Andrés Klingberg: el contagio de la literatura 

León, Guanajuato

Literatura

Andrés Klingberg: el contagio de la literatura

Por Prensa ICL    02/02/17

Andrés Klingberg, originario de Salamanca, es psicólogo social pero ha encontrado en la escritura un puente que le permite compartir su peculiar manera de ver el mundo y apropiarse de la realidad. Su cuento: 'El festín de las arañas', obtuvo mención honorífica en los Premios de Literatura 2016, y en esta edición resultó ganador en el certamen de cuento corto por ‘La muerte del torero’. 

 

¿Por qué escribir?

Me gusta la imagen del contagio para pensar la literatura. Creo que hay puentes que sólo pueden tenderse a través de ciertas obras; cosas que un autor sólo puede decir con un cuento, un poema, una novela. Partiendo de ello, yo escribo para contagiar mi extrañamiento por la realidad, el mundo, la vida. Entendiéndolo así, escribo por necesidad: para no quedarme solo con mis historias. Narro con la pretensión de que mi obra estreche lazos con sus posibles lectores, del mismo modo en que las obras de otros escritores forjaron un lazo conmigo.

¿Qué aspectos de la vida te obsesionan?

Me obsesiona el absurdo secreto de los actos, las personas, los acontecimientos. Vivo constantemente extrañado de los discursos con los que nos suavizamos la existencia y que casi siempre ocultan crueldades y violencias insospechadas. Me interesan las farsas, los engaños, los mecanismos subterráneos del mundo.

¿Por qué escribir cuento?

Acaso por el afán neurótico de la perfección. En la medida en que condensa, lima, recorta, el cuento ofrece ilusoriamente lo perfecto. Me gusta además por su intensidad, su estallido.

¿De dónde surgió 'La muerte del torero'?

Por mucho tiempo me persiguieron las imágenes carnavalescas de velorios y funerales de algunos personajes célebres, la apariencia de comparsa, de fiesta popular, la solemnidad ultrajada. Me inquietaba, también, la manera en que durante mi adolescencia algunos amigos se convertían repentinamente en personajes públicos que actuaban para una audiencia. Y me pareció que en estos dos extrañamientos había un solo cuento.

¿Qué opinión tienes de los certámenes literarios?

Son recursos fundamentales para que muchos podamos darnos a conocer y recibamos alguna clase de interlocución implícita, de confirmación. Obviando algunas pocas excepciones, México sigue siendo un país complicado para trazar una carrera literaria fuera de la capital, por lo que estos certámenes resultan deseables.

¿Perteneces a algún taller de creación literaria? Si es así ¿Qué tan importante consideras el asistir a estos talleres?

Estuve un semestre en la Escuela Mexicana de Escritores y después trabajé mis escritos con Eduardo Parra Ramírez durante más o menos un año. Diría que fueron experiencias esenciales para mi formación como escritor, especialmente la segunda, pues me ayudó a asir varias herramientas del oficio y a comprender mis textos desde el plano simbólico, el trasfondo.

Los talleres brindan, o deberían brindar en los mejores casos, lecturas agudas de lo que uno escribe. Por otro lado, mientras exista una tradición y un repertorio de técnicas, la literaria es una carrera equiparable a cualquier otra, o sea que una formación estructurada suele ser favorable para quien se propone escribir.

¿Qué recomendación darías a un escritor que apenas comienza?

Lo evidente: escribir. Y leer, desde luego. También, quizá, deshacerse de la idea glamurosa del escritor reputado. Tener bien claro que la búsqueda de escribir es distinta a la de ser escritor.


 


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