Los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos

Por Hugo Heriberto Morales del Valle   06/02/20

Gastronómicos, geográficos, meteorológicos o laborales: para toda ocasión hay un refrán, frases coloridas que reflejan los saberes culturales, la identidad de una sociedad y que sin duda, son un conocimiento obligado en nuestro país.  

De acuerdo con Julia Sevilla Muñoz y Carlos Alberto Crida Álvarez (2013), los refranes son un tipo de paremia, es decir, un enunciado breve y sentencioso, fijado en el habla, que forma parte del acervo sociocultural de una comunidad idiomática, cuyo origen es anónimo y su uso popular —de estructura usualmente bimembre— con elementos mnemotécnicos que favorecen su memorización y un carácter de verdad universal. En las líneas siguientes, puntualizaré algunas de estas características que juzgo como más necesitadas de explicación.

En primer lugar, la fijeza de los refranes en el habla se expresa en la poca variación que presentan, más allá de ciertas alternancias en el orden de sus componentes como el que nace pa’ maceta del corredor no pasa frente a el que nace pa’ maceta no pasa del corredor.  Imagínese que variáramos más los elementos y en lugar de decir el que nace pa’ maceta del corredor no pasa, dijéramos el que nace pa’ maceta no se mueve del pasillo o algo tan extremadamente diferente como al que nace pa’ guacamaya, Dios le manda el chicharrón. En estas unidades modificadas o inventadas es posible inferir un significado e identificar la estructura original, pero seguro obtendríamos como respuesta de nuestro interlocutor que «el refrán no va así» o «ese refrán no existe». 

En cuanto a la estructura bimembre, esta propiedad se ve en la composición del refrán por dos cláusulas, como en cuando el tecolote canta, el indio muere, o puede venir dada por su métrica y rima, como se aprecia en los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos, con dos partes de ocho sílabas que riman entre sí. A propósito de la rima, ésta y la aliteración ―repetición de ciertos sonidos― son dos de los elementos mnemotécnicos que permiten su fácil memorización: matrimonio y mortaja del cielo baja; las mandas, o se pagan o se penan. Finalmente, el carácter de verdad universal se refiere a que los refranes se nos presentan como aserciones cuyo valor de verdad se mantiene sin excepciones en los escenarios en que resulte adecuado su uso. Si decimos que el que por su gusto es buey hasta la coyunda lame, siempre será verdad que quien hace un trabajo con gusto lo disfruta por más pesado que éste sea.

Siguiendo a los autores citados, los refranes pueden clasificarse como de alcance general o alcance reducido. Los refranes de alcance general son aquellos que pueden ser invocados por el hablante en numerosas situaciones, dado que revisten una naturaleza metafórica, no literal. Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre no es literalmente un consejo sobre cuántas veladoras habría que poner a los pies de una figura religiosa, sino que puede aplicarse a cualesquiera situaciones en que convenga atenerse a un justo medio y no caer en los extremos, en razón de que el uso dado por los hablantes lo ha dotado de ese sentido metafórico.

Por lo que respecta a los refranes de alcance reducido, estos están constreñidos a situaciones más puntuales o a comunidades de habla más limitadas y pueden catalogarse a su vez en refranes meteorológicos (febrero loco, marzo otro poco; para dejar de llover, por San Miguel), laborales (maíz que no le ve la cara a mayo, ni zacate pa’l caballo; maíz para mantener, trigo para enriquecer y cebada para empobrecer), supersticiosos (año de pares, año de males; en martes no te cases ni te embarques), o geográficos (campanas, lenguas y limas, Silao las tiene muy finas; Jalisco nunca pierde, y cuando pierde, arrebata). Sin duda, resultaría difícil decir año de pares, año de males sobre un año desafortunado acabado en número impar o que hispanohablantes fuera de México o El Bajío supieran dónde es ese Silao que tiene tan buenas campanas, lenguas y limas.

Los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos reza el refrán que escogí para el título de este texto. La única vez que lo he escuchado ha sido en boca de Cantinflas en El padrecito (1964), pero también es posible encontrarlo en el Refranero mexicano de Herón Pérez Martínez (2004). Pese a esta aparente poca vitalidad, al menos desde la experiencia vital de quien esto escribe, consideré que no podía encontrar otro mejor que cumpliera la función de título, en tanto que expresa la importancia que tienen o deberían tener los refranes en la cultura popular. Éste nos dice, de forma metafórica, que los refranes transmiten verdades o normas que deberían regir nuestro actuar, de modo similar a las que contiene el Evangelio para los creyentes. Por otro lado, la referencia a los viejitos refleja bien la idea que tenemos de que los refranes se heredan de generación en generación, como un vehículo que transmite la sabiduría adquirida por nuestros mayores. Ya lo dice otro refrán bastante conocido en el que se encarece la importancia del conocimiento que se adquiere con la edad: más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Referencias

Pérez Martínez, H. (2004). Refranero mexicano. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

Sevilla Muñoz, J. y Crida Álvarez, C. A. (2013). «Las paremias y su clasificación». Paremia, 22: pp. 105-114.

Hugo Heriberto Morales del Valle (Acámbaro, Gto., 1992). Estudió la Licenciatura en Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato. Fue profesor en la Escuela Normal Superior Oficial de Guanajuato y desde 2017 cursa el Doctorado en Lingüística en El Colegio de México, A.C. Sus intereses como lingüista se centran en la variación geográfica y social del español hablado en Guanajuato, particularmente en la pronunciación, léxico y entonación.

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 114


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