Leer la ciudad 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Leer la ciudad

Por Pedro Muñoz   04/05/18

Estoy en León, Guanajuato, temprano en la mañana. Cada vez que regreso a la ciudad de la que emigré hace casi diez años, me gusta caminar por las mismas calles que recorría cuando vivía en ella y volver a leer los edificios que conozco bien. Es como leer un cuento o un poema que me leían mis padres desde niño y al que vuelvo cada vez que, por puro placer, quiero evocar un recuerdo, para después darme cuenta de que cada vez me remite cosas nuevas.

De igual manera que las experiencias de la infancia marcan un gusto el resto de la vida, aprendemos a apreciar apropiadamente los matices de la arquitectura en los espacios que conocíamos de niños. Para esta lectura propongo un recorrido a manera de narrativa, donde podré señalar a cada paso, qué elementos nos permiten dotar de sentido a la ciudad.

Mi recorrido empieza en el Teatro Manuel Doblado. Cuando era niño pensaba que se llamaba así por la manera en que la fachada da vuelta a lo largo de la esquina. Ahora sé que esa forma de rematar un cruce de vialidades se llama pan coupé, y que se hizo así para resaltar la importancia del recinto. Los edificios son evidencias de las culturas que los hicieron, tienen implícita la fuerza creadora de las personas y las sociedades que los construyeron y habitaron.

El edificio fue proyectado en una época en que se comenzaron a estudiar los estilos arquitectónicos del pasado para poder copiarlos: la fachada del teatro se asemeja a la de un templo romano, recordándonos que el teatro nació en el universo cultural clásico. Su interior nos cuenta otra historia. En algún momento perdió su función como teatro y se convirtió en cine. Después, para seguir abriendo paso al progreso, se demolió su interior y funcionó algún tiempo como estacionamiento. A finales del siglo pasado se decidió rescatar su función original y la sala se reconstruyó utilizando un lenguaje arquitectónico propio de esa época. El resultado es un edificio que a través de su estructura nos cuenta su historia.

Siguiendo este recorrido llegamos a la Catedral de León. A la distancia, llama la atención la silueta de dos cúpulas, algo poco común en los edificios religiosos, que suelen tener sólo una. En el interior, podemos entender el por qué de las dos cúpulas. La mayor está colocada sobre el cruce de las dos naves, como se hacía generalmente, mientras que la menor está colocada directamente sobre el altar, una modificación que permite bañar de luz solar la imagen venerada en el templo.

Esta adecuación es obra del arquitecto Luis Long, quien también reparó el daño sufrido por el edificio debido a un error de cálculo en el diseño original. Para mitigar los efectos destructores de la gravedad sobre los arcos que sostienen las bóvedas de la nave principal, construyó un par de capillas laterales que apuntalan su estructura. Una de estas capillas, la de San José, es una de mis obras arquitectónicas favoritas. Se trata de una pequeña capilla de apariencia mudéjar, un estilo que incorpora influencias de estilo hispano-musulmán. La arquitectura histórica, como hemos visto, no debe de entenderse como un elemento sin vida, congelado en el tiempo, es día a día renovada por quienes la habitan. A pesar de la carga histórica de un edificio, la forma en que lo vemos es inédita: nunca antes se ha visto como se ve ahora.

A Luis Long y su eclecticismo debemos buena parte de la fisonomía del centro de la ciudad. Su casa, que hoy es la Escuela de Música de León, destaca por su torre de ladrillo, que nos hace recordar las torres de las ciudades medievales italianas. Siguiendo mi recorrido particular, me gusta llegar a la Plaza de los Fundadores por el Pasaje Catedral. Para llegar, tenemos que pasar por otro edificio emblemático del mismo arquitecto: el Portal de Tullerías. Mucho podrá decirse de este edificio, sobre su resolución estructural, la decoración de su fachada o de su multiplicidad de funciones. A mí lo que más me gusta es cómo al articular las tres plazas funciona como un elemento que concatena espléndidos espacios, como el cordón que une las cuentas en un collar de perlas. Una nueva lección: la arquitectura nos da la posibilidad de múltiples y simultáneas lecturas.

Las plazas casi siempre tienen un elemento nostálgico. Cuando participamos de las actividades que suceden en ellas, inconscientemente estamos reafirmando nuestro sentido de pertenencia al lugar, de esta manera consolidamos nuestra identidad. Curiosamente, mi recorrido termina en el edificio del Museo de las Identidades Leonesas. Cuando yo era niño albergaba una biblioteca pública a la que acudí incontables veces. También fui asiduo de los cursos de la Escuela de Artes Plásticas Antonio Segoviano. En la época de mis abuelos tenía una vocación muy distinta: albergaba una cárcel. La identidad es la última de las llaves que presento como guía para leer la arquitectura. A través de ella creo que es posible escuchar la multiplicidad de voces que quieren seguir hablándonos a través de los muros de piedra.

Texto publicado originalmente en la Revista Cultural Alternativas 94. Leer la ciudad. 


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