotografiar los platillos que comes y compartirlos en Instagram. La cocina puede representar lo íntimo, quizá hasta lo familiar. El ejercicio de estar cocinando o ver a alguien cocinar pareciera un tipo de meditación. Yo en particular asocio la comida con la alegría, un buen platillo me pone de buen humor y videos o programas del tipo lo despiertan”. 

“Porque nos gusta la idea de cocinar así aunque nunca lo hagamos, las cocinas son ideales, hermosas y acogedoras, y los platillos exóticos me emocionan. Veo cuanto programa de cocina hay en la televisión, ya no es por aprender sino por ver el ritual maravilloso que es hacer comida”.

Y finalmente: ES DIVERTIDO.

En su libro Cocinar, una historia natural de la transformación, Michael Pollan reflexiona sobre lo que él llama “La paradoja culinaria”, refiriéndose a este fenómeno en donde entre menos cocinamos más vemos cocinar…

Y dice que observar cómo cocinan otras personas no es algo nuevo entre los humanos, si hacemos memoria, casi todos tenemos recuerdos reconfortantes de cuando nuestras madres, padres o abuelas, cocinaban en casa y transformaban mágicamente cuatro ingredientes planos en algo mejor que la suma de sus partes. En mi caso pocas cosas me han maravillado tanto como la transformación de una clara de huevo en un blanco merengue que no se cae del plato aunque lo pongamos de cabeza. Punto de turrón, decía mi madre después de haber batido con fuerza, ritmo musical y un tenedor esa gelatinosa cosa hasta dejarla irreconocible, espumosa y perfecta para que, después de su paso por el horno, conservara sus burbujitas cristalizadas para siempre, encerrando el aire y la dulzura de mi niñez.

Y de ahí el asombro y la admiración, qué poder de atracción ejerce el cocinero con su  trabajo lleno de ritmo y texturas, “mucho más satisfactorio que la mayoría de las tareas abstractas que realizamos los demás en nuestros trabajos actuales. Los cocineros trabajan con materia viva, no solo con teclados y pantallas, sino con cosas fundamentales como plantas, animales y hongos. También trabajan con los elementos: el fuego, el agua, la tierra y el aire, y los utilizan ¡los dominan! para realizar sus deliciosas alquimias. ¡Quién de nosotros desempeña un trabajo que le haga entablar un diálogo con el mundo material y que concluya (…) con un sentimiento de clausura tan delicioso y gratificante?” (Pollan 2014.14)

Por tanto, puede que la razón de que nos guste ver programas de televisión y tutoriales tenga que ver con que, como afirma Claude Levi-Strauss, la cocina es el acto con el que comienza la cultura, un proceso que nos conmueve grandemente porque nos habla en la lengua más antigua de todas, la que va directo a la raíz de lo humano, el lugar en donde empezó todo… la boca.

Receta 

Mixiotes de pollo, receta de Chepina Peralta

(Receta para 6 porciones)

INGREDIENTES

*6 Piernas o muslo de pollo  

*Hojas frescas de acuyo o aguacate  

*3 Jitomates

*Sal y pimienta c/n

*18 Aceitunas sin hueso

*½ Cebolla picada

*4 dientes de ajo

*Pimienta gruesa  c/n

*Tomillo seco o una ramita de tomillo fresco

*2 cucharadas de alcaparras 

*4 Chiles cuaresmeños 

PREPARACIÓN

Sobre un cuadrado de papel aluminio poner primero la hoja de acuyo o aguacate y por encima la pieza de pollo.

Sobre el pollo agregar jitomate picado. Salpimentar.

Incorporar las aceitunas rebanadas y la cebolla y ajo picados finamente.

Por último agregar la pimienta gruesa, el tomillo, las alcaparras y los chiles cuaresmeños en juliana.

Cerrar el paquete de papel aluminio.

Cocinar en vapor por 20 minutos o hasta que el pollo esté cocido.

Fuente: Utilísima.com

Publicado por Julio Távara N (http://chefalpaso.com/mixiotes-de-pollo-receta-de-chepina-peralta.html) 

Referencia

Pollan, 2014, Cocinar, Una historia Natural de la Transformación. Debate. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A. de C.V. México. 11-21.

 

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 120: bit.ly/Alternativas121 


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