Fui un camión y el muerto me hizo la parada 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Fui un camión y el muerto me hizo la parada

Por Alberto Muñoz Esquivel    27/12/17

No hay sensación más terrorífica que la parálisis del sueño. Cuando “se  te sube el muerto”,  te encuentras consciente, puedes ver el cuarto que te rodea, distinguir sombras  y sonidos pero no puedes mover ni un dedo. Con suerte, tus cuerdas vocales responderán para emitir algún sonido en busca de ayuda. Alberto Muñoz nos habla de esta experiencia donde se entrecruza la realidad y el sueño. 

 

Desperté en mi cama. Era de madrugada. Mi mirada recorrió la habitación: los estantes con peluches que ya no eran para mi edad, una pila de ropa sucia sobre el escritorio, las paredes coloreadas ligeramente con la luz del alumbrado público entrando entre las cortinas. Todo parecía normal, hasta que me di cuenta que no me podía mover. Y no me refiero al “no me puedo mover” de una sobremesa después de doce tacos. Esto era más parecido a mi perro de 34 kilos creyendo que el lugar más cómodo para dormir es mi pecho. Aunque las espinillas en mi cara y los rollitos de grasa eran un indicio de la falta de control que tenía sobre mi cuerpo en esa época, nunca me había ocurrido algo parecido. Así que hice lo que cualquier persona sensata haría: gritar. O al menos lo intenté. Sólo podía mover los ojos. Trataba de enfocarme en lo familiar dentro del cuarto, pero se empezaba a volver extraño. La pila de ropa sucia y los peluches tomaban formas desconocidas, y la luz del alumbrado público cambiaba de tono. Fue ahí cuando sentí a alguien acercándose a mi cama. Mi cuerpo seguía sin responder y, entrando en pánico, opté por cerrar los ojos. Aunque se desconoce a ciencia cierta la causa, la parálisis del sueño está relacionada con la transición de la quinta fase del sueño, llamada fase REM, que es durante la que soñamos. Aunque el cerebro está activo en esta etapa, los impulsos nerviosos entre el cerebro y la motricidad se ven comprometidos. El cerebro le puede dictar al cuerpo que haga algo sin recibir respuesta alguna. Esto es un mecanismo de protección que previene que actuemos físicamente nuestros sueños. Sin embargo, cuando estamos saliendo o entrando de esta fase, puede que el cerebro no esté listo para entrar a la etapa del sueño, por lo que cognitivamente uno está despierto. Se crea una discordancia entre el cerebro y el cuerpo. El miedo es la reacción más común al entrar en este estado. En el límite de estar dormido y despierto, lo que logramos percibir se potencializa: el latido de nuestro corazón se convierte en pasos, el cambio de respiración se vuelve un peso inexplicable en el pecho, lo que alcanzamos a ver se transforma en figuras amenazantes. Se dice que más de la mitad de las personas experimentan la parálisis del sueño al menos una vez en su vida. Que “se te suba el muerto” es un tipo de parasomnia, que no es nada más que un trastorno durante el sueño, como lo son los terrores nocturnos y el sonambulismo. Esa noche, aún con los ojos cerrados, logré mover muy ligeramente los dedos de mis manos. Cuando pude despertar, ahora sí de verdad, asumí que había sido una pesadilla. La familiaridad del cuarto había regresado, aunque seguía sintiendo un grito ahogado. La almohada estaba húmeda, tal vez de una combinación de lágrimas y sudor.

Las pocas veces que volví a experimentar algo parecido, hubo factores externos. El regreso de la figura oscura fue mi hermano entrando a mi cuarto por equivocación después de haber ido al baño semidormido. Al intentar, según yo, una técnica de experiencia extrasensorial durante el sueño, la cual encontré tras varias páginas de resultados de un buscador en línea, creí entrar en ese estado de nuevo. Después de ver el documental de The Nightmare murió cualquier deseo de tener un sueño lúcido o de tratar de plantar un sueño, aunque éstas son prácticas supuestamente más seguras. Ahora simplemente intento aprovechar las horas de sueño que puedo. De vez en cuando, me encuentro deseando justo en ese momento antes de quedarme dormido que no se me suba a la cama alguien –o algo–que yo no quiera.

 


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