De Perfil - Músico de formación y convicción 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

De Perfil - Músico de formación y convicción

Por Tania Pérez   06/08/19

 

Al hablar de su niñez, etapa ligada con los inicios de su formación en la música, no duda en pronunciar nombres de quienes dejaron grandes enseñanzas en él y que de alguna u otra forma marcaron su camino. Los primeros siempre serán sus padres. 

Gelasio Ponce Rodríguez era médico con gusto por el teatro, mientras que Rosa María Montero Roiz era maestra normalista y en sus tiempos libres estudiaba piano. Fotos de ambos, de sus abuelos y sus hijos son parte primordial en la sala de Rodolfo Ponce. 

“Mi mamá tenía un piano que era pianola también, entonces yo agarraba los rollos, los ponía como podía, no alcanzaba, me tenía que colgar del piano para darle a los pedales y que sonaran los rollos picados”, recuerda con cierto humor. 

Sus momentos en casa —dice— estaban ambientados por grabaciones de Claudio Arrau,  Brailowsky o transmisiones de la XELA-AM. Su educación pianística comenzó en el entonces Distrito Federal (donde nació), con clases privadas con la Mtra. María Teresa Rodríguez de Rojas. En 1953, cuando con su familia cambió de residencia, ingresó a la escuela Constancia y Trabajo, pero continuó desenvolviéndose en las artes en su nuevo hogar: León, Guanajuato. 

Al terminar la primaria continuó su formación académica y artística en un mismo espacio: la Escuela Superior de Música Sacra de León, pues eligió el piano sobre una formación académica tradicional. 

“Mi papá tenía la idea de que la música, si bien no era para niños, había que empezarla desde niños, sobre todo los instrumentos”, y así fue con él y sus hermanos Jorge (guitarrista) y Mauricio (violinista). 

En esta escuela recibió sus primeras clases de órgano casi de manera obligatoria, pues eran parte de la currícula. Esto le permitió entrar a la Catedral Metropolitana de León en horas que permanecía cerrada y con el único fin de ensayar. 

“No le echo la culpa a mi maestro de órgano pero yo decía «no, yo quiero piano», una vez hasta el padre (Silvino Robles) me regañó porque no estudiaba; pero llega ese curso que da el maestro Pinto regresando de Europa y qué les puedo decir… dije, «a esto sí le entro»”.  

El compositor y organista mexicano Guillermo Pinto Reyes fue otra de las personas que cambió su vida, al igual que el pianista alemán Gerhart Muench, a quienes tiene presente en su obra, clases e incluso en su casa, en un par de placas con sus nombres en su estudio. 

Música mexicana y técnica alemana

Después de pasar por Estado Unidos, Münch o Muench, llegó a México por razones ligadas a la Segunda Guerra Mundial. Se asentó en Morelia y la cercanía lo puso en contacto con artistas y académicos de Guanajuato, muchos formaban parte de la universidad, a la que ingresó como docente.

“Ahí (en la Universidad de Guanajuato), unos antes y otros después, pero todos pudimos trabajar algo con él, con este gran músico. Y bueno, fue un brinco verdaderamente estratosférico, otra visión. Fue por medio de la Escuela de Música Sacra de León, eso fue como en el 60, que comienzo a trabajar con él porque tenía uno que estudiar ahí y a cierto nivel el maestro tomaba algún alumno, pero tenía uno que audicionar”. 

Después de pasar las pruebas, Rodolfo Ponce fue pupilo de Muench y sus clases, recuerda, eran tan diferentes que cuando el pianista dejó la UG, él, Rogelio Barba, Celina Muñoz y otros estudiantes lo siguieron al conservatorio a Morelia.  En esa etapa conoció también a Pinto Reyes, quien impartió un curso después de haber pasado una larga estancia en Europa preparándose con los mejores organistas. 

“Comienzo estudiar órgano con él, me fascina el órgano a tal grado que dejo de tocar el piano durante algunos años para dedicarme al órgano, aunque después lo retomo. 

Yo soy de los que orgullosamente digo, no tuve que salir al extranjero a estudiar, y alguna vez el maestro Pinto me lo dijo «Es que ustedes teniendo a este hombre aquí (Muench) la verdad no tienen porque ir al extranjero» —y yo añadí— «Y teniéndolo a él, menos»”.  

