‘Agua corriente’, México como es 

León, Guanajuato

Literatura

‘Agua corriente’, México como es

Por Prensa ICL    09/03/17

Quizá el cinismo es una de las características de la literatura de Antonio Ortuño, quien toma personajes de la vida cotidiana para revelar la cortina de un sistema obsoleto, que se mantiene girando de puro milagro, y que descubre personajes deprimentes en los que se puede ver reflejado cualquiera de sus lectores. ‘Agua corriente’ reúne una serie de cuentos que como la verdad “no pecan pero incomodan”. 

 

Editorial Tusquets México reúne en ‘Agua corriente’ una serie de cuentos cortos relatados en primera persona que hacen las veces de metáforas del violento horror mexicano, y de críticas de la realidad política, pero sobre todo, funcionan como hazañas formales de un escritor con un estilo inconfundible. En esta recopilación, del que sin duda es uno de los autores más corrosivos de la literatura mexicana, presenta al lector un grupo de personajes contradictorios, siempre cambiantes, siempre en ebullición, que si algo tienen en común es su tendencia a rebelarse ante el nefasto destino que va a devorarlos, y la facilidad con que dan un paso en dirección del asombro y otro hacia la carcajada. El fracaso del machismo tal como lo entendemos y la ridícula altura de muchas aspiraciones colectivas son dos de los temas que recorremos con inmensa velocidad, precisión y sarcasmo en este libro. 

 

Te compartimos los primeros párrafos de Ars Cadáver, uno de los cuentos de Agua corriente:

Ars Cadaver 

–Es una pieza notable– dice Ugo con vocecita arrogante de connoisseur–. Míralo: es un zapato que encontré en el metro Partenón. Pertenecía a una chica que se arrojó al paso de los vagones cuando supo que no había conseguido plaza en la Universidad. ¿Notas la mancha púrpura en la suela? No, por supuesto que no es sangre, la sangre estaría negra a estas alturas y apestaría. Es acrílico rojo para figurar sangre, es mi toque, ese toque que Éctor no agrega, porque él exhibe las cosas tal como las encuentra,  ¿verdad?

Éctor está cruzado de brazos y ofrece un gesto mínimo de fastidio. Es tan delgado como Ugo y resulta arduo diferenciarlos debajo de sus sombras de rímel y sus estrechos ropajes color cobre. Debería distinguirlos, Ugo es mi hermano y Éctor sólo su socio y hace pocos meses que vive en el Taller. Pero no suelo distinguir a los habitantes del Taller en más categoría que quién tiene senos y quién no.

–En cambio– refuta Éctor, y me doy cuenta que lo hace como un nuevo movimiento en el ajedrez de una discusión que antecede mi llegada–, esta calzaleta la encontré en un lugar no especificadoe. No sé a quién pertenece ni me interesa si fue usada por un pie femenino o uno infantil. Es un objeto en sí mismo, un orbe cerrado al que sólo podemos espiar por la ranura de un compartimento.

–¿Decidiste ponerla en el compartimento?–inquiere Ugo, trabados los dientes y alarmada la voz.

–¿Un lugar no especificado? –digo yo, que soy un poco lento de reacciones.

–No especificado. Jamás diré dónde encontré la calzaleta, porque la estaría cargando de anécdota y despojándola de su individualidad en cuanto a objeto. Y sí, la meteré en el compartimento y tendrán que verla por medio de un telescopio.

–¿Telescopio? ¿Cómo puedes…?

Alguien abre la puerta de madera con violencia, y su cuerpo esquelético anuncia que es Hana, actriz consumada, y su ropa color cobre agrega que es administradora del Taller y novia de Éctor.

–Éctor va a meter la calzaleta al compartimento. Y además va a usar el telescopio –denuncia Ugo en cuanto la ve, con premeditado acento bélico.

Pero a Hana le estremece los hombros un ligero temblor y curva una de sus manos hacia el rostro con ademán desolado.

–Vengan al congelador, vengan, por favor vengan. Húrsula está muerta.”

 

Antonio Ortuño (Zapopan, 1976) Es autor de las novelas El buscador de cabezas (2006), Recursos humanos (2007), Ánima (2011), La fila india (2013), Méjico (2015), así como de los libros de relatos El jardín japonés (2007), La Señora Rojo (2010) y Agua corriente (Tusquets 2016), además de la novela juvenil El rastro (2016). Ha sido traducido a media docena de idiomas. En 2010, la revista británica Granta lo eligió como uno de los mejores narradores jóvenes en lengua española. En 2011, GQ México lo nombró escritor del año. Medios diversos en México, América del Sur y Alemania han  seleccionado sus novelas como libros del año. Es columnista en Más por Más y El Informador y colaborador de Letras Libres, Letras Explícitas y La Tempestad.

 


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