Ludwing Van Gallardo, guerrero tras bambalinas 

León, Guanajuato

Cine y Escénicas

Ludwing Van Gallardo, guerrero tras bambalinas

Por Víctor Hugo Mondelo   19/06/19

 

La escenotecnia nacional ha perdido a uno de sus notables creadores, uno de sus más fieles, creativos e incansables forjadores, al entrañable Ludwing Van Gallardo Huape. Un guerrero valeroso del arte dramático tras bambalinas, que estuvo detrás de algunas de las escenografías más memorables de las últimas dos décadas en nuestro teatro.

Mi primer encuentro con él fue en la Feria de León 2001, en el espacio escénico del ahora Pabellón Guanajuato. Alto y de cabello largo, me llamó la atención su aspecto grunge metalero. Al lado de él, iba con un look muy parecido el teatrista Ybis Arellano; los dos estaban revisando lo que parecía una instalación de sonido y escenografía. Ludwing siempre entrón a la chamba, cargando bocinas, dando órdenes a los técnicos, poniendo luces con pares y lycos, cargando su cinturón lleno de herramientas.

Era la época donde iniciaba el Programa Nacional de Teatro Escolar del INBA en León, Gto., con Tiliches del Baúl. Al lado de Oscar Garduño hizo sus pininos en la realización escenográfica de la obra Ey Familia (2001) y Árbol Chaparro (2002), dirigida por Laura Madrid.

En ese lapso conoció al gran cómplice de su desarrollo y consagración artística, el director teatral Javier Avilés, con quien fundó, también a lado de Francisco Javier Sánchez, uno de los colectivos más sólidos del teatro leonés: Luna Negra.

Otros trabajos escenotécnicos que lo impulsaron a ser uno de los mejores de la ciudad en su especialidad fueron los logrados en la Compañía de Teatro del Tecnológico de Monterrey plantel León.

En esa época nació su primera hija, Ambar Gallardo Jones, hija de la reconocida actriz, María Eugenia Jones, nuestra querida Maru, otra de sus grandes cómplices.

En los montajes del PNTE: Cabeza de Dragón (2003), Yeitotol (2004), Arlequín, Servidor de dos Amos (2006) y El Ogrito (2007), Ludwing consagró su oficio de escenógrafo con complejas estructuras que brillaban en el Teatro Manuel Doblado. Con estos trabajos había recibido capacitación de grandes escenógrafos de Casa del Teatro y Grupo 55 como Phillipe Amand.

Luego de la gran pérdida sufrida por la prematura muerte de Javier Avilés, Ludwing junto a Maru Jones y el actor Francisco Márquez “Panchito”, se dieron a la difícil misión de mantener vivo a Luna Negra en la acción dramática leonesa.

 

Otras latitudes en producción y escenografía

A cargo del renombrado director leonés, Luis Martin Solís, estrenó para finales del 2007, una obra escénica multidisciplinaria de gran formato: La Legión de los Enanos. Inolvidable puesta escrita por la dramaturga leonesa, Maribel Carrasco, en la cual colaboré como actor y cantante; Ludwing como productor y jefe técnico de un titánico trabajo con más de 50 personas involucradas, entre actores, bailarines, cantantes de ópera, técnicos, diseñadores, fotógrafos y coreógrafos.

Una enorme propuesta escenográfica para siete diferentes espacios escénicos donde por primera vez se involucraban en un esfuerzo de transversalidad el Festival Internacional Cervantino, el Festival Internacional de Arte Contemporáneo y el Fórum Cultural Guanajuato. Con esta obra recorrimos todo el país hasta 2011.

En Anatol, dirigido por el célebre director guanajuatense, Martin Acosta y producida por Katia Nilo; Ludwing nos entregó una escenografía surrealista impactante realizada junto a otro escenógrafo leonés: Ángel Ortiz del grupo de teatro y escenotecnia: FACTOTUM.

Ludwing extendió sus servicios trabajando para grandes producciones en numerosos foros del entonces D.F., colaborando constantemente en festivales teatrales como La Alacena de Jalapa, Veracruz, y en diversos foros importantes de Guadalajara.

En estos tiempos nació Eréndira Gallardo Salgado, hija de él y de la bailarina, coreógrafa y docente Nora Elena Salgado Solís.

Otro trabajo notable, fue el que realizó como jefe técnico de locaciones y sedes del GIFF, donde, me consta, se aplicaba sin descanso y con nulas horas de sueño, colaborando con Ernesto Herrera, uno de los fundadores del Festival Internacional de Cine de Guanajuato, con quien, de la mano elaboraron las primeras grandes escenografías de Luna Negra.

 

Los estados alterados del genio

Numerosas fueron también también las madrugadas de trabajo y festejos con el inigualable Ludwing.

Largas jornadas para acabar en tiempo los enormes mamotretos, muebles, rampas, percheros o cualquier instalación para set, iluminación en teatro, o en sus diversos y muy característicos talleres.

Cómo olvidar el pequeño foro en la calle Independencia o el de la calle Altamirano en el centro de León, operados técnicamente y sin cansancio por el tocayo de Beethoven.

Ahí se nos abrieron las puertas para trabajar con innumerables creadores en aquel inolvidable encuentro de teatristas: el Festival de Desmontajes.

Me sobran anécdotas de giras y desvelos. A Ludwing le encantaba conocer a fondo cada lugar que llegó a visitar, recorrer sus zonas marginales en busca de aventuras, ahí, me decía, se conoce el alma de cada lugar. También gozó de participar en reconocidos festivales y disfrutar de las bacanales fiestas que se armaban alrededor.

Imposible olvidar las vivencias al estilo Gonzo que tuve con él, donde me sentía un Hunter S. Thompson, cuidado y guiado por un gran búfalo café, el Lucho, como muchos lo nombraban, un abogado psicodélico tal cual lo fue Oscar Z. Acosta: “un prototipo de dios, un poderoso mutante que nunca fue considerado para producción en masa, un ejemplar raro para vivir y muy raro para morir”.

Quizá resulte mezquino ahondar en su locura (parte de su genialidad) los vicios o claroscuros que todos, como seres humanos solemos desarrollar en nuestra vida. Al final, Ludwing fue un ejemplo de entrega y pasión por su trabajo, querido por su familia y por el gremio teatral, pues su labor contribuyó a mantenernos unidos. Portaba una de esas personalidades tan valiosas que ayudan e inspiran, así fue para mí Lucho: un soporte en tiempos difíciles, siempre me dio, crítica, esperanzas y luz para seguir en la senda del arte, en la incansable vocación del creador escénico.


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