Había una vez un León undergound… 

León, Guanajuato

Cultura, Identidad y Patrimonio

Había una vez un León undergound…

Por Luis Eduardo Delgado Aguiñaga   12/07/17

En León existe un submundo al que asisten los vampiros urbanos sedientos de cerveza y buena música, y como buenos vampiros se mantienen alejados de las luces, del barullo de la ciudad, y sobre todo de los bares concurridos donde suena la música de boda y el reggaetón. Estos espectros punks, skins, mods, no hacen fila: entran y salen por la puerta de atrás en las mejores fiestas de la ciudad. 

 

Vivía en arquitecturas preexistentes, marginales, sórdidas, inoperantes, incluso invisibles para tantos. Autoconstrucción pura. Los chavales necesitaban de él porque, simplemente “esto nunca ha sido una práctica eventual ni irrelevante”. Parásitos, subnormales, clavados en el León, lo carcomían. Era como aquella canción de Parálisis Permanente: Van a vivir unidos/Van a morir unidos/Vivir va a sernos muy difícil/pero no hay otra salida/unidos en un solo cuerpo/unidos para toda la vida

Todo se trata de metáforas, mas no de fantasías. El brote de puntos musicales underground ha correspondido a las constantes prohibiciones, descalificaciones, ambigüedades y, sobre todo, a su propia y maravillosa naturaleza. Ha posibilitado alternativas en la elección del quehacer metropolitano que emana de entre el ocio y el tiempo libre: sociabilización, fiesta y convivencia. Desplegándose una red de espacios musicales sesgados, difíciles y clandestinos que, a pesar de estar un día y al otro no, no podrían definirse sino de vivenciales y experimentales. Espacios significativos a los cuales los chavales que les frecuentaban terminaron mitificándoles. Eran sus universidades, muchos se graduaron ahí incluso con mención honorífica.

Había tantas tipologías. Bares, salones de fiesta, terrenos baldíos, patios, azoteas, cabañas, fábricas, espacios públicos. Los favoritos, no obstante, fueron siempre las casas que los padres muy ingenuamente dejaban como responsabilidad a los hijos. ¿Dónde? Desde inicios del siglo: San Felipe de Jesús, la Azteca, Las Arboledas, Las Mandarinas, La Piscina, la Michoacán, Fraccionamiento Hidalgo, Real Providencia, San José del Consuelo, San Miguel, Peñitas –la verdad es que seguramente cada colonia popular tuvo su propia fiesta underground.

Se evidencia un fenómeno entonces alejado del centro de la ciudad –lo más cercano fue La Calzada–, distante de las entrañas de ese León que hoy en día se ha de lamentar a retortijones al albergar a esa sarta de mamarrachos que buscan parecerse cada vez más a sus padres y tíos al hacer largas filas para acceder a los recintos del corredor Madero con música de bodas, XV años o bautizos. Infame, creo que le llaman. Lo de los chavales era otra cosa, música de punks, skins, mods, etcétera, aludía a una interiorización profunda, una subterraneización de la cultura; al arraigo por una postura consolidada, asumida conscientemente, con fuertes grados de simpatía y empatía que se repetía constantemente y, así, significando. Más cuando, como cantan los Sham 69: Si los chavales están unidos, entonces nunca estaremos divididos.

 

 

Pero… había una vez –dice el título– ¿se acabó?                                                          

… y también un Cerdo Violeta

Este tipo de asuntos no tienen final. Las cosas cambian y las nuevas generaciones han de asumir esa responsabilidad al recibir las llaves por parte de sus padres. Las llaves de la ciudad underground. Eso es así. Por su cuenta, las generaciones viejas han de perdurar, de eso se trata también –eso de: “ahora tengo hijos”, “es que mi trabajo…”, ¡Por favor! ¡Argumentos más aburridos que los de los infame! Se dijo: de irrelevante y eventual ¡nada! Así surge El Fanzine del Cerdo Violeta (2012), una revistilla informal que del papel siempre ha procurado brincarse al uso del espacio físico. Cada número se ha acompañado de un tremendo fiestón musical para los chavales. Los lugares han sido variados, así como las temáticas del propio fanzine. “Elige tu vida”. Elige: tu música, tu equipo de fútbol, tu religión, tu postura política, tu sexo, tu final, tu muerte. ¡Elige tus espacios!

Los espacios siempre han sido pocos. El Cerdo Violeta ha vivido en Tzab Pulquería, Jaibol, White Rabbit, Kino Room, Love Bar; todos, contrariamente a lo que sucedía antes, en el Centro Histórico de la ciudad. El fenómeno no es propio, ahora se vive un común interés por estar allí. Esos sitios no eran/son necesariamente representativos del underground leonés, ni tendrían porqué serlo, no obstante la temporalidad los convertía cada noche en eso. La presencia de los chavales, los nuevos y los viejos, el fanzine y la música. La música, sobretodo. Amenizando las fiestas han estado los DJs, siempre pinchando vinilos: Tropic Aza, Cincinnati Kid, Apollo 69, DJ Delincuente, Ernesto Fuzz On!, Sir Downbeat, Hipshakers! (Carlos René & Elisse Locomotion), Black Panther, Groobeats S. S., Cuchi Frito Man, Ed de Aginaga, Sr. Cooper, Black Swan, Pincha Frodo, Cruce Lee, Sangre Beat, Sedmikrásky, ‘Rkid Khan, Fuzzteca y Zombi musical. Las bandas Las Pipas de la Paz, Fan Club, Los Padrinos, The Stockyard, Lengua 72, Radio 69 y Los Psychodeliciosos. Esos eran/son los mentados chavales underground, al menos los de mi generación. Aquellos a los que, como dice esa vieja canción de los Negativos, les fascinan aquellos espacios donde es necesario “bajar una escalera en espiral”.

El Fanzine del Cerdo Violeta regresará tras pasar la primera mitad del presente año con la presentación del número “Me gusta ser una zorra”.  Sé un chaval.

 

 


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