Generar arte en León 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Generar arte en León

Por Roberto Mosqueda   24/07/20

Mantenerse en movimiento, eso implica hacer arte en León. Es ser activo, creativo y proactivo; generar redes de trabajo y entregar la vida a lo que te apasiona. Este es el testimonio de lo que implica ser artista en la ciudad, desde la visión de un generador creativo.

De acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, generar es “producir, causar algo; procrear”. La misma fuente define el arte como una “capacidad, habilidad para hacer algo”; es una “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos (…) sonoros”, etcétera. 

Esta actividad o producto puede tener una finalidad estética, comunicativa o provocativa; y es un componente esencial de la cultura de las sociedades humanas, que refleja diversas capas de la realidad —en simultáneo o por separado—. ‘Ta cañón, ¿no? De entrada se lee como algo laborioso de llevar a cabo. 

El arte ha sido tratado, estudiado, definido y catalogado desde la antigüedad grecorromana. Tradicionalmente incluye expresiones como la Arquitectura, la Escultura, la Música, la Pintura, la Literatura, el Cine, la Fotografía, la Danza y el Teatro.

Por supuesto, éstas no son las únicas manifestaciones. Y no es la intención de este escrito teorizar sobre la clasificación del arte. Es solamente una introducción breve para dar a entender que “generarlo, producirlo, causarlo y procrearlo” no es ‘hacer enchiladas’ (como degustador asiduo de éstas, por cierto, corroboro también la complejidad de cocinarlas).

Además de ser consumidor de la gastronomía mexicana, me dedico a hacer teatro, danza y lo-que-sea-necesario para comunicar ideas o contar historias. Con el convencimiento de que la humanidad tiene una necesidad interminable de seguir relatándose y escuchándose a sí misma. Y desarrollo estas actividades en: León, Guanajuato. (Aunque secreta y no secretamente albergo el deseo de llevarlas a cabo por todo el mundo; mentiría si dijera que no). 

Ahora bien, en este punto abro la pregunta: ¿Qué implica hacer arte en León? Contestaré a modo personal, partiendo de mi experiencia y enriquecido por los testimonios de colegas queridos y admirados a quienes entrevisté durante el proceso de escritura de este artículo. Para mi sorpresa, encontré con ellos los siguientes puntos en común que he estructurado como respuesta y que se entretejen unos con otros:

1) Profesionalizarse 

La profesionalización es la búsqueda de la excelencia: técnica, disciplina, rigor, actualización, trabajo constante y autorreflexión (esta última, a veces muy incómoda). Desde una perspectiva muy personal, implica la generación de conocimiento individual a través de la experimentación y el aprendizaje de conocimiento desarrollado por otros, que pueda catalizar el crecimiento propio. 

En mi caso implica, al menos, un promedio de tres horas diarias de entrenamiento. Lo anterior, sumado a horas extras de ensayos y sesiones de trabajo creativo para un espectáculo. Inclusive, llega a involucrar una tregua balanceada con mi afición por las enchiladas. Todo tiene un precio. Oh, y sí. Muchas y muchos, además de esto, tenemos un ‘trabajo formal’ pa’ pagar la renta —muchas veces vinculado a la docencia—. 

2) Migrar 

La búsqueda de dicha profesionalización o de oportunidades de desarrollo nos ha llevado a partir hacia otras latitudes. El arte es una eterna búsqueda: de técnicas, de lenguajes, de compañeros de viaje, de sueños y de propósitos. A veces lo que necesitamos está en nuestra tierra, y a veces no. Se necesita dignidad para reconocer lo primero, y humildad para reconocer lo segundo. 

3) Formar audiencias 

Esto, como filosofía de vida constante. Tramposamente, no ahondaré en el proceso histórico de conformación de la(s) identidad(es) cultural(es) leonesa(s) y en su aparentemente generalizada falta de interés por algunas (varias) manifestaciones artísticas; pues éste es un tema complejo que debe ser abordado con amplitud en otra ocasión y que además debiera ser materia de análisis obligatoria para quienes deseamos vivir del arte. Es necesario comprender cómo piensa la sociedad, pues toda ella es —en realidad— un público potencial. Y, como tal, debería tener la posibilidad indiscriminada de disfrutar de la experiencia poética y transformadora del arte. En un universo ideal, la participación en actividades artísticas debería ser parte del perfil ciudadano. Aquí todavía falta camino por recorrer. 

Ahora, en un apartado más práctico: construir constantemente públicos augura sostenibilidad para nuestra labor, en muchas esferas. Desde una persona que pague un precio justo y digno por nuestro trabajo, pasando por un alumno que disfrute de una clase, hasta una diputada que tome decisiones acertadas en torno a los marcos legales de nuestra profesión, o un funcionario público que labore atinadamente como programador en espacios culturales.

La formación de públicos es constante: en cada charla que puedo hablo del por qué brindamos un servicio profesional y cómo es que no vivimos del aplauso. A mis estudiantes (y, por ende, sus círculos cercanos) constantemente les invito a eventos artísticos —propios y ajenos—. Básicamente soy una cartelera y guía de recomendaciones ambulante todo el tiempo, con la intención de generar flujo y demanda. 

Éste puede ser uno de los cimientos para que, en un futuro (espero no muy lejano), haya un mercado que permita a los creadores vivir de la creación y que la docencia sea una actividad de voluntad, no de subsistencia. 

4) Resistir 

Por supuesto, si usted lee los puntos 1, 2 y 3, y ya siente agotamiento, entenderá el porqué se requiere de verdadera resistencia. Considere además multiplicar esto por 10, 15 o hasta 30 años de experiencia de varias y varios creadores de la ciudad. ¿Alguien dijo ‘enchiladas’? 

5) Comunidad 

Labrar el camino es mucho más potente si se hace con una consciencia de comunidad: en la formación de audiencias, en la exigencia de políticas públicas y en el fortalecimiento constante de nuestro rubro. 

6) Verdad 

Y preguntarse: ¿por qué y para qué hago esto? ¿Estoy buscando algo propio o estoy imitando algo que vi en otra parte? ¿Cuáles son mis características, realidad y circunstancias? ¿Me mueven la necesidad y el placer, o me mueven otras expectativas? Entre otras muchas. 

En conclusión: implica un montón de trabajo dentro, fuera y alrededor. Y es paradójico: en este tiempo de contingencias ha sido el arte el que ha levantado el espíritu de la humanidad. Pese a ello, todavía es necesario que la sociedad y las instituciones le asignemos un lugar más digno; pues el arte es un reflejo sensible de la realidad y verse en ese espejo es un paso fundamental de crecimiento. Más o menos todo eso implica hacer arte en León.

Roberto Mosqueda. Creador escénico, docente y coordinador artístico del Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz. Agradecimiento especial, por su luz y palabras, a: Armando Beltrán, Arturo Chango Pons, Humberto Pérez, Jorge Jiménez, Noé Chávez y Silvylú Padilla.

 

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 119: bit.ly/Alternativas119


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