De la imaginación a la Luna: 50 años del alunizaje 

León, Guanajuato

Arte y Tendencias

De la imaginación a la Luna: 50 años del alunizaje

Por Ruy Muñoz   10/01/20

Todo lo que yo invento, todo lo que yo imagino, quedará siempre más acá de la verdad, porque llegará un momento en que las creaciones de la ciencia superarán a las de la imaginación.

Julio Verne

En los albores del siglo XX, un grupo de astrónomos vestidos como magos construyó un largo cañón con el que dispararon una enorme bala hacia el espacio. Dentro de ella viajaron unos optimistas exploradores con la esperanza de llegar a la Luna. Luego de impactar en el ojo del pintoresco astro, admiraron la Tierra que habían dejado atrás y se dispusieron a descansar. Fueron recibidos por los selenitas con hostilidad y pronto se enfrascaron en una batalla que resultaría con el líder de los extraterrestres muerto y los exploradores huyendo en caída libre de regreso a nuestro planeta. Esa fue la visión que Georges Méliès nos regaló bajo la forma de la primera película espacial de la historia.

Llegar a la Luna en realidad fue mucho más costoso. Después de la Segunda Guerra, el mundo quedó a la merced de dos superpotencias que pronto comenzaron a disputarse (sin agredirse directamente) la hegemonía militar, cultural y tecnológica. Llamarle Guerra Fría a esta época es un eufemismo que minimiza la complejidad, tensión y brutalidad de esta confrontación: es innegable que se derramó mucha sangre en esta absurda contienda de egos, pero también que nos dejó, para sorpresa de todos, cosas positivas.

Norteamericanos y soviéticos llevaron su batalla a todos los frentes posibles. Lucharon igual en el mercado internacional como en las olimpiadas; ambos apoyaron violentos cambios de regímenes políticos en África, América Latina y Asia, y con esa misma visión de contrarios enviaron al hombre al espacio.

La carrera espacial —llamada así porque se propusieron enviar a un hombre al espacio antes que el otro— comenzó con la creación del Sputnik en los 50 por parte de la URSS, y de la NASA en 1958 por EE.UU., que tomaba la estafeta de la extinta NACA. Ambas desarrollaron cohetes a partir de misiles que antes usaron para combatir a la Alemania nazi y sus aliados, haciendo uso de la propulsión a chorro con base en diferentes químicos sólidos capaces de trasladar objetos muy pesados a grandes distancias.

Los dos programas espaciales adelantaron pasos agigantados poniendo en órbita satélites que duraban unas cuantas horas antes de desintegrarse de regreso en la atmósfera terrestre; pero fue la URSS quien logró enviar a Laika, una perrita callejera que se convirtió en el primer ser vivo en viajar al espacio (y el primero en morir en órbita) en 1957. El 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin fue el primer ser humano que viajó al espacio. El cosmonauta nacido en la Unión Soviética orbitó dentro de la nave Vostok 1 cerca de hora y media. Años después se lanzarían naves con hasta tres tripulantes.

Como respuesta, meses después el presidente John F. Kennedy anunció frente al Congreso norteamericano que Estados Unidos pondría a un hombre en la Luna en esa misma década, comprometiendo los esfuerzos de todo el país para lograrlo. La NASA inició el programa Apollo en 1966, el cual seguía los pasos de los programas Mercurio y Géminis —que pusieron en órbita satélites primigenios—. Este programa comprendía 20 misiones con el objetivo ya no de igualar a la URSS con las caminatas espaciales, sino de ser los primeros en pisar nuestro satélite natural.

Apollo comenzó con el pie izquierdo. La primera misión fue catastrófica y la tripulación murió por un incendio en la cabina durante el lanzamiento. Sin embargo, lejos de cancelar el programa, motivó a trabajar mejores desarrollos ya sin tripulantes. A finales del 68, el Apollo 8 ya estaba orbitando la Luna con una tripulación de tres astronautas, tomando fotografías de la superficie y su lado oscuro (que de hecho no es oscuro, sino que responde al hecho de que las órbitas terrestre y lunar se coordinan para ver siempre el mismo lado, aunque el Sol ilumina ambas caras).

La competencia por llegar al espacio popularizó teorías antiquísimas sobre la posibilidad de conocer otros mundos y a sus posibles habitantes. Los avances tecnológicos agudizaron uno de los sentimientos más puros de la ciencia ficción: la angustia por sus repercusiones más peligrosas. Las cintas La guerra de los mundos (Byron Haskin, 1953) y El día que la Tierra se detuvo (Robert Wise, 1951) nos plantearon la llegada de seres extraterrestres para colonizarnos, convirtiendo la Guerra Fría en mero recuerdo. Mientras tanto, 2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), quizá la máxima exponente de la ciencia ficción en cine, reflexionaba sobre los peligros de una inteligencia artificial que antepone la misión sobre todas las cosas en un ambiente hostil como lo es el espacio, experimentando el frío físico y emocional de sobrevivir solos en el abismo del infinito cosmos.

