El horror de una guerra en la belleza de la danza 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

El horror de una guerra en la belleza de la danza

Por José Luis Rojas - Shimbum México   28/02/19

“El alma no está ahí para que a otros les guste. Está ahí para expresar lo que tiene que expresar".
Collini

 

Tendemos a concebir la danza como una serie de movimientos armónicos que los bailarines trazan usando su cuerpo como herramienta y con la finalidad de transmitirnos un mensaje; pero, la danza Butoh no sigue estos conceptos preestablecidos, se aparta del balance, de la belleza ideal del bailarín y dota de expresión a cuerpos viejos, enfermos y azotados por la crueldad del mundo. Al desafiar lo convencional mediante el juego grotesco de la danza, el Butoh busca responder preguntas filosóficas sobre el alma y la conciencia humana frente al cuerpo.

De acuerdo con Corchero “el Butoh es una filosofía, una forma de entender la danza, de aprender a través del cuerpo lo que te sucede en la vida. Es una lucha contra lo establecido que busca la belleza de lo feo”.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los japoneses se enfrentaron a duras imágenes de los sobrevivientes del holocausto nuclear. Fue entonces que Tatsumi Hijikata y Kazuo Ohno comenzaron a crear una serie de trazos escénicos y técnicas en las que representaban la crudeza de aquel momento sin buscar agradar, solo expresar. Posteriormente tomaron esa inspiración y la juntaron con la que les produjo la novela Forbidden Colors, de Yukio Mishima Sinjiki, que aborda temas tabú como la homosexualidad y la pedofilia.

Finalmente, en 1959, Hijikata y Ohno dieron a conocer su trabajo con el nombre de Ankoku Butoh, la Danza de la Oscuridad. Su debut fue polémico pero la danza comenzó a conquistar espectadores, rompiendo estereotipos con expresiones cargadas de profunda filosofía, combinando esta disciplina con el teatro y la improvisación, bajo la influencia del estilo escénico japonesas.

Uno de los principales temas que se aborda es el ‘círculo de la vida y de la muerte’, donde los artistas buscan interpretar esta contradicción a través de sus movimientos y gesticulaciones.

Por ello, para interpretarla, el bailarín debe cumplir con una serie de exigencias entre las que se encuentran tener conocimiento de artes marciales, danzas tradicionales niponas y un intenso trabajo de meditación, éste último debido a que en escena tiene que exponer su alma mediante el uso de movimientos extremadamente expresivos para reconocerse y conectar con el espectador.

Otra de las características de la danza Butoh es que el bailarín representa una imagen, una visión y un sentir que jamás se repiten, por eso nunca hay dos interpretaciones iguales.

Para realizarla, el artista del Butoh debe tener la cabeza rapada, maquillarse de blanco (aunque algunos utilizan rojo, negro, plata, dorado, o simplemente no se pintan), delinearse los ojos y pintarse la boca, para, de este modo, ‘borrarse’ la cara y la piel.

La mayoría de los artistas danzan prácticamente sin ropa e incluso algunos llegan a extraerse los dientes con la finalidad de alejarse del concepto de belleza.

A partir de ahí comienzan a emular gestos infantiles, femeninos, grotescos y sombríos, mediante posiciones poco convencionales, de formas estrafalarias e inspiradas en los muertos. No hay límite de tiempo en el espectáculo pues el artista debe lograr conectar la mente con el cuerpo.

La danza no necesariamente debe estar musicalizada, puede ejecutarse únicamente con el sonido del ambiente, aunque esta diversificación ha generado una gran variedad de estilos y puede llevarse a cabo en teatros, calles o en cualquier lugar.

Si bien, el Butoh es un estilo contemporáneo aún atípico en países occidentales, la carga emocional de cada presentación puede conectar perfectamente con el público de cualquier país, llevando al espectador a la reflexión y encontrando en la belleza en lo ‘feo’ de la danza.


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