La inundación de 1888, un temor que permanece 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

La inundación de 1888, un temor que permanece

Por Karla Gasca   19/02/18

En 2018 se cumplen 130 años desde que ocurrió uno de los desastres que más han impactado a la ciudad: la inundación de 1888, evento que cobró la vida de cientos de personas, dejando alrededor de 5 mil familias en la miseria.

En tiempos de lluvia intensa es común ver basura o incluso alguna chancla flotando en el agua que ahoga las banquetas, pero ¿imaginas ver vacas, caballos, burros y árboles arrastrados por la corriente? Esto fue lo que ocurrió el mes de junio de 1888, cuando un aguacero tupido cayó sin piedad sobre León por varios días.

En ese entonces la ciudad contaba con cerca de 100 mil habitantes, posicionándose como la cabecera de distrito más importante de Guanajuato. La mayoría de los ciudadanos se dedicaban no sólo a la industria zapatera, también elaboraban sombreros de palma, naipes, rebozos y objetos de talabartería de alta calidad por los que eran conocidos en toda la República.

Los habitantes de ese León tan distinto al que conocemos ahora, se organizaban a lo largo de 236 manzanas y se distribuían en unas 500 calles. La vida transcurría con aparente normalidad hasta que el cielo ennegreció aún más un fatídico 18 de junio, día en el que la ira de Tláloc se cernió sin piedad sobre la ciudad, como lo había hecho en 1637, desatando una tromba en la colina de Ibarrilla.

La lluvia se manifestó constante a partir de las 6:00 de la tarde y el cataclismo llegó cerca de las 11:00 de la noche, cuando el agua alcanzó un metro de altura en las calles más altas. Hombres y mujeres recordaron los juegos de su infancia y treparon a lo más alto de los árboles, pero algunos eran arrancados de raíz por la corriente. Los animales de carga y ganado, que en ese momento resultaban indispensables tanto para la economía como para el traslado, nada pudieron hacer contra el curso del agua de lluvia que se había fusionado con fluir de los ríos que desbordaban.

A las 2:00 de la madrugada el terror era latente. Las casas, en su mayoría hechas de adobe, comenzaron a ceder. El arroyo del Muerto cambió su curso natural y haciendo honor a su nombre, se llevó los cuerpos de aquellos que no habían logrado escapar a la catástrofe.

La aparente calma llegó por la mañana, pero los primeros rayos de sol también descubrieron el desastre que había dejado tras de sí la impetuosa manifestación de la naturaleza: más de 2 mil casas destruidas, mil 400 desaparecidos, centenas de muertos y más de 5 mil familias que lo habían perdido todo. El Coecillo fue una de las zonas más afectadas.

A finales de junio de 2017 sucedió la última inundación importante en la ciudad de León a raíz de la tercera lluvia más fuerte en una década. Aunque estos fenómenos se salen de nuestro control, atraen eventualidades que sí se pueden prevenir. Después de tantos años de destrucción y construcción a causa de las inundaciones, nunca es tarde para repensar nuestra ciudad: cuestionar los pros y contras de  construir fraccionamientos y plazas comerciales que se interponen a los cauces, debatir sobre las condiciones de las calles y avenidas y actuar de manera responsable frente a la disposición de nuestra basura. No nos queda más que bajar la mirada ante el dios de la lluvia, como lo hicieron nuestros antepasados y abandonar la terquedad de estar siempre en contra de la corriente.

Bibliografía: Inundaciones graves de León 1608-1998. Carlos Arturo Navarro. Ediciones del Archivo Histórico Municipal de León, Gto, 2006. 


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