Después de ese curso, Pinto Reyes regresó a Europa y Rodolfo continuó su preparación en Morelia con Alfonso Vega Núñez; más tarde, el padre Silvino Robles, con la recomendación del mismo Pinto Reyes, lo llama para ofrecerle dar clases en la Escuela Superior de Música Sacra de León, pero antes, él debía intensificar su preparación y comenzó a viajar una vez al mes al D.F. para tomar clases con Jesús Estrada, maestro del Conservatorio Nacional encargado del órgano monumental de Auditorio Nacional. 

“Verdaderamente fue el momento en el que aprendí órgano, ese año fue fundamental (...) Mi papá me compró un órgano electrónico un Hammond pero bueno, algo sirvió… decían que mi papá estaba loco, le decían «¡ay, doctor!, cómo no se fue usted a comprar un Valiant…» pero no bueno, mi padre fue… los dos… un apoyo… por eso digo que la diferencia de un ser humano la hacen los papás y maestros”, recuerda con voz temblorosa y ojos cristalinos. “Era una ‘lana’ y mi papá no era rico, pero no sé, nos dio todo, todo lo que se pudo”. 

En 1968, Rodolfo Ponce se integró también a la Universidad de Guanajuato como profesor, por invitación de Manuel Elías, quien lo asignó director interino de la Escuela de Música. En ese mismo lapso comenzó a dar clases en la Escuela de Música Sacra de Morelia. Con el fin de crecer su experiencia allá, renunció a la UG. 

“Total que renuncié, después de 18 años renuncié, cometí el error de renunciar, porque hubiera seguido aportando y bueno... tonterías que hace uno”. 

En Morelia tuvo sus dos primeras hijas con su esposa Hilda Esther Sandoval, pero desafortunadamente, la segunda murió al poco tiempo de nacer, una experiencia que los hizo replantear sus planes de vida.  

“Teníamos buenos amigos pero nos sentíamos mejor en Guanajuato, y ahí venimos”. 

En 1992 vuelve como pianista de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato bajo la dirección de Mario Rodríguez. En cuatro años tuvo presentaciones con la OSUG, varios conciertos como solista y con otras orquestas, pero en ese entonces buscaba ser su propio jefe y una vez más, renunció. 

“Estuve un tiempo de concertista en el Instituto Nacional de Bellas Artes, fue muy interesante esa época (...) pero aún así dices híjole, todo está carísimo, hay muy buena medicina en México pero carísima, si llegas a estar enfermo y necesitas una operación… si no te mueres de la operación, te mueres de la deuda, ¡ja, ja!, híjole!”

Para ese entonces el matrimonio Ponce Sandoval ya tenía dos hijos: Hilda, la mayor que se desarrollaba como pianista y Fernando, quien optó por el violín. En 1998, el maestro volvió a la UG como docente, donde aún colabora. 

“La Universidad me dio la oportunidad de enseñar y de aprender a enseñar”. 

Hasta la fecha, Rodolfo Ponce Montero tiene más de 25 grabaciones discográficas y se ha presentado en Estados Unidos, El Salvador, Cuba, España, Italia, Alemania; aunque los dos conciertos que más le han significado fueron en México: uno en la Pinacoteca Virreinal, cuando por primera vez interpretó públicamente música de Pinto Reyes, el 24 de marzo de 1982; y el segundo, interpretando música mexicana en el Templo de San Diego, durante el Cervantino de 1984, la primera vez que participó en este festival.  

En 2003, la Unión Mexicana de cronistas de Teatro y Música lo reconoció con el galardón Ejemplar Trayectoria Pianística, y al lado de su esposa, doctora en Historia y Ciencias de la Música, realiza presentaciones musicales en México y el extranjero, así como de investigación y catalogación de obra, principalmente mexicana, esto a raíz de recibir gran parte de las composiciones originales de Guillermo Pinto Reyes.  

“Cuando el maestro Pinto muere me dejó su música, sobre todo su música pianística, entonces sobre ese archivo, que no es el total pero es como el 75 u 80 por ciento, se puso a disposición de Hilda para el trabajo de análisis”. 

Aunque han pasado décadas de la primera vez que se presentó en algún concierto o recital, Rodolfo Ponce asegura que los nervios y la presión antes de un concierto lo siguen atacando, pues sus años de preparación se resumen a ese instante en el que puede conectar con los demás a través de su música, algo que nunca dejará de hacer. 

 

Esta nota forma parte de la edición 108 de la Revista Alternativas, conoce el contenido completo aquí.


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