¿Cómo entender lo que la música nos dice? 

León, Guanajuato

Música

¿Cómo entender lo que la música nos dice?

Por Jacobo Cerda   06/02/20

La humanidad se ha servido de la música como un medio para expresar, pero ¿qué?, y,  ¿cómo le hacemos para entenderla? Eso, estimados lectores, es lo que abordaremos a continuación: la música como lenguaje.

Tocar un instrumento no sólo es el hecho de tocarlo sino sacar de éste un «decir musical», por eso en inglés usan la palabra play, que se traduce como tocar pero también como jugar. Cuando dos músicos están tocando o cantando a la vez, podemos percibir cómo interactúan como si estuvieran jugando y se vuelven cómplices de un mismo discurso. Para lograrlo, necesitan  conocer el contexto de la pieza o canción que interpretan, apropiándose del discurso y, quizá, resignificando dicho contexto.

Hay tanto escrito acerca de la música como lenguaje que puede resultar un tanto confuso, y es que ni siquiera los teóricos se ponen de acuerdo en definir los aspectos ‘gramaticales’ de ésta.

Como en todas las artes, en la música hay diversos géneros, o dicho de otra manera, hay diferentes motivaciones del artista para concretar una obra, y por lo tanto, los resultados son distintos. Si buscamos el concepto música, en las primeras respuestas que aparecen en en línea podremos encontrar definiciones generales como:

El arte de combinar sonidos en una secuencia temporal y que atiende a Leyes de la armonía, la melodía y el ritmo.

Si no están familiarizados con la teoría musical, esta definición puede resultar poco comprensible, pero si son expertos en el tema y han reflexionado e indagado acerca de los conceptos que definen el arte de la música, resultará aún más confusa. Donde parece que coinciden varias definiciones, es en que el tiempo es el lienzo sobre el cual se trabaja la música, pero no es un tiempo totalmente definido o bueno, en algunos casos sí sino el tiempo donde se organizan secuencias relacionadas con apreciar los gestos, ideas, dinámicas, contrastes, repeticiones, etcétera. Es entonces que el compositor define la rutina de una danza que se propagará por el viento (sonido) a lo largo de una secuencia temporal.

Los elementos que se combinan son los sonidos, pero también los silencios. Y aquí hay que prestar atención, porque el silencio total no existe como un elemento en el acontecer musical, es más bien un momento de espera para atacar la próxima nota, o bien, que sirve para finalizar la participación de un instrumento o sonido. 

Una reflexión interesante surge a partir de lo que propuso John Cage en su famosa obra 4:33, donde el intérprete se enfrenta a una partitura (no en blanco) con un silencio que dura exactamente 4 minutos y 33 segundos. Dicha pieza se actúa con el artista presente esperando esa cantidad de tiempo frente a su instrumento sin tocar notas; se dice erróneamente que es una «pieza que trata del silencio» pero, por el contrario, es una obra llena de experiencias sonoras y la clave para entenderla es sensibilizar nuestra escucha a los sonidos que nos rodean (que es a lo que John Cage quería que prestáramos atención). El silencio no es nada, el silencio puede ser drama, puede ser espera, tranquilidad, expectativa, y también forma parte de la música.

Asimismo, la definición antes citada nos indica que existe algo llamado Leyes de la armonía, las cuales parecen inalcanzables para nuestra comprensión si es que se definen como conceptos inmutables. Les comparto que a través de una vida dedicada a la música me he dado cuenta que, como dicen Les Luthiers, en la música: la verdad absoluta no existe, y esto es absolutamente cierto.

No existe porque la manera en que la percibimos va cambiando con el tiempo y por ende también sus reglas, que más bien son acuerdos que se van construyendo de a poco mientras los gustos de la gente se van modificando; pero lo que sí existe es la «armonía», entendida como un conjunto de sonidos y silencios que se relacionan de cierto modo para dar congruencia y coherencia. Ese modo en el que se relacionan los elementos armónicos funcionan como un sistema planetario, hay elementos que tienen más importancia y otros que rodean al centro de gravedad en distintos niveles u órbitas, por eso escuchamos que en una canción de rock el coro se repite varias veces y la introducción de la guitarra se alterna con los versos y estos van cambiando de letra cada vez que aparecen.

Para no extenderme en aspectos teóricos, sólo diré que si uno pretende compartir una idea musical nueva a otra persona, tiene necesariamente que indicar los cambios que van aconteciendo y cómo se van relacionando unos con otros y entonces crear un «discurso musical».

Si la música es un lenguaje y acabo de mencionar el concepto de «discurso musical» quiere decir que sí está diciendo algo, la pregunta más bien sería: ¿qué es lo que se expresa en la música?

Pareciera una labor ardua y extenuante el responder este cuestionamiento, pero ¿acaso es complicado saber qué es lo que intenta expresar Daniel Flores en su famosa composición Tequila? Si bien lo único que dice la canción es “tequila”, si estamos dispuestos a escucharla, podemos apreciar rápidamente que el ritmo hace que movamos la cabeza y esos saxofones nos sacuden los pies y luego todos los instrumentos al mismo tiempo hacen un mismo ritmo y dejan sólo a la voz para que gritemos en coro “¡tequila!” Resulta evidente que esta música nos incita a una acción específica que no es escribir un artículo en tu soledad mientras bebes café.

Para terminar y sin darnos cuenta ¡ya tenemos los elementos que nos ayudan a entender la música! Porque como lenguaje, tiene sus propias reglas y a veces cada pieza o canción tiene su armonía específica y por lo tanto sus propias normas, así como los sistemas solares. 

Se requiere de mucha valentía para expresar lo que uno quiere decir y compartir con una audiencia que quizá no siempre tiene la disposición por escuchar realmente, pero ahora que sabemos la clave para entender la música, identifiquemos que para lograr eso necesitamos: tener tiempo de escucharla (porque reside en el tiempo), silencio que más bien sería la disposición de escuchar y callar nuestra voz interna para escuchar a otra voz interna, con lo anterior podremos comprender cómo evoluciona la pieza y recordar una melodía que se repite, otra que contrasta, una variación, etcétera. Por último, sólo nos queda disfrutar de este proceso, quizá con los ojos cerrados, y de este modo apreciar la riqueza que cada persona tiene para compartir.

 Recomendaciones para escuchar con los ojos cerrados y los oídos abiertos: 

-          Ojos pues me desdeñáis – José Marín

-          Metro Chabacano – Javier Álvarez

-          7 – Los inoxidables

-          Cumbres – José Pablo Moncayo

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 114


Historias Populares
Historias Recientes

Instituto Cultural de León

Oficinas Generales
Edificio Juan N. Herrera s/n
Plaza Benedicto XVI, s/n
Zona Centro
León, Guanajuato, México.

E-mail: prensaicl@gmail.com
Teléfonos: (477) 716 4301 - (477) 716 4899