El romanticismo leonés de Tinoco 

León, Guanajuato

Música

El romanticismo leonés de Tinoco

Por José Ulises Hernández Muñiz e Israel Andrés Lugo López   31/08/17

A través de un recorrido por la historia musical de la ciudad de León, José Ulises Hernández Muñiz e Israel Andrés Lugo López recuerdan al pianista y compositor Manuel Gutiérrez Tinoco y García, nacido muy cerca del Teatro Manuel Doblado. Discípulo de Martín Krausse, a Tinoco se le reconocen enormes aportaciones, ya que se le debe la introducción a la localidad de compositores como Chopin y Franz Liszt. 

 

 

Estamos en una época de gran decadencia e injusto olvido”, decía el maestro Manuel M. Ponce en una entrevista publicada en 1939, refiriéndose a los valores musicales que desafortunadamente caen en el olvido. Al ignorar muchas obras y compositores, no tenemos idea del placer del que nos privamos.

Sobre todo si se trata de algún compositor que logra unificar ingredientes como texturas, melodías y emociones, de una manera tan satisfactoria que después de escucharlas, o como en nuestro caso interpretarlas, surge la necesidad de tomarlas en cuenta como patrimonio musical leonés.

Un ejemplo de ese olvido es el pianista y compositor Manuel Gutiérrez Tinoco y García, nacido muy cerca del Teatro Manuel Doblado, un año antes de su fundación, en 1879 (algunas fuentes señalan 1880), en una casa que se encontraba donde ahora es una plazuela. A los 13 años ya estudiaba en el Conservatorio Nacional y en 1908 se trasladó a Berlín, la actual capital germana. Se tituló como profesor de piano en el conservatorio de dicha ciudad.

Uno de sus maestros fue Martín Krausse (discípulo de Franz Liszt), quien también enseñó al ya anteriormente citado Manuel M. Ponce. Ofreció conciertos en Europa, Estados Unidos y México, incluyendo en la mayoría de las ocasiones piezas de su misma autoría. Una reseña de la época lo definió como un pianista “de técnica refinada, ejecución y pureza extraordinarias”.

De regreso a su tierra natal, se dedicó a promover a la siguiente generación de pianistas. Continuamente regresaba a Europa para mantenerse a la vanguardia en la enseñanza musical. Murió en 1963 y aún sigue resonando en la memoria de algunas personas que estuvieron dentro del ámbito musical pertenecientes a unas cuantas generaciones atrás. Su música se siguió programando unos años después de su muerte.

No basta con un artículo para transmitir la aportación que Tinoco hizo en la sociedad, pues además de su propuesta estética de corte francés, se le debe la introducción a la localidad de compositores como Chopin y Franz Liszt. Nos sentimos afortunados de encontrar gran variedad de sorpresas como estas que son bien recibidas por el público, incluyendo otras agrupaciones de cámara.

Uno de los frutos de la divulgación es que las piezas se mantengan con vida al ser interpretadas por otros ensambles, como ocurrió en nuestra ciudad el pasado septiembre con el Dorian Wind Quintet, proveniente de Nueva York, que interpretó una danza de Tinoco y ha incluido un par de sus piezas en programas para otros conciertos.

Aproximación a la obra de Tinoco

No sabemos cuántas obras en total compuso Tinoco. De las obras de las que disponemos en el archivo del Ensamble Felipe Villanueva, la mayoría fueron publicadas en la casa editorial alemana Ries & Erler, a principios del siglo XX. Se desconocen las fechas exactas de su publicación, sin embargo se puede deducir una aproximación por el número de opus y ciertos programas de mano que no rebasan las dos primeras décadas del siglo pasado. Dichas composiciones son de formas breves como barcarolas, danzas, valses, gavotas, estudios, intermezzos, entre otros, de las cuales examinaremos un par:

Crépuscule (México y Guadalajara, 1913). Editado por Enrique Munguía. El nivel de dificultad técnica de esta pieza demuestra las capacidades pianísticas y compositivas del autor. Hace un rico manejo de colores con tonalidades sugerentes a una suavidad sonora como Re bemol, La bemol y Sol bemol mayores. Se puede apreciar cómo juega con las capacidades del piano, matices, intercambio de voces melódicas y texturas, algo parecido a una reducción orquestal para piano. Debido a la hechura de la composición se prestaría fácilmente a varias adaptaciones instrumentales, concebidas muy probablemente por el autor.

Vals Joyeuse: Op. 22, No. 3. En La mayor (Berlín, sin fecha). Editado por Ries & Erler. Se compone de las siguientes partes: A – A’ – B – A – A’ – C – A – A’ – B – A – A’ – Coda, oscilando entre las tonalidades de La y Re mayor, con un distinguido contraste en el carácter de cada una de ellas, obteniendo momentos que van de lo juguetón a lo apasionado.  Desarrolla una sucesión de semifrases con una naturaleza melódica que forman una sección amplia.

 

 


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