El vitrolero - Las fronteras invisibles de la definición 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

El vitrolero - Las fronteras invisibles de la definición

Por Jaime A. Baillères   19/09/19

Se especula que uno de los edificios construidos en nuestro mundo que se puede ver desde el espacio sideral sin deficiencia visual, es la Gran Muralla China. Esto será el punto de partida para relacionar en este apunte lo que es un límite histórico fronterizo y lo que es invisible como límite.

En el contexto de la definición de fronteras, podría parecer muy sencillo acudir al significado más inmediato de lo que es una delimitación; ya sea territorial, geopolítico, abstracto o finalmente, entendido llanamente como lo espacio-temporal. 

En nuestros tiempos (y aquí un problema inmediato de interpretación sobre lo contemporáneo, es precisamente su relación con las fronteras de la definición) parece que los límites culturales son cada día menos legibles o visibles. 

El filósofo alemán Jürgen Habermas cuestionaba hace ya casi 40 años ¿cómo podemos referirnos a la posmodernidad si la modernidad aún es un proyecto inacabado? Y entonces, el problema en apariencia parece más complejo, pues si todavía “estamos” en la modernidad, ¿cómo podríamos definir lo que suponemos que actualmente es lo “retro” en el arte, la filosofía o las formas cotidianas de expresión discursiva o en las narrativas de la cultura contemporánea? 

A qué obedecen estos cambios tan veloces o efímeros que pareciera que no tenemos posibilidad de comprender de qué están hechos, porque cuando queremos entender su condición intrínseca, resulta que a la vuelta de la esquina, en un santiamén, tenemos otro gadget de moda, un meme trascendente y virulento pero fugaz, una máquina sofisticada que en unos cuantos meses su velocidad en megahertz o su capacidad en terabytes se vuelve anacrónica o lenta; lo que se suscita con sorpresa o cómo lo novedoso deja de serlo en el momento en que se consume. 

Las fronteras ya no sólo remiten al problema de la diáspora o las migraciones ilegales que suponen detenerse con un límite construido en un muro, sino a las fronteras que no se detienen en lo concreto, en lo objetual. Al contrario, son los objetos los que nos obligan en ocasiones a tomar decisiones para cruzar una línea que nos pone en un ámbito de la ficción, del artificio o lo irreal. 

Es curioso como algunos déspotas suponen creer que los muros son los que nos detienen en nuestro avance en la historia, pero en el ámbito del consumo abogan por el intercambio de divisas sin fronteras. ¿Cómo entender este sinsentido esquizogénico?

Quizá supongan también que el lenguaje que permite entender lo invisible es cosa de locos, como si ellos no lo estuvieran. Se contradicen, y ello, es también un problema de límites del lenguaje.  

Suponer que se tiene un objeto fetiche ya no está determinado por su valor capital, sino por su referencia simbólica, por lo cual, el objeto en serie ya se reproduce de una forma artificial en la copia burda de la vulgaridad.

Un reloj fino de Suiza, una camisa italiana de seda, un perfume parisino o varios huevos de Fabergé se pueden conseguir en un mercado de pulgas sin poder adivinar si son chinos o del país de origen. Esta frontera invisible permite que las clases sociales poco a poco se borren y podamos llegar a una sociedad sin ellas, pero todo esto determinado por la capacidad de acceso al consumo de la copia fiel del objeto ficcional de un mundo donde los límites se borran de forma compulsiva. 

Llegamos así a los límites y fronteras invisibles que en apariencia, son también de manufactura china. No pasará mucho tiempo para que ellos nos aclaren finalmente si nuestras fronteras o límites son originales o copias muy mal hechas.  

Este texto se publicó originalmente en la Revista Cultural Alternativas N° 109: https://issuu.com/revistaculturalalternativas/docs/alternativas_109_fronteras_3_sept_final_web

 


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