Historias fragmentadas 

León, Guanajuato

Cine y Escénicas

Historias fragmentadas

Por Diego Enríquez   18/08/20

La forma de narrar historias ha cambiado a lo largo de la historia: Del cine a la televisión y ahora al streaming, todo evoluciona, incluso la forma de consumir estas propuestas audiovisuales. 

A fines del siglo XIX, una nueva forma de entretenimiento visual cambiaría la historia de la humanidad para siempre. Pronto, aquella novedad tecnológica congregaría a millones de personas a lo largo y ancho del mundo en salas oscuras para ver historias proyectadas en una gigantesca pantalla. Décadas después, la magia de la narrativa audiovisual comenzó a viajar fuera de las salas de cine; ahora las historias de imagen y sonido habitaban las intimidades de sus espectadores a través de cajas con pantallas pequeñas que se instalaban en las salas de los hogares y reunían alrededor de ella a estos millones de personas fragmentadas en células familiares. 

Los formatos narrativos del cine pronto comenzaron a transformarse de la mano con el propio medio, y al ser éste el que llegara hasta la comodidad de cada hogar, podía estirar al máximo el tiempo para desarrollar una historia, un personaje y sus necesidades dentro de la misma, dividiendo las historias en culebrones formados por lo que pareciera una infinidad de episodios. Ya para fines de los años 50, las telenovelas, las series y las miniseries formaban parte de la vida cotidiana de las audiencias ávidas de narrativa. 

Los creadores de estos formatos descubrieron que tenían altísimos poderes adictivos sobre sus audiencias. Los grandes canales de televisión explotaron nuestra debilidad para engancharnos a contenidos comerciales y, a su vez, las grandes marcas aprovecharon esto para inyectarnos publicidad entre las dosis de narración. Esto trajo consigo, por un lado oscuro, años de creación generalizada de contenidos audiovisuales baratos, de producciones e historias mediocres. Por otro lado, grandes cineastas y realizadores audiovisuales vieron el enorme potencial que existía en el medio, más allá de los fines comerciales. 

La televisión estadounidense vivía su primera época dorada con la prominente silueta de Alfred Hitchcock apareciendo en el intro de una serie televisiva escrita por él mismo y con episodios dirigidos por diversos realizadores entre los que figuraron nombres como Robert Altman y Sidney Pollack. En Italia, Roberto Rosellini ambicionaba todo un aparato mediático dirigido hacia la producción didáctica, y en Francia, Jean Renoir y Jean-Luc Godard experimentaban sus narrativas para el espectro televisivo. 

Años más tarde, ya a inicios de los noventa, David Lynch irrumpe con la ya clásica de culto Twin Peaks, abriendo camino a narrativas cada vez más cinematográficas dentro de la televisión, aunque con historias y personajes que pueden desarrollarse durante horas y horas de transmisión, como sucedió con la vida del jefe mafioso Tony Soprano analizada en el despacho de su psicoterapeuta a lo largo de ocho años y seis temporadas en que un gran James Gandolfini interpreta a su personaje en Los Soprano, considerada la serie que cambiaría todo en la historia de la TV. 

Y en aquel entonces, la verdadera revolución apenas comenzaba: el medio dejaba de ser dependiente de un aparato conectado en una sala, estaba a punto de llegar hasta los bolsillos de miles de millones de espectadores. A partir del Internet, ningún medio audiovisual volvería a ser el mismo. 

 

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 120: bit.ly/Alternativas120


Historias Populares
Historias Recientes

Instituto Cultural de León

Oficinas Generales
Edificio Juan N. Herrera s/n
Plaza Benedicto XVI, s/n
Zona Centro
León, Guanajuato, México.

E-mail: prensaicl@gmail.com
Teléfonos: (477) 716 4301 - (477) 716 4899