La voluntad por construir y compartir la música 

León, Guanajuato

Música

La voluntad por construir y compartir la música

Por Edgar A. Aguirre Vega   17/08/20

Especialista en guitarra clásica y amante del fagot, Francisco Javier Balboa Luna es el menor de una familia de cuatro integrantes. Una vista al pasado lo denota como el receptor de ideas, conocimientos y sensibilidades que hoy forman parte fundamental de su ser, como humano y artista.

Paco Balboa, como es más conocido, nació el 23 de mayo de 1983 en León, Guanajuato. Su familia, de vena artística escondida pero altamente valiosa, fue despertando  inconscientemente en él el deseo del arte. Su padre, Francisco Balboa, es ingeniero y un amante de la literatura y la historia; Victoria Luna, su madre, es profesora y escritora de poesía; y su hermana mayor, Lluvia Balboa Luna, una diseñadora gráfica que soñaba con las artes plásticas y la ilustración.

“Ella (mi hermana) me fue impulsando para ver y escuchar cosas diferentes a las que correspondían a mi edad, creo que es algo normal en los hijos menores; esto aunado a la búsqueda de mi mamá, de la pedagogía y la poesía, y a la de mi papá contándome historias o poniendo discos acetatos todos los domingos, porque era tradición escuchar algo de Senegal, luego algo de Jamaica, trova y luego las sinfonías de Beethoven, blues…, era una casa llena de sonidos y creo que por ser el menor era un receptor de todos los conocimientos en términos sensibles”.

Sus memorias de infancia son íconos claros de una niñez feliz: andar en la calle, salir a correr, el béisbol, el fútbol, jugar a la ‘traes’, el resorte, el camión del pan, la avioneta con publicidad del circo, el tren; eran otros tiempos, diferentes, con detalles simples que le sorprendían en demasía.

Aunque el arte formaba parte de la vida de Balboa, no era visible como una opción de realización profesional, no había ningún indicio de ello; quizás sí de alguna ingeniería, como su padre, o ser un ángel verde para ayudar a la gente, como alguna vez harían estos héroes con él y su familia durante un percance en carretera; pero jamás contempló ser músico, esta pasión le llegó de manera casi fortuita.

“Yo era más de deportes: natación, fútbol, tae kwon do. Era muy inquieto y eso me fue generando, antes de los 12, una distracción muy grande, menor rendimiento en la escuela; mis papás consideraron que era importante tener una actividad artística para enfocarme, me dieron a elegir varias opciones artísticas y, por azares, yo tenía una guitarra que no recuerdo ni cómo llegó. Decidí estudiar guitarra por practicidad”.

Después de una pequeña evaluación, fue asignado por el maestro Covarrubias, director de la escuela Silvino Robles (ahora Escuela de Música de León) a la sección de adultos ―cuando aún pertenecía a la infantil―, factor que le permitiría salir de su zona de confort y enfrentar un ritmo marcado por personas cinco o seis años mayores; situación que recuerda con enorme cariño y agradecimiento.

“Fue un mundo maravilloso, quizás ese tema de los sonidos familiares que de repente se vieron potenciados como una posibilidad, como una energía muy potente, de verdad que me clavé muchísimo con la música desde el primer día, fue un deseo muy grande de estar, de hacer, de estudiar, de aprender”.

Después de año y medio de estudiar en la Silvino Robles, decidió dejar el aula pero no abandonó la música. Durante dos años experimentó con grupos de rock y blues, realizando tertulias y organizando a grupos de amigos para disfrutar de la música y géneros en común. A los 16, regresó a la educación musical formal.

Su amor por ésta lo llevó a estudiar la Licenciatura en Guitarra Clásica en la Universidad de Guanajuato, ubicándose como un alumno destacado. Su inquietud lo llevó a realizar nuevas búsquedas, sonidos diferentes; ávido de conocimiento mantenía su formación académica a la par de que exploraba fuera de ella.

“La universidad me gustó mucho porque era un ir y venir de información, tanto dentro como fuera, el hecho de tener el Cervantino y muchos festivales cerca, músicos de todos lados, la misma Orquesta Sinfónica, yo siempre estaba presente en la mayor cantidad de eventos que podía. Recuerdo la primera vez que vi un hurdi gurdi, fue rarísimo y maravilloso, como si fuera una reliquia digna de ser estudiada. Mi universidad fue un descubrimiento de sonidos, de curiosidades, las más fuertes fueron el renacimiento, el jazz y la música contemporánea, que a la fecha siguen siendo de mis preferidas”.

El maestro Balboa se ha desarrollado en el ambiente musical desde los 12 años, su trayectoria integra participaciones como intérprete, guitarrista, fagotista y director de más de 20 agrupaciones, entre las que se encuentran: ensambles de música barroca, ensambles de tango, música contemporánea, de jazz, música popular y actualmente como líder de la Orquesta Sinfónica Pinto Reyes (OSPIR) y de la Banda Sinfónica Pedro Jiménez Rosas. Son más de 20 años que le han brindado grandes posibilidades, innumerables escenarios y memorables experiencias.

