Alí Rendón: sin rodeos ni endulzantes

Alí Rendón, originario de la ciudad de Celaya, considera que escribir es una vía segura de recuperar las formas para (re)significar todo cuanto nos rodea. El autor del libro de cuentos ‘La realidad con capacidades diferentes’, obtuvo una mención honorífica en los Premios de Literatura León 2017 por su cuento Marcelia 43. A continuación te presentamos una breve entrevista. 

Alí Rendón es autor del libro de cuentos: La realidad con capacidades diferentes (Pictographia-INBA, 2013). Recibió el premio del Festival Internacional de Escritores y Literatura San Miguel de Allende 2016 en la categoría Minificción. Fue beneficiario del PECDA en 2010. Ha publicado en Playboy y parte de su poesía ha sido traducida al polaco. Es miembro del taller de escritura Esparadrapo.

¿Por qué escribir?

     Porque es una vía segura de recuperar las formas para (re)significar todo cuanto nos rodea, pues los discursos, la mercadotecnia, la música popular –y en general todos los contenidos de los medios de entretenimiento e información masivos– nos han arrebatado gran parte de la verdadera denominación de nuestra realidad más inmediata.

Necesitamos discursos poéticos, narrativos y de no ficción –entre otros– que verdaderamente aborden la condición humana sin rodeos ni endulzantes. Todos necesitamos escribir.

¿Qué cosas te obsesionan?

     La condición humana, sus rasgos de conducta antisocial, y también me obsesiona la belleza, tanto de las palabras como de las interpretaciones con que nos apropiamos de una obra de arte o de una manifestación de  la naturaleza.

¿De dónde surgió el cuento Marcelia 43?

     De la necesidad de materializar una visión gris de un grupo de personas involucradas en una protesta, una suerte de hecho narrado que se pudiera extrapolar a toda una sociedad en el periodo sociopolítico que todos conocemos más a través de sus coyunturas de inseguridad, pobreza, falta de acceso a la justicia, violación a los derechos humanos, etc. De saber que en el fondo no hay buenos ni malos, sino que creemos más en las escalas de grises. Sólo yendo dentro de algunos degradados del gris estaba mi oportunidad de dar con una belleza que también fuera posible fuera de la ficción. Espero haberme acercado. Necesitaba también arriesgarme con los tiempos en la narración y jugar con muchas cosas en muy poco espacio. Debajo del hecho narrado el personaje central es visto por otro –porque así éste último decide padecer o afrontar su tragedia– como la antítesis de la personalidad múltiple: una multitud personalizada en un solo individuo.

¿Perteneces a algún taller de creación literaria? Si es así ¿qué tan importante consideras el asistir a uno de estos talleres?

    Soy miembro del taller de escritura creativa Esparadrapo, en Celaya, y creo que es muy importante un taller en el que haya una crítica destinada a bajarles las ínfulas a los escritores y ponerlos a trabajar, que los haga olvidarse del elogio continuo entre miembros vía facebook. Algunos talleres adolecen del “síndrome del grupo de terapia”. Hay que buscar varios hasta dar con uno o un par bueno, y luego cuidarse de no terminar escribiendo idéntico al escritor coordinador.

¿Qué recomendación le darías a un escritor primerizo que no sabe cómo iniciar?

     Que lea mucho más de lo que lee actualmente; no sólo la materia de su género, sino también otras, incluido, por supuesto, el ensayo. ¡Conozco narradores que no leen poesía! Hay que leer mucha crítica, también a los clásicos. Le exigiría que escuchara mucha música, que buscara aquellas piezas menos publicitadas y de más contenido. Que se abriera al teatro, al performance, al arte en general y que se divirtiera. Que jamás agarrara poses y que le rehuyera a los acartonados, solemnes y arrogantes. Que durante todo este enriquecimiento viva, se arriesgue y que escriba diario.