El hombre de letras mágicas, García Márquez

"No hay ni una sola línea en ninguno de mis libros que no tenga su origen en un hecho real", decía Gabriel García Márquez, quién prefería contar historias con su mágico lenguaje. Hoy, a seis años de su partida, el latinoamericano sigue teniendo un espacio muy especial en el corazón de sus lectores.

Un atuendo color blanco, una sonrisa de oreja a oreja y las pupilas más brillantes, describían al novelista que recibió múltiples aplausos al momento de ganar el Premio Nobel de Literatura, superando al novelista británico Graham Greene y al alemán Günter Grass, en 1982.

Gabriel García Márquez marcó un parteaguas en la literatura latinoamericana para ser reconocido como el máximo representante del realismo mágico con obras como La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1987),  entre otras que permanecen en la memoria de los lectores. 

Nacido un 6 de marzo de 1927 en Aracataca, Colombia, Gabriel José García Márquez desde pequeño vivió en un mundo rodeado por la literatura, con las fábulas e historias contadas por sus abuelos y escribiéndo versos humorísticos desde los 10 años.  

Siendo aún un infante, apareció la figura que lo marcó e inculcó el hábito de escribir puntual y directamente: Rosa Elena Fergusson, quien sería a la vez el amor platónico del fantasioso Márquez.

Años después el amor tocó a su puerta, cuando conoció a Mercedes Barchay, con quien  contrajo matrimonio en Barranquilla en 1958.

García Márquez estudió derecho en la Universidad Nacional de Bogotá, pero el destino le tenía preparada una profesión de vida muy diferente. Fue en la universidad donde conoció al  escritor Manuel Zapata Olivella y poco a poco el colombiano se fue abriendo paso en el mundo periodístico, él era un verdadero apasionado de este oficio y se puede ver reflejado en sus colaboraciones con El Universal, El Heraldo de Barranquilla, El Espectador, entre otros trabajos independientes que destacan su trayectoria.

El amor por la escritura lo hizo dar un paso más para dedicarse a la novela, donde nos mostró su peculiar percepción de la realidad en la que da lugar a la magia para involucrar todos nuestros sentidos en sus textos. 

Así, en 1967 nació su obra más reconocida Cien años de soledad, texto del que inicialmente se esperaba un tiraje de tres mil ejemplares, un número que pronto se superó, enmarcando el éxito del también periodista.

Después de unos veranos de silencio, Vivir para contarla, en 2002, fue la primera parte de sus memorias en la que repasaba los primeros 30 años de su vida. Nadie esperaba que su última novela fuera en 2004 con Memorias de mis putas tristes.

Finalmente su luz se apagó debido a un cáncer linfático que lo amenazaba desde 1999 y que le arrebató la vida el 17 de abril de 2014, en la Ciudad de México; pero no así, el legado literario que seguirá marcando generaciones.