“Mi primer recital como tal fue a los 16 años en una preparatoria aquí en León. Recuerdo la sensación de la oscuridad total, era un auditorio mediano, recuerdo la luz como si me hubiera envuelto en una pequeña burbuja; esa experiencia fue muy bonita para mí, fue muy placentera, muy íntima, a pesar de estar totalmente expuesto, los nervios que tenía al principio se convirtieron en una emoción muy cálida y me hizo pensar «sí, estoy seguro que me quiero dedicar a esto»”. 

Actualmente, los días de trabajo parecen no terminar, la música y el arte son los temas centrales en su vida: clases de fagot en la Escuela de Música, la dirección de la OSPIR y la Banda Sinfónica Estudiantil Pedro Jiménez Rosas, una coordinación académica en el Instituto Estatal de Cultura y la dirección de formación e investigación en el Centro de las Artes de Guanajuato, aunado a una constante capacitación en distintos rubros; actividades que le han permitido compartir experiencias, conocer personas y manifestaciones que han nutrido su actividad musical, alimentando sus ímpetus de explorar y de adaptarse a los inevitables cambios que llegan con el paso del tiempo.

“Creo que ha sido una evolución desde «yo quiero ser un gran músico y el mejor del mundo», de repente darte cuenta que quizás empecé grande y esos años que me salí no me permitieron ser un intérprete virtuoso, pero también se modifica hacia otros lugares donde dices «bueno, si me interesa la música contemporánea entonces vamos a hacer una búsqueda donde rompamos paradigmas», no sé, desde una perspectiva muy inocente pero experimentamos con las posibilidades técnicas del instrumento hacia una búsqueda y generación de un público, buscar un lenguaje propio, luego hacia las orquestas, dar clases con intención social, profesionalización de los músicos. Tiene muchas aristas esta responsabilidad de la música”.

Hoy en día la docencia se ha convertido en un aspecto crucial dentro de su vida profesional ―aún cuando su inicio en este ámbito se haya dado a sus escasos 19 años―, su vasta experiencia le ha hecho colocar en un estándar valioso el tema de la enseñanza, para él, una responsabilidad que permite generar más o menos posibilidades en la vida musical de alguien más, implicando un desarrollo personal y colectivo.

Balboa se ha convertido en una figura importante dentro del ámbito musical de la región y en específico de la Escuela de Música de León. Su labor y trayectoria le han permitido ser un querido director y líder, lo que, por supuesto, le ha dejado innumerables aprendizajes, pero sobre todo afectos; con ello ha trabajo en la construcción de la música desde lo no tiránico, con una responsabilidad compartida y centrada en el amor por esta disciplina.

“Tomé la posibilidad de estar enfrente de la Banda Sinfónica y busqué también estar en la dirección de la OSPIR porque creo que son lugares que te permiten explorar múltiples posibilidades de la música, del conocimiento, pero también te permiten aportar desde tu espacio algo que para mí debe ser la pasión por hacer, la dignidad al hacerlo, el respeto por hacerlo y con el que lo haces, así como la profesionalización de todos, incluida la mía”.

Su ritmo se basa en dejarse llevar; le gusta ser partícipe del fenómeno sonoro de León, cree en el trabajo multidisciplinario y en salir un poco de la disciplina de la música para buscar otras posibilidades de creación; manifiesta su deseo por aportar más, quizás a través de un sistema de bandas tradicionales que le permita atender, en un futuro, a un público diferente.

Como inspiraciones, Bach es el primero y el pilar de todo, señala; clásicos y contemporáneos: Olivier Messiaen, Josquin des Pres, Penderecki, Finnissy, Coltrane, Chris Potter, Dave Holland y Marin Marais, por mencionar algunos. Es un apasionado de los instrumentos y por sus manos han pasado la guitarra y el fagot, profesionalmente, sin embargo, ha podido jugar como él lo considera con el trombón y el bajo, con la inquietud de acercarse a instrumentos asiáticos, por ejemplo, y más conocidos como el clarinete bajo y el contrafagot.

La sensibilidad, las ansias de explorar y la manera de habitar a través de la escucha, forjados desde la infancia, han sido detonantes para llegar al momento en que se encuentra el maestro Balboa, «es un aspecto de voluntad» manifiesta sobre la elección y de mantenerse en el camino de la música.

“Creo que hay que aferrarse a nuestra voluntad inicial, a las motivaciones que te empujaron a hacer música, luego se nos olvida por la misma academia que tiene búsquedas de estructuras muy definidas y rígidas aferrarse con pasión y deseo en esa búsqueda. Hay que ser honestos con lo que a uno le gusta, hay que ser muy creativos, eso puede hacer que nos mantengamos dentro de la música con más satisfacción”.

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 120: bit.ly/Alternativas120 


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