Rollos velados: La irrupción de lo cotidiano 

León, Guanajuato

Cine y Escénicas

Rollos velados: La irrupción de lo cotidiano

Por Andrés Baldíos   07/08/18

“Disruptivo” suena bastante gastado hoy en día. Pero lo que se gastan son las noticias de boca en boca, no los significados. Se trata de quebrar, irrumpir, destruir paradigmas sin reinstalar o suplir nada, sino de manifestar una poderosa toma de consciencia, revelar cartas sobre la mesa y expandir perspectivas.

Con el adjetivo “disruptivo” adherido a “cine”, pensamos inmediatamente en los íconos más apreciados; no necesitan presentación, sabemos perfectamente quiénes son. Estos maestros del cine cambiaron la jugada narrativa para siempre y para bien, forjaron la diversidad de historias a su vez que desafiaron sistemas cinematográficos que estaban centrados en narrativas lineales, propagandísticas, de imposición educativa o generando estereotipos desde donde se concebían dioses intocables. De pronto había cine para todos, para toda visión individual del planeta, historias de donde elegir nuestras más significativas.

Esto aplica en los ámbitos conocidos por el público general, esas horribles denominaciones de “cine de arte” y “cine comercial” que, por desgracia, se requieren nombrar para reflexionar la disrupción.

Uno creería que el cine comercial es sólo eso, entretenimiento en el sentido más llano posible. Pero desde que el consciente colectivo, a partir de los cambios radicales de los maestros del cine y la televisión, entre películas y series que trascendieron arte y realidad (por ahí están, respectivamente, cosas como 2001: A Space Odyssey, Citizen Kane y Psycho, o The Sopranos, Breaking Bad y Game of Thrones), el público también ha buscado trascender. Aceptan los desafíos que se les presentan a sus personajes preferidos y consumen con gratitud cuantas producciones realicen sus ídolos. Aún bajo los cánones de la industria o las dictaduras de la censura, las historias encuentran el modo de manifestarse.

Pero, así como especificamos “cine de arte” o “cine comercial”, lo ideal es acercarse a los géneros y analizar a detalle el papel disruptivo de cada aporte. Por ejemplo, en cuanto al cine de guerra, el patriotismo y heroísmo son cánones que inspiran a las masas y, hasta cierto punto, las nubla de la realidad, ya que en las guerras no existen blancos ni negros (eso es lo que las causa en primer lugar), sino episodios de destrucción desde donde surgen todo tipo de circunstancias.

Ahí está Schindler’s List, donde el héroe rescata a un bonche de judíos agradecidos y termina con la famosa (y a mi parecer, deplorable) escena del cementerio, donde las familias sobrevivientes colocan una piedra de respeto en la tumba de su salvador. Conmovedor, desde luego, la esperanza apremia. Pero con la objetividad abandonada por brindar propaganda a una especie de felicidad impuesta, no persiste la disrupción de conceptos y simplemente retornamos a casa con lágrimas de conmoción y triunfo prefabricado.

Por otra parte, cintas como The Pianist (Roman Polanski, 2002) o Come and See (Elem Klimov, 1985) proponen la desventura de la supervivencia sobre cualquier concepto de heroísmo: el pianista polaco hace lo posible por salvar su vida al tiempo que la suerte le brinda una tregua tras otra, y el niño bielorruso hace lo posible por unirse a la diligencia caza-nazis cuando se da cuenta que las circunstancias sobrepasan sus expectativas y el horror onírico de la guerra lo transforma casi en un cadáver viviente.

Aun así, ambos personajes, en sus respectivas historias continúan de pie, al trote enérgico por la imparable brutalidad del hombre, en búsqueda constante hasta que su cuerpo cese de funcionar. Lo disruptivo de este par de obras, es el impactante realismo con el cual nos sumergen en la peor de las circunstancias, invitándonos al barro ensangrentado, más que colocándonos en el confort del observador sin culpas.

La mayoría de las veces, los héroes no son posibles, y es necesario afrontar esto con historias que, a través de su visión, irrumpen en la cotidianidad para un despertar colectivo o individual que terminarán aportando a la empatía.

Si un diálogo puede marcarnos para siempre, una mirada puede transformar nuestra visión del mundo y una escena inspirarnos a forjarnos un destino. Entonces el cine deja de ser sólo entretenimiento, sólo eso, sólo algo que ver. De pronto el cine es de las auténticas disrupciones que tiene la humanidad.

Andrés Baldíos estudió Medicina Veterinaria y Zootecnia. Es cinéfilo incondicional y adicto a la literatura, pasión que lo ha llevado a colaborar en varias revistas digitales y fanzines de León. Autor del libro de cuentos, “Los primeros peldaños son peligrosos” (San Roque en 2012).


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