El cine y lo contemporáneo: proyecciones clásicas 

León, Guanajuato

Cine y Escénicas

El cine y lo contemporáneo: proyecciones clásicas

Por Diego Enríquez Macías   10/01/20

Aparentemente, existe una cierta necesidad inherente a nuestra condición humana que nos hace siempre comparar una cosa contra la otra. Aunque no sean del todo comparables entre sí, estaremos buscando las disparidades entre la pera y la manzana más allá de lo obvio. Y entre aquellas comparaciones, desdeñamos el presente ante la añoranza del pasado, toda época pasada es más bella. Todo lo clásico es más bello. 

El cine no escapa a ninguno de esos ‘irrefutables’ argumentos calificadores. Ahora bien, si nos apegamos al término con rigor, lo clásico es algo instaurado como un canon, algo que debe ser seguido o que es digno de ser imitado por el resto de los tiempos, haciendo entonces que lo contemporáneo sea en sí tan sólo una reformulación acorde al presente de lo pasado, lo clásico. Y entre estas posturas comparativas de qué es un clásico o qué no lo es, es en donde las visiones particulares resultan en opiniones tan diversas. 

Nadie se atrevería a decir que Casablanca (Michael Curtiz, 1942) no es un clásico. Y lo es de acuerdo con el canon hollywoodense y sus formas estéticas y narrativas tan marcadas de su época, girando en torno a las luces que hacen resplandecer aún más a Ingrid Bergman y su amor del pasado que danza en el compás del leitmotiv arreglado por Max Steiner, la leyenda austriaca que trajo de su natal Viena las formas musicales que esculpieron sobre mármol el concepto de la música cinematográfica clásica.

Fue el mismo Steiner quien dotó de un alma humana a la bestia enamorada de Fay Wray que terminaría luchando contra aviones en la punta del Empire State en —la indiscutiblemente clásica— King Kong de 1933. Por aquel entonces el cine tenía apenas unos cuantos años de haber dejado atrás su naturaleza muda y ya tallaba en piedra las reglas que dictan con severidad cómo debe narrarse el cine. Y es sobre este punto que Mark Cousins en su libro Historia del Cine, pone en entredicho el pedestal de obra clásica en que es situada Casablanca, ya que en el cine, al igual que en el mundo, la historia es escrita por los vencedores, desdeñando las demás formas narrativas (también clásicas) que comenzaron a ganar efervescencia muy lejos de Hollywood, muy aparte de la teatralidad occidental y su estética. 

Entonces, los clásicos son vistos y juzgados a partir de diversas visiones de los hechos. El efecto producido por la visión personal, a la subjetividad que existe en la percepción y la memoria. A esto la sociología lo denominó Efecto Rashōmon, en honor al filme clásico de 1950 dirigido por Akira Kurosawa (“¿cómo va a ser un clásico si es cine japonés?”), cuya forma narrativa ha influenciado a tantos de los modernísimos e innovadores cineastas contemporáneos y sus obras, como gran ejemplo, el hoy tan citado Quentin Tarantino y Perros de Reserva (Reservoir Dogs, 1992), de los aún no tan lejanos años noventa. 

Y así como añoramos los tiempos pasados, la contemporaneidad y sus formas estéticas y narrativas a la vez nos ponen una venda en los ojos con respecto a lo anterior. Y muchas veces, el repudio contemporáneo ante las taras de esas formas clásicas son las que han dado las explosiones creativas más significativas en la historia del cine, como cuando en los cincuentas Truffaut, Goddard, Chabrol y sus secuaces dejaron las plumas de la crítica cinematográfica para escribir la nueva historia del cine con la cámara. Y hoy, en nuestra propia contemporaneidad hasta la Nouvelle Vague es vista como cine clásico en el espejo retrovisor de los libros de la historia del cine. 

Esta necesidad de comparar que tenemos está ligada a otra compulsión, la de catalogar y etiquetar. Y con estas etiquetas se escriben prejuicios en la mente de la gran audiencia sobre cuán aburrido es el cine clásico y sus formas, ya que el cine de consumo masivo impone nuevas tendencias, narrativas estrepitosas que exprimen al máximo los estridentes nuevos trucos de la técnica audiovisual para enganchar a estas audiencias de la voraz y rampante contemporaneidad, que aparentemente olvida que todo está sustentado en los clásicos, que las narrativas y sus estructuras siguen cimentadas en la Grecia antigua, como dice una gran guionista amiga mía, “Aristóteles nunca pasa de moda”. Y volviendo a la tal vez impuesta, aunque clásica Casablanca y su inmortal y clásica banda sonora: The fundamental things apply / as time goes by. Las cosas fundamentales permanecen/mientras el tiempo pasa. 

Diego Enríquez Macías. Leonés desarraigado nacido a finales de los ochentas. Fotógrafo y realizador audiovisual, amante del cine, el jazz y la gastronomía. Docente de Cine y Lenguaje Audiovisual en la Universidad De La Salle Bajío.

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas 110: http://bit.ly/Alternativas110


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