De perfil- Herencia y pasión por el arte 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

De perfil- Herencia y pasión por el arte

Por Silvia Palacios   19/09/19

Flor de raíz fuerte del jardín de Dios es el significado de Flor del Carmen Giulia Bosco Palomares; una mujer a la que todos conocen sencillamente como Flor Bosco; una mujer con tres infancias.

Nació en León, Guanajuato en 1970. Los primeros años vivió en una casa ubicada en la calle Melchor Ocampo, en el ‘mero’ Centro, como ella dice; pero desde hace 42 reside en una vivienda ubicada en la calle 5 de Febrero: un lugar que vio formarse desde los cimientos, lleno de recuerdos y donde actualmente tiene su estudio.

En su centro de creación se percibe un olor a incienso; parte su obra; un retrato de su padre, Juan Bosco, y un antiguo reloj que también perteneció al pintor, gracias a quien tuvo su primer acercamiento al arte.

Aún lo recuerda, en su casa había libros de los grandes pintores: Rembrandt, Velázquez, Goya, entre muchos más; y es que, aunque estaba rodeada por una gran familia que incluye siete hermanos, ella disfrutaba de momentos sólo para ella y en los que aprovechaba para adentrarse cada vez más en la lectura.

“Los libros que leía en la casa, eran los libros que había, básicamente había libros de los grandes maestros de la pintura, estaba Rembrandt, Velázquez, todos. Las tardes era repasarlos, y de literatura había muy poco... Balzac, pero yo no iba a leer Balzac. Lo intentaba pero no era para mí. Estaba el Quijote en castellano antiguo y sí lo leí y sí me gustó, pero muchas cosas no las entendía por completo”.

Aunque tal vez no entendía por completo a Cervantes en ese entonces, se vislumbraba a una pequeña inquieta, ávida por aprender y que ya se interesaba en aquello que quería hacer en su vida.

Para Flor Bosco, esa etapa de su vida estuvo marcada por tres infancias paralelas: infancia escolar, infancia familiar e infancia en solitario.

“Lo descubrí hace poco y eso no es de porque le estés escarbando, en realidad cuando te preguntan, surge. (...) A mí me gustó esta imagen de tres (infancias) porque me da orden en la mente y porque decía, es esto, pero no, es esto, claro, se trenzan y claro estuvieron juntas, pero el tenerlas como en su cajones, me permite saber cuándo es la voz de quién, porque ahora, con el proceso creativo, el lenguaje es con objetos pero también con palabras, entonces a veces descubres la voz de aquella de la crónica familiar, no; y otra es la escuela”.

Los años pasaron y decidió encaminarse profesionalmente en Comunicación, pero su búsqueda iba más hacia o filosófico, por ello, años después estudió con los Dominicos.

“Estudié Comunicación cuando el programa se parecía mucho más a lo que yo quería estudiar, que en realidad era Filosofía y Letras, pero no iban a dejarme ir a Guanajuato, entonces no lo tenía en el radar y dije, bueno, es lo que más se parece”.

A pesar de eso decidió dedicarse a las artes marciales, que impartió por doce años. Su vida estaba ‘perfectamente’ planeada, con tiempos medidos conforme a lo necesario; pero en la vida todo puede cambiar en un instante, en un inesperado vuelco que te hace replantear tu vida.

Este fue el caso de Flor Bosco, quien se enfrentó a una enfermedad que nunca supieron definir o darle un nombre, pero que se convertiría, entre otras cosas, en un parteaguas para que decidiera dedicarse al arte.

“Empecé a sentir como si yo fuera de cartón, como que ya mi vida muy mecanizada, muy disciplinada. La hora exacta, la rigidez, el número de movimientos. (Pero) fueron varias cosas, entre ellas tuve una enfermedad que nunca se supo qué era, que me dio muy fuerte, desde pesadillas, pero fiebre, pero mil cosas que sentaron, porque imagínate, ser artista marcial y de repente te quedas sin salud, pues yo como podía hablaba (...) Yo creo que a partir de ahí como que se empezó a destapar esa parte (artística) y me gustó mucho, porque también yo me empecé a sentir”.

Poco a poco ese cuarto de los triques se fue convirtiendo en su estudio, su espacio de creación donde podía echar a volar cuantas ideas se le vinieran a la cabeza.

En 1999 fundó ‘Mundo quimérico’, un espacio para la experimentación plástica. Su discurso visual tomó como soporte las técnicas de ensamblaje, objeto encontrado, arte instalación, gráfica, óleo, libro de artista y narraciones literarias.

Sus primeras series fueron ‘Ab Zurda’ y ‘Mundo Quimérico’ (donde surgen algunos personajes secundarios del libro Cien años de soledad), donde los temas abordados son sociológicos, mitológicos y otra parte es autorretrato.

Para Flor Bosco, uno de los procesos fundamentales del artista es que la obra pase por su tamiz del alma, que refleje esa autenticidad, porque para ella eso es elemental: la autenticidad.

“(Me gusta) compartir que hubo una transformación en estos 20 años que tienen que ver con lo personal, no porque toda mi obra sea autobiográfica pero obviamente siempre te pueden inspirar todos los libros, todos los viajes, todas las personas, pero si no pasa por el tamiz de tu alma, no tiene una autenticidad la pieza, porque no es que copias sino que la tienes que digerir y entonces ya que digieres todo eso, ya va a salir (la obra).

Una de sus principales influencias es Gastón Bachelard, de quien conoció en la universidad y después fue aprendiendo más de su trabajo. Confiesa, él es tal vez un reflejo de lo que a ella le hubiera gustado ser. 

“La maestra Libertad Castro nos dio cuatro módulos de filosofía, ahí conocí a Gastón Bachelard, pero no accedí a sus libros sino un poquito más adelante, a los veinticuatro, veinticinco años que me fui a México y conseguí sus libros. Me gusta mucho porque es peculiar; Gastón Bachelard es adorado por todo mundo y todo mundo lo cita porque es un filósofo que se permite la ensoñación, que se permite el disparate y que además lo dice muy bien y la contradicción, porque a él no le interesa la rigidez de la filosofía y por otro lado es un gran literato porque escribe de una manera muy rica y te da muchas imágenes, entonces de ahí saqué el título ‘Polvo de instantes altiva soledad’.

Es básicamente una fusión de lo que yo hubiera querido ser: como que es el literato, el filósofo, el pensador y además se permite hablar con el corazón, no es tan de la mente”.

Y es que, la palabra es elemental para ella, pues considera que la poesía y la plástica son lenguajes cercanos por la importancia de las imágenes y al momento de la creación su proceso es muy parecido, al menos en su caso. Actualmente se encuentra en espera de la impresión dos poemarios, uno de haikús y otro de poemas narrativos. 

Definirla en un par de palabras u oración, al igual que su obra, es complicado; por ello no nos queda más que apreciarla, conocer más de ella, de su contexto, para entender sus creaciones, para entenderla. 

 


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