La mañana del 16 de julio de 1969, el Saturno V del Apollo 11 despegó de Cabo Kennedy con dirección al cielo. Dentro de la cabina se encontraban el comandante de la misión Neil A. Armstrong, de 38 años; el piloto del módulo lunar Edwin E. Buzz Aldrin Jr., de 39 años; y el piloto del módulo de mando Michael Collins, de 38 años. Los tres emprendieron por primera vez el viaje más extraordinario de nuestra especie. Cuatro días después, el módulo lunar realizaba el alunizaje. Armstrong y Aldrin descendieron por vez primera en la superficie lunar. El águila (Eagle era el nombre del módulo lunar) había aterrizado, como su insignia (presuntamente diseñada por un mexicano) lo había predicho.

En total, 12 hombres han pisado la Luna desde entonces, confirmando el éxito del programa Apollo. De las 20 misiones tres fueron canceladas y cinco fueron pruebas sin tripulación; 12 fueron tripuladas, de las cuales seis alunizaron, mientras que cinco llegaron al espacio y una fue una catástrofe que no logró superar nuestra atmósfera.

A pesar de todo, la llegada a la Luna sigue siendo cuestionada por los más escépticos. La presión que la URSS ejerció sobre Estados Unidos no sólo contribuyó al actual éxito generalizado de la NASA, sino que hizo sospechar que todo había sido un montaje. Y no cualquiera, basta indagar en Internet para encontrar la teoría de que fue el mismo Kubrick quien creó las nítidas imágenes publicadas por la agencia espacial. Si la bandera parece ondear, si no se ven estrellas en el firmamento... las razones para sospechar que todo fue una ficción sobran, pero las pruebas del alunizaje, aunque no las veamos todos los días, son contundentes para la mayoría. 

Además de colocar una bandera, filmar y tomar fotografías, los astronautas instalaron un sismógrafo y reflectores con los que aún se hacen mediciones disparando rayos láser desde nuestro planeta. Dejaron también una bellísima placa escrita con la familia tipográfica Futura (diseñada por Paul Renner en 1927, y que ahora es la tipografía que más tiempo ha pasado fuera de la Tierra) augurando un porvenir dorado: “Venimos en paz en nombre de toda la humanidad”.

La exploración espacial también nos ha dejado grandes avances en telecomunicaciones, con cientos de satélites artificiales orbitando la Tierra. La red global de intercomunicación, fruto de esta carrera, es la más grande fuente de información que tenemos actualmente. Ahora se investigan formas de colonizar la Luna y llegar a Marte, de crear microecosistemas que sobrevivan en las condiciones de las naves espaciales y (¿por qué no?) sobrevivan las condiciones de los astros que pretendamos conquistar. Aunque ya no hemos vuelto a la Luna, cientos de astronautas han realizado caminatas espaciales y el número de mujeres dentro de la cifra va en aumento. Aunque aún sea un objetivo lejano, actualmente se planean viajes turísticos al espacio.

El programa Apollo culminó en 1975 con el primer acoplamiento espacial entre naves soviéticas y estadounidenses en plena Guerra Fría, mientras que la ciencia ficción vivía una época dorada. Las ensoñaciones provocadas por los históricos viajes llevaron a imaginar mundos extraordinarios y hasta hoy siguen siendo materia prima de historias tan fantásticas o reales como sean necesarias para seguir planteando las dudas existenciales más apremiantes de la humanidad: ¿A dónde vamos? ¿Quiénes somos?

Por lo pronto, las agencias espaciales de todo el mundo ya planean volver a la Luna. La NASA, por su parte, nombró atinadamente como Artemisa (hermana de Apolo y diosa de la Luna en la mitología griega) al programa que en 2024 volverá a pisar el hogar de los selenitas. ¿Qué nuevas historias desencadenarán estas misiones? La ciencia ficción, como dice un amigo, es el género de la modernidad por excelencia. Casi un siglo y medio atrás, Julio Verne escribió Viaje a la Luna (1865), plantando la semilla de la posibilidad de viajar a través del espacio. Quizá esta clase de ficción también aporta a nuestro avance como especie, alimentándose tanto de la esencia de la humanidad, su voluntad e ingenio, como de nuestra realidad, hasta llevarnos a otros mundos —y la realidad, como sabemos, es inagotable—.

Obras de ciencia ficción inspiradas en los viajes espaciales (además de las mencionadas):

Solaris (Andréi Tarkovski, 1971)

Alien (Ridley Scott, 1979)

Apollo 13 (Ron Howard, 1995)

Moon (Duncan Jones, 2004)

Gravity (Alfonso Cuarón, 2013)

Interestellar (Christopher Nolan, 2014)

The Martian (Ridley Scott, 2015)

Passengers (Morten Tyldum, 2016)

First man (Damien Chazelle, 2018)

Ad Astra (James Gray, 2019)

Toda la discografía de David Bowie.

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 111: http://bit.ly/Alternativas111


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