Danza folklórica, una forma de vida 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Danza folklórica, una forma de vida

Por Mafer Menag | Fotografía: Ruy Muñoz   05/09/18

“Ay qué bonito es volar a las dos de la mañana…”

Son jarocho

El arpa suena, le siguen las guitarras, se escucha un grito de alegría: es el son de ‘El Canelo’. Erika del Rocío Gasca Amezquita, al frente de un grupo de personas maduras levanta su falda negra y con una sonrisa comienza a contar, “un dos tres cuatro, un dos tres cuatro y vuelta”.

“La danza es algo vivo que representa la vida y la forma de pensar de quien la baila. No puede ser algo que va en una vitrina, que no sufre cambios”, afirma la maestra Erika, una joven, pero con más de 15 años de experiencia como bailarina especialista en danza folklórica.

Seguir su más grande pasión no ha sido fácil. Criada como hija única, en el lecho de una familia donde se vivía violencia, la pequeña de ocho años pasaba gran parte de su tiempo entre adultos.

Fue hasta que un día llegó a lo que sería, sin saberlo, su segundo hogar: la Casa de la Cultura Diego Rivera.

“Mi mamá nunca me preguntó, sólo un día me dijo que iba a asistir a una clase de baile. Yo creo que intuyó que necesitaba salir.

El hecho de venir a la danza y vivirla desde el movimiento, a mí, como niña, me dio mucho bienestar emocional al encontrarme con la música y otros niños. A veces uno subestima la relevancia que el arte puede tener en la vida de alguien al encontrarse con cualquier disciplina”.

Erika recuerda que además de danza, pasó por los talleres de pintura, dibujo, inglés y danza clásica, hasta su adolescencia.

Pese a sus horarios vespertinos durante la preparatoria, ingresó al grupo de la escuela en el que conoció y trabajó con el reconocido maestro de danza folklórica Octavio García Frausto.

Cuando llegó el tiempo de elegir su carrera, el camino parecía claro. No obstante, sus padres tenían otros planes.

“Mi primera intención de lo que quería hacer en la vida era ser bailarina. Sin embargo, por los prejuicios que existen entorno a las artes, de que no tienen futuro, mi familia me dijo que estudiara otra carrera que sí fuera carrera”. Así, con un dejo de frustración, ingresó a la licenciatura de Psicología Clínica en la Universidad de Guanajuato. La concluyó, pero nunca se tituló.

Las limitantes eran muchas, pues en León no existía una carrera profesional de danza folklórica y para su madre, el hecho de que Erika dejara la ciudad, no era opción; pero ella nunca se detuvo y formó parte del Ballet de la Casa de la Cultura que dirigía el maestro Octavio.

“Fue difícil porque tajantemente mi papá dijo que olvidara la danza porque no lo consideraba carrera, decía que era un ámbito de vicio. Elegir una carrera donde no estaban mis intereses fue frustrante, aunque ahora lo aprendido en psicología me ha dado herramientas que uso para trabajar con grupos”.

Fueron años de constancia y entrega en los que nunca dejó atrás su sueño; aunque ejerció su carrera un tiempo, en el 2004, con el fallecimiento del maestro Frausto y la nueva dirección que tomó la maestra Rita Hermosillo frente al grupo representativo, Erika tuvo la oportunidad de dirigir el Grupo Tonatzin, integrado por adultos mayores en la Casa de la Cultura.

A partir de ahí se llenó de clases de danza y dejó de ejercer la psicología. Un día, charlando con su papá, tuvo que tomar una decisión difícil, dejar en claro que su vida era bailar y que lo haría incluso si él no lo aceptaba.

“Para mi papá la danza es perder el tiempo, él es dado al asunto de la economía… Piensa que tener una carrera ‘bien’ otorga reconocimiento social. Y claro, no le pagan lo mismo al maestro de español que al de artes, todavía tenemos que lidiar con ese estereotipo. Como si el arte no fuera importante para la educación, lo toman como pasatiempo. Piensan que los maestros ni a la universidad vamos”.

Por ello, durante siete años y mientras dirigía el grupo, dedicó sus veranos a estudiar en el Instituto de Enseñanza Artística de Nayarit, para titularse como licenciada en Danza Tradicional Mexicana.

Actualmente tiene 14 años como directora de este particular grupo que dudaba de su experiencia por lo joven que lucía, ya que tenía 24 años cuando lo tomó.

“Les costó el cambio, yo llegué muy impaciente con ellos, queriendo que todo saliera a la primera y al paso del tiempo me di cuenta de que eso no era posible. Estábamos en momentos de la vida totalmente diferentes ”.

Fue cuestión de tiempo para que se conocieran y comprendieran que una joven también podía compartir conocimiento, mientras que para Erika trabajar con ellos significó una nueva concepción sobre la vida.

“Algo que he aprendido es la perspectiva del tiempo. Vamos pensando que tenemos todo el tiempo del mundo, hacemos planes, pensamos que vamos a vivir mucho, lo damos por hecho. Con el grupo la perspectiva del tiempo es limitada, se viven cercanos a terminar su tiempo y yo aprendí esto en el momento en que preparábamos un programa para un aniversario. Preparaba programas y un año me era insuficiente. Su respuesta era «Uy, pero no sabemos si el siguiente año estaremos todos para bailar». Ahí fue cuando pensé que vivimos con la percepción del tiempo como si fuera eterno”, expresó la maestra Erika.

“La danza folklórica me parece que es muy importante para la cultura, es un medio de identidad. Tiene una característica muy especial en cada región, a través del movimiento es que se ve la forma de vida y las creencias de una comunidad”.

Dominar la danza no es cuestión sólo de zapateado, por ello, como docente de artes y danza en secundaria y bachillerato, trata de inculcar el sentido de pertenencia que existe en cada son, huapango o polka que enseña.

“Es importante contar todo el contexto que encierran los bailes. Tenemos el reto de empezar a cambiar la forma de cómo mostramos la danza folklórica, si seguimos así la gente se aburre porque ya no aporta identidad”.

Lo cuenta quien también imparte talleres para los paisanos, que durante septiembre reciben varias disciplinas para fomentar su pertenencia a México, a pesar de haber dejado su hogar atrás.

“La danza es un elemento vivo que está influenciado por la migración, por ejemplo, los danzantes ‘indios broncos’ agregaron elementos a su vestuario que han observado en Estados Unidos. Ya danzan con un penacho y ya no usan huaraches”.

No es coincidencia que algunas danzas y rituales sean patrimonio intangible de diversos pueblos alrededor del mundo. La música, los vestuarios y los temas, representan una gran parte de lo que somos como individuos. Por ello, no es raro ver a Erika con blusas bordadas de artesanas de todo México.

“Pienso que nuestra cultura es muy rica porque se ha mezclado con elementos de gente de todo el mundo y se hizo un árbol muy colorido. El arte puede ser tan importante en la vida y el desarrollo de una persona puede significar muchísimo para alguien, puede ser un medio de expresión, de bienestar emocional. La experiencia del movimiento te puede beneficiar, la danza folklórica no solamente implica bailables, implica dar a conocer todos los símbolos y significados de una cultura”.

Texto publicado originalmente en Revista Cultural Alternativas 98. Danza folklórica, una forma de vida


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