¿A la música la asesinarán los robots… por fin? 

León, Guanajuato

Música

¿A la música la asesinarán los robots… por fin?

Por Jacobo Cerda    10/01/20

Comienza el siglo XXI y no se parece nada a lo que se retrataba en las películas de siglos pasados; aún así, la ciencia ficción nos ofrece una advertencia de lo que podría suceder.

En esta breve reflexión sobre una posible música del futuro vista desde principios del siglo XXI, te invito a pensar no en el futuro o en el presente, sino en el pasado y en el tiempo. Julio Verne, padre de la ciencia ficción, relata una serie de problemáticas o metas que se logran a través de la ciencia, estos textos fueron fascinantes a finales del siglo XIX y principios del XX; pero lo verdaderamente fascinante no es la narración en sí, sino que con los años muchas de ellas terminaron siendo una realidad. Esto despertó un especial interés en el imaginario de las sociedades futuras para mirar nuevamente a la ciencia ficción como un oráculo moderno.

Existe una región cerebral que se asocia con el recuerdo (lo pasado), esa misma región se activa cuando pensamos en el futuro y la relación entre ambos es a través de una trayectoria o ‘flecha de tiempo’ que básicamente se refiere a visualizar el tiempo en una constante, es decir, que el punto presente se une con otros puntos presentes que están detrás y delante, un bloque de tiempo: la cuarta dimensión. Aquí podemos realizar una anotación relevante, ya que la música viaja a través de un espacio-tiempo definido, es decir, a través de una flecha de tiempo que una vez que se acciona, termina. Lo interesante  reside en identificar que la música se escribe para que suene en algún futuro con técnicas o herramientas del pasado, y con esto quiero decir que la actividad musical está en el pasado como concepción, aparece en el presente como acción y existe en el futuro como una reflexión.

Regresando a los orígenes de la ciencia ficción, podemos apreciar que después de años de pruebas, a mediados del siglo XX los viajes al espacio fueron una realidad y su punto relevante llegó en julio de 1969, cuando la historia de Julio Verne, El viaje a la Luna, se hizo realidad en una misión de poco menos de 200 horas (algo fuera de este mundo, literal). En ese periodo también se gestaba una entidad invisible que advirtió otro escritor de ciencia ficción de referencia obligada, el gran Isaac Asimov.

Existen varias maneras de ver el futuro, aunque muchas veces nos preguntamos “How do you turn this on?”, y es que cuando la tecnología avanza nos enfrentamos a un desconocimiento de la misma o pensamos en ideas que aún no sabemos a ciencia cierta, ¿cómo llevarlas a cabo? Es como no saber encender un auto en la Edad Media o en la Edad Imperial; aunque con decepción, también hemos visto que muchas veces la humanidad se ‘aprovecha’ de las nuevas tecnologías para destruirse.

Y es que, los relatos de ciencia ficción que son, en gran medida, especulaciones de las ciencias que en su desarrollo pueden generar conflictos o soluciones a ideas, donde se habla del futuro como un posible presente en donde quizá tengamos cierto nivel de responsabilidad.

Retomando la entidad invisible que se fue gestando desde inicios de la Revolución Industrial (que son las máquinas), Isaac Asimov puso sobre la mesa varias ideas al respecto, por ejemplo: la de una red de bibliotecas o conocimientos dispuestos en un dispositivo en donde puedes preguntar y un experto en el tema te responde en tiempo real (como el Internet y específicamente un motor de búsqueda, ¿cierto?). La problemática que abordó en sus novelas robóticas fundó las normas a través de lo que él llamó ‘Leyes de la robótica’ y que se toman en consideración en la actualidad.

A la par, en el siglo XX, la música vivía una constante ruptura y desarrollo, o dicho de otra manera, estaba en un constante proceso evolutivo. La idea del futurismo musical, lo que significó ser la madre de las Vanguardias del siglo XX, proviene de la fascinación por la «nueva naturaleza», es decir, los paisajes de concreto y los edificios altos, los ruidos de las muchedumbres y los motores de combustión. El sonido se convirtió en un relato de la vida actual y el porvenir. (La obra que me parece más fascinante de ese periodo es Suicide in an airplane de Leo Ornstein. Escúchenla).

Avanzando el tiempo nos encontramos con una entidad más visible pues musicalmente comenzaron a utilizarse los procesos tecnológicos a nuestro favor. A finales del siglo XX se llegó a un entendimiento tal que comenzaron a ‘sintetizarse’ los sonidos, lo que significa es que no se necesitaba de una fuente ‘natural’ para producir sonidos, sino que se usaban las variaciones de voltaje (electricidad) para crear ondas sinusoidales perfectas y con la ayuda del «espectrograma» se visualizaban, medían y comprobaban las diferencias y, por lo tanto, modificarlas a su antojo. Por primera vez se conoció la música creada por máquinas.

Una de las tesis recurrentes en las películas de ciencia ficción de inicios de este siglo es: ¿qué será de la humanidad si las máquinas desarrollan un pensamiento y su conciencia supera la de nosotros? Otra tesis interesante es la de ¿qué será de nosotros si nos confrontamos con nosotros mismos en el pasado? Esta última pregunta podría parecer ingenua, pero es altamente mística, porque el encuentro más terrorífico que pudiera suceder (a través de la tecnología) es con nosotros mismos, muy de la década de 2010, de hecho.

La música dio un giro inesperado a principios de este siglo. Un grupo de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) desarrollaron algoritmos para copiar y crear nueva música, al estilo de Beethoven por ejemplo; esto a partir de Inteligencia Artificial con gran precisión (y con un excelente y refinado gusto, por cierto). Lo cual recuerda que, si la música es un proceso evolutivo de la inteligencia, ¿habría entonces música inalcanzable para los humanos generada e interpretada por robots? La respuesta es, ya casi… Si quieren una prueba de lo que está por ocurrir, basta con revisar el proyecto más reciente con robots de Squarepusher, de 2013, Music for robots, que consiste en utilizar máquinas con capacidades mucho más desarrolladas técnicamente para tocar un instrumento (guitarra, bajo, batería y piano) y así visibilizar que, al menos técnicamente, ya estamos superados por ellas.

Por último, en la actualidad, la música nos prepara para entender otra realidad futura, que son las máquinas. Pero aún no podemos responsabilizarlas de asesinar la música o superarla de un modo que evolucione el ‘acontecimiento sonoro’ que llamamos música y quizá se necesite una definición aún inexistente de lo que van a realizar las máquinas y sus inteligencias artificiales.

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 111: http://bit.ly/Alternativas111


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