Música contemporánea: antecedentes, presente y, ¿futuro? 

León, Guanajuato

Música

Música contemporánea: antecedentes, presente y, ¿futuro?

Por Pablo Alejandro Suárez Marrero   10/01/20

Formalmente, se considera música contemporánea a la creada a partir de 1975 y hasta la actualidad, con la culminación del modernismo musical y el surgimiento de condiciones propicias para un “[…] ambiente de la renovación creadora de los lenguajes artísticos”, en palabras del compositor mexicano Mario Lavista. 

Los primeros antecedentes de la música contemporánea (1880-1910) lo constituyen el uso directo o por inspiración de melodías, ritmos y armonías folklóricas del nacionalismo musical; la continuidad en el uso de la armonía tonal, así como de formas musicales y formatos instrumentales tradicionales del posromanticismo; las exploraciones tímbricas del Impresionismo francés; así como el énfasis en los estados anímicos y subjetividades del compositor formalizadas por el Expresionismo alemán. 

Ello dio paso a otros antecedentes importantes de la música contemporánea, como son los movimientos musicales del Modernismo (1910-1975). Estos incursionaron en la expansión o abandono de la tonalidad, la implementación de técnicas extendidas en los instrumentos musicales, así como la incorporación de sonidos novedosos en las composiciones. El Futurismo construyó un ‘nuevo’ perfil del mundo sonoro mediante ruidos; el atonalismo implementó inflexiones melódico-armónicas poco usuales en ambientes tonales; el primitivismo se abocó al rescate del folclore ‘más arcaico’; el microtonalismo fragmentó el semitono en intervalos más pequeños; así como el dodecafonismo y el serialismo integral reemplazaron virtualmente a la tonalidad tradicional.  

En contraste con lo precedente, en pleno siglo XX el Neoclasicismo retomó las prácticas tradicionales de los medios expresivos musicales, en simbiosis con disonancias atonales y ritmos sincopados. Paralelamente, se utilizaron medios electrónicos para producir sonidos en detrimentos de los instrumentos musicales tradicionales, dando paso a tres importantes tendencias: la música electrónica, la música concreta y la música electroacústica. A ello se suma la radicalización creativa de varios compositores del vanguardismo, que impulsaron el surgimiento musical de expresiones performativas como son la música aleatoria, el teatro musical, la música ‘ritual’, el happening musical y la música intuitiva, algunas de las cuales llegan a nuestros días.

A su vez, se desdibujan las líneas tradicionales entre géneros musicales, tendencias estéticas y técnicas compositivas, pues cada uno de los creadores buscará innovar musicalmente mediante el entretejido subjetivo de este o aquel recurso discursivo existente. Tal es el caso de la ‘micropolifonía’ o simultaneidad de diferentes líneas, ritmos y timbres en un mismo espacio temporal desgajado de la noción de pulso; los trabajos sobre la ‘masa de sonido’ donde se opta por la textura, el timbre y la dinámica como ordenadores prístinos del gesto musical; así como el minimalismo y la superposición de fragmentos musicales en capas para producir una trama sonora. En su conjunto, estas tendencias no escaparon de las influencias de la música popular y de las bandas sonoras con fines cinematográficos. 

La música contemporánea surge con la Posmodernidad (1970-actualidad) y el auge de nuevos movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos, no siempre coherentes entre sí desde el punto de vista ideológico. Sin embargo, coinciden en ser respuestas perfectibles a los fracasos sociales del modernismo, mediante la renovación radical de las formas tradicionales del lenguaje musical. El compromiso contemporáneo está en la innovación, el progreso y la crítica de las vanguardias musicales, defendiéndose disímiles posturas estéticas como la hibridación cultural, la música popular y la apropiación creativa, ante los grandes relatos hegemónicos. Ello ha sido nombrado por el musicólogo mexicano Rubén López-Cano como “música dispersa”.

Dentro de estas múltiples discursividades, el poliestilismo utilizó disímiles estilos y técnicas musicales para fusionarlas de modo coherente, deliberado y subjetivo; los compositores de la Nueva Simplicidad defendieron la inmediatez entre el impulso creativo y su resultado musical con la finalidad de acercarse a las audiencias; así como el espectralismo se concentró en la descomposición espectral del sonido para redescubrir la naturaleza del timbre musical. A su vez, la libre improvisación desgajó de reglas previamente establecidas al jazz; la nueva complejidad extremó las posibilidades de la escritura musical tradicional con múltiples franjas tímbricas en un mismo proceso musical; y el arte sonoro acudió a la creación interdisciplinar con recursos audiovisuales del sonido y la escucha.

Algunos de estos lenguajes musicales han encontrado resonancia en México, donde son asimilados por los compositores para lograr una ‘universalidad’ no siempre armonizada con la tradición musical del país. Destacan los nacionalismos de Manuel M. Ponce, Silvestre Revueltas y Carlos Chávez; la formulación del Sonido 13 por Julián Carrillo; la creación de la Escuela de Música Contemporánea y el Laboratorio de Música Electrónica por Héctor Quintanar; la ‘música nueva’ de Mario Lavista; la música para teatro de Federico Ibarra; así como las síntesis sincréticas de Gabriela Ortiz; por sólo mencionar algunos. Ello desembocó en la creación del Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras, espacio tecnológico dirigido por Rodrigo Sigal que impulsa el desarrollo de los lenguajes musicales como vehículos expresivos y de transformación social. 

Sin duda, al interior de los procesos hegemónicos llevado a cabo por la globalización cultural presente, aún perviven múltiples formas de los lenguajes musicales que limitan el hablar de una música contemporánea, única e indivisible. Sin embargo, prevalece el despojo de contenidos originales al interior de la obra musical, por lo que su comprensión total se encuentra subordinada a los conocimientos adquiridos sobre los contextos germinales de creación y consumo. La música contemporánea en México no ha podido escapar de las dificultades económicas de la región y el sentido que esa creación adquiere en la vida diaria, sometida a una velocidad de consumo y olvido que da al traste con su posible riqueza.

En la actualidad, la música contemporánea mexicana comprende una inmensa diversidad de conceptos creativos, técnicas compositivas y tendencias estéticas subjetivas que son inabarcables en su totalidad. A ello se suma la existencia de un entorno musical devorador de sensibilidades, antropofágico culturalmente hablando, donde las maniobras creativas tienden al auge de una barbarie comercializadora de productos artísticos vacíos de contenidos musicales, lo cual dificulta el predecir un futuro. Sólo apuntar algo: es ahora cuando se están creando nuevos patrimonios musicales para las generaciones venideras, por lo que la música contemporánea debería retratar nuestra historia y crear conciencia socio-estética, mediante el ejercicio libre del compositor, pero con exigencia y creatividad. 

Mtro. Pablo Alejandro Suárez Marrero. Flautista, profesor e investigador musical. Docente en la Escuela de Música de León, Guanajuato, México. pdpablosuarez@gmail.com

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 110: http://bit.ly/Alternativas110


Historias Populares
Historias Recientes

Instituto Cultural de León

Oficinas Generales
Edificio Juan N. Herrera s/n
Plaza Benedicto XVI, s/n
Zona Centro
León, Guanajuato, México.

E-mail: prensaicl@gmail.com
Teléfonos: (477) 716 4301 - (477) 716